De un salto, Milo se despertó muy bruscamente.
Lo primero que hizo en cuanto tuvo un poco de conciencia sobre sí mismo fue tantear sus hombros para comprobar que no había nada ni nadie sosteniéndolo. Una vez que se pudo corroborar que todo había sido un sueño, se llevó las manos a la cara en un intento de limpiar todo su sudor. A pesar de que ya sentía estar en la "realidad", se quedó un rato sin moverse, viendo el pequeño cuarto de 12 m2 donde vivía.
Corroboró que las paredes ya no eran blancas, sino grises y un poco sucias. Pudo ver en una de las esquinas la estufa eléctrica y el microondas donde prepara la mayor parte de sus alimentos. Frente a estos aparatos, en la otra esquina, vio su austero equipo de entrenamiento: un saco de boxeo y varias mancuernas.
Fue esta parte de la habitación la que llamó particularmente su atención.
Al levantarse de la cama, usando solamente sus boxers, camino un poco tambaleante hacia la zona donde entrenaba. Al llegar ahí pudo ver, detrás del saco, una parte en la pared mucho más dañada que el resto. En aquel espacio habían varias grietas y agujeros no muy profundos con algunas manchas rojas por todos lados. Este lugar lo usaba Milo para "endurecer" sus nudillos de vez en cuando. Había aprendido esto de una película que vio hace tiempo.
Al tantear esto, recordó el día cuando estaba golpeando ese punto de forma particularmente salvaje y vino el casero a callarlo. Al abrir la puerta, el casero estaba completamente dispuesto a gritarle a Milo por el ruido, pero su expresión de furia cambio al ver a Milo sin playera y con sus dedos completamente rotos.
- ¿Llamo a un doctor? - fue lo único que salió de los labios del casero con su típico semblante inexpresivo.
-No. Estaré bien. Perdón por el ruido. - respondió Milo mientras jadeaba por el cansancio.
-Allá tú. Estate consciente que el día que te vayas, esa pared debe quedar como nueva. ¿Está claro? - Milo solo asintió con su cabeza.
Terminado esto, Milo por fin pudo sentir un poco de paz al terminar de corroborar que se encontraba en su hogar.
Ya más calmado, aunque no enteramente recompuesto, Milo se dirigió al baño. Después de vaciar su vejiga y echarse agua en su rostro, Milo se miró un rato en el espejo. Contempló todo su cuerpo, el cual era delgado y con una ligera musculatura. Pasó su mano por su cabello largo y desarreglado. Él nunca ha entendido como es que casi no cambia el aspecto de su cabello a pesar de casi nunca se peina o se cepilla. Dirigió su mirada a su cuello, el cual mostraba el mismo patrón de “tatuajes” que tenía desde hace unos años: parecía como si tuviera un grillete en su cuello y varias cadenas bajando hacia su espalda. Mientras palpaba estas marcas, su atención se dirigió hacia sus hombros, ya que también por ahí pasaba un patrón similar que terminaba con otro par de grilletes en sus muñecas.
Al llegar a este punto, Milo alzo las palmas de sus manos y las puso frente al espejo. Fue ahí donde se fijó en sus manos.
Ambas poseían un patrón de cadenas muy similar al de sus brazos y cuello, con la diferencia de que estas cadenas son más pequeñas que las des sus brazos. Todas estas conectan una especie de líneas gruesas que asemejan a unos grilletes en sus muñecas y en cada uno de sus dedos, todos entre la primera y segunda falange de sus dedos. Milo miraba sus manos con un sentimiento de congoja e ironía. Le parecía curioso como esas marcas eran responsables de varias cosas tristes y oscuras en su vida y que actualmente sean su principal “medio de vida”.
Milo tenía planeado bañarse, pero, por alguna razón, tuvo el presentimiento que de que había dormido de más debido a su pesadilla. Por ello, fue hacía el buró que estaba a lado de su cama y vio la hora en su teléfono. Tenía razón, estaba retrasado. Por eso simplemente se lanzó más agua a la cara, se pasó un poco por el cuerpo, se colocó sus mallas holográficas para tapar sus tatuajes en sus brazos y cuello, se puso su camisa y pantalones, se colocó su chamarra, tomo su mochila, y salió corriendo de su habitación. Corrió tan rápido, que por poco olvida los sándwiches que le prepara el casero en la panadería debajo de su cuarto todos los días a cambio de un pequeño aumento en su renta.
-Quiero que sepas que el que no te los lleves hoy no reducirá en lo más mínimo tu renta. - dijo en voz alta el casero antes de que Milo cruzara por completo la puerta de la panadería. Milo regresó rápidamente para agarrar sus sándwiches y retomar su camino.
El retraso de Milo era algo especialmente grave debido a que él solo vive a unas cuantas cuadras de su preparatoria. Es por eso que corrió lo más rápido que podía para tratar de llegar a tiempo. Sin embargo, su velocidad “normal” no iba a alcanzar. Fue entonces que decidió usar su “herramienta de trabajo”.
Mientras corría, empezó a concentrarse en recordar algunos de sus malos momentos. Paso por su cabeza el momento cuando un drogadicto trato de morderlo con los pocos dientes que aún le quedaban mientras él le desfiguraba el rostro al “amigo” de ese vagabundo. Recordó cómo su condición hizo que le doliera un mes entero esa herida a pesar de haber sanado por completo media hora después.
Al pensar esto, sus tatuajes comenzaron a iluminarse muy ligeramente. Normalmente esto haría que saltaran las alarmas de todo el que lo viera y llamarían al D.I.D.A.E.S. de inmediato, pero gracias a las mallas holográficas no se puedo notar nada extraño de él, salvo que empezó a correr el doble de rápido de un momento a otro, aunque todo el que lo vio simplemente pensó que era un simple atleta que se la hacía tarde. Siendo justos, no estaban tan alejados de la verdad.
Fue gracias a este “empujón” que logro llegar un minuto antes de la hora límite. Siendo Milo la “clase” de persona que es, normalmente no debería importarle un comino la escuela. De hecho, la mayoría de los sujetos como “él” no estudiaron nada y precisamente por eso se dedican a lo que se dedican. Pero el caso de Milo era especial. Él recibe una pequeña beca “En contra del abandono escolar”, y considerando que tiene un promedio apneas suficiente para no reprobar, el llegar tarde podría afectarlo bastante al punto de perder su beca, y considerando que sus “trabajos” no le dan suficiente además de aún no atreverse a trabajos “más extremos”, el perder ese dinero haría que se retrasara aún más sus planes.
En cuanto pasó la puerta principal, pudo calmarse y volver a la normalidad.
La llegada al salón no tuvo más contratiempos más allá de recibir la típica platica unilateral que siempre tiene Alana con él. Alana es una chica pelirroja muy bonita y animada. Podría considerarse la típica chica que no soporta ver a alguien solitario en su salón y al ver que nadie se acercaba a Milo ella decidió ser la primera. Milo trató de “ignorarla cortésmente”. Si bien no tenía ninguna intención de hablar ya no con Alana, sino con nadie en general, tampoco tenía una razón suficientemente válida para evitarlo más que ser un antisocial. Y, pensando que de no responder podría causarle más “interés” por parte de ella, decidió responder lo mínimo necesario. Lo que Milo nunca sospechó es que eso fue lo suficiente para que Alana decidiera, por alguna razón que todavía escapa a su entendimiento, el convertirse en su "mejor amiga".
- Milo, hola. - dijo Alana un segundo después de que Milo se sentara en su silla. Él no contesto. - ¿Hiciste lo que nos pidió el profesor de Matemáticas? - Milo, nuevamente, no dijo nada. - Es que yo tuve varios problemas para terminar los últimos dos ejercicios y quería ver si tú...
Tras poner la palma de su mano frente a ella, logrando callarla, Milo abrió su mochila y rebuscó un poco en sus cosas, para terminar sacando su cuaderno de matemáticas. Al dárselo a Alana, ella lo hojeó un momento y luego dio una pequeña risa.
- Increíble, no hiciste la mitad de la tarea, pero hiciste precisamente los ejercicios que yo no pude. Eres increíble. - Tras decir eso, ella fue a su pupitre, tomó su silla, la colocó frente a Milo y se sentó en su mismo pupitre.
- ¿En serio? - Milo por fin soltó unas palabras desde que llegó.
- Tú sabes que no me gusta simplemente copiar. Necesito saber cómo lo hiciste. Por favor. Además, tú sabes que el profesor siempre llega media hora tarde. Podemos aprovechar para que también hagas los ejercicios que te faltaron. - Sabiendo que no habría forma de poder librarse en ese punto de Alana, Milo aceptó de mala gana.
Media hora después, llegó el profesor. La clase continuó con normalidad.
Tras terminar esta clase, Alana nuevamente fue al pupitre de Milo para agradecerle por su ayuda. Él solo levantó la mano en señal de respuesta. Alana simplemente respondió con una cálida sonrisa antes de salir del salón. Por alguna razón, Milo siguió con la vista a Alana y pudo ver que se encontró en la entrada del salón con su novio. Lo primero que hizo el novio de Alana fue abrazarla y posteriormente apretarle el trasero con su mano. Luego de eso se fueron. Al ver eso, Milo simplemente dio un ligero suspiro y salió del salón.
El resto del día pasó con normalidad, cambiándose de salón en salón para recibir su respectiva clase. Si bien Milo era un "buen estudiante" perfectamente capaz de sacar mejores calificaciones que las que tenía, él no quería hacer nada por "destacar". Cabe mencionar que Milo asistía a un tipo de escuela diseñada para hijos de familias de escasos recursos o que de plano dependían de ayudas del gobierno para sobrevivir. Solamente los niños de excelencia podían obtener mejores condiciones de vida al obtener becas, pero, para Milo, el obtener este tipo de becas era simplemente imposible debido a "la clase de persona que era". Por lo tanto, hacía lo posible para no destacar, por eso no hacía amigos, no se anotaba a actividades extracurriculares ni participaba en nada que no fuera estrictamente necesario para no reprobar.
Al terminar las clases, Milo se disponía a ir a la entrada principal de su escuela, cuando un extraño ruido llamó su atención, un llanto. Normalmente no le habría hecho caso, pero, esta vez, era una voz familiar. Caminó hacia una zona con varios árboles siguiendo el sonido. Esa zona era conocida debido a que quedaba suficientemente lejos de la entrada para que a esa hora se quede prácticamente sola pero lo suficientemente cerca de la entrada para irse rapido y no encontrarse con algún individuo problemático. A pesar de no mostrarlo, Milo se sorprendió ligeramente al ver a Alana sentada y recargada en un árbol, llorando.
- Oh, Milo. No pensé verte aquí. - dijo Alana al ver a Milo, mientras se limpiaba las lágrimas.
- Caminaba hacía acá y te escuché. - Milo dijo una mentira. Él se encontraba cerca de la entrada, pero ninguna personal "normal" podría haber escuchado los llantos de Alana, pero él no era una persona "normal". De hecho, para buena parte de la sociedad, él podría no ser considerado una "persona".
- Jeje, ya veo. Disculpa, esto no es nada. - dijo Alana mientras se levantaba y se limpiaba los pantalones. Irónicamente, no era la primera vez que la veía así. De hecho, la encontró "bastante bien" a comparación de como la ha encontrado en otras ocasiones. Esta vez podía levantarse, y no tenía ninguna marca o moretón visible. - ¿Necesitabas algo?
-No. Tenía algo de curiosidad, pero confirmo, no parece nada importante. - Milo lo decía en serio. - En fin, debo irme.
Antes de que Milo pudiera dar un paso, Alana lo tomó de su manga con la punta de sus dedos.
- Puedo... ¿Puedo acompañarte a la parada de autobús? - preguntó tímidamente Alana sin subir la mirada.
Milo suspiró una vez más, aunque esta vez de forma más silenciosa en un torpe intento de no hacer aún peor la situación con Alana. Le hizo un ademán con su mano indicándole que se fueran. Ambos caminaron unos minutos en silencio.
- No te pedí explicaciones ni las quiero. - interrumpió Milo a Alana antes de llegar a la estación. Después de ello, quedaron esperando el autobús en silencio.
En realidad, esta situación no era tan extraña en la vida de Milo, aunque sí esta agradecido que cada vez Alana entiende más que no le interesa en lo más mínimo saber de sus problemas, por lo que cada vez es menos lo que le comparte sobre la "extraña" relación que tiene con su pareja. Aunque, a veces ella lo olvida.
- Solo... Le pedí que se enfocara un poco más en la escuela. Temo que si sigue así un día alguien le haga daño. - dijo Alana sin siquiera voltear a ver a Milo
- Y veo que se lo tomó bien. - contestó Milo con un sarcasmo desganado.
- Bueno, debí esperarlo. Detesta que siquiera sugiera el decirle que hacer.
- ¿Y si es así porqué insistes?
- Supongo que por la misma razón por la que aún sigo hablando contigo: esperanza de que algo cambie. - Alana tenía una extraña sonrisa melancólica.
- Eres una ingenua.
- Puede ser. Pero bueno, no puedes culparme. Mírate. Hoy por fin me respondiste. Tener esperanza no es tan ingenuo. - Milo chasqueó los dientes al ver que Alana lo había atrapado en ese punto. De hecho, era verdaderamente raro que Milo siguiera este tipo de conversaciones con Alana. Tal vez la pesadilla que había tenido lo había puesto más sensible de lo usual. Y Milo detestaba eso.
Unos minutos después llegó el autobús. Alana se subió, se despidió con la mano mientras que Milo le respondió con pocas ganas alzando levemente la mano. Una vez que el autobús se fue, Milo caminó hacia su hogar. De camino compró algunos alimentos preparados ya que no tenía muchas ganas de hacerse algo más elaborado de comer.
Al llegar a la panadería, encontró al casero limpiando el mostrador.
- ¿Vas a querer algo? - preguntó el casero sin dejar de limpiar o siquiera mirar a Milo.
- No, gracias. Hoy comeré ligero.
- Como quieras. Por cierto... - el casero dejo de limpiar y miro fijamente a Milo - ¿Saldrás hoy en la noche? - Milo se detuvo, miró al casero y asintió con la cabeza - Ok. Recuerda llevarte tu llave. Si falta algún pan lo cobraré en tu siguiente renta, y si me llega a faltar un solo centavo, más te vale que no te encuentre a la mañana siguiente.
Tras decir esto, el casero volvió a la limpieza de la panadería. Milo subió a su habitación.
Su tarde fue tranquila: hizo algo de ejercicio al llegar a su casa, tomó una ducha, comió y se ocupó, a medias, de sus deberes escolares. Hasta que dieron las diez en punto.
Una vez que sonó la alarma de su teléfono, se puso un pantalón de mezclilla raído y con varios agujeros, una camisa sin mangas negra y su "chaqueta de la suerte". Era una chaqueta que tenía muchos colores por todos lados, desde pasteles y colores vivos hasta colores opacos y oscuros. Tiene muchas reparaciones y parches de distintas telas, lo que varía ya no solo el colorido sino también el tacto de la tela, siendo suave en algunas partes y rugosa en otras. Milo aprecia esta chaqueta más que su vida, pero por alguna razón necesita usarla siempre que sale a su "trabajo nocturno", a pesar de que siempre corre el riesgo de dañarse.
CONTINUARA...
Comments (0)
See all