—Les pido disculpas por el mal rato, muchachos, apenas puedo pararme en pie, estoy muy débil para luchar, mi último trabajo me dejó algo lastimado. Haré todo lo posible para salir de esto —Ithil volteó a ver una vez más el Leur en el piso y notó un fulgor verde enmarcando el área.
—¡Pero parece que hay una oportunidad! Los sacaré de esto, como te dije, Zein, ¡no podemos fallar! —Los tres jóvenes lo miraron desconcertados, pero decidieron confiar en él.
—¡Todos junto a mí, creo que esta roca bajo nosotros guarda algún secreto! —Los tres chicos miraron la superficie del pedrusco en el piso y se agarraron de Ithil.
Ithil comenzó con el canto del Leur, justo al tiempo que la oscuridad avanzaba como marea hacia ellos. Dejándose llevar por el Leur, Ithil se adentró en la tierra.
—Húmeda profundidad, guarda barrera de los tiempos, Libro de los ayeres, Luz eterna de los dormidos, Déjame leer tus páginas cargadas de finales y esperanzas rotas, Lustre Luminiscencia fatua, ¡encamíname a la fortaleza de los que aguardan!, la tierra donde solo los ecos quedan y los recuerdos viven, ¡Respondan aquellos que ya no suspiran!, ¡Acudan a este lugar y Cierren sus Historias! —Ithil cantó con todas sus fuerzas, mientras los tres chicos lo miraban llenos de confianza, pero Nerak, la luna de los recuerdos, es la más cara entre todas.
—¡Ithil! ¿Estás bien? —Zein y Dein miraban los ojos nublados de Ithil, robados de calor. Rein lo mantenía en pie con todas sus fuerzas, casi como moribundo, mientras que Ithil sentía cómo años de su vida eran extraídos de su cuerpo por el Leur. Frente a ellos, una flama verde esmeralda pulsaba. Ithil levantó su Klauvra y dijo:
—Eco de ayer, esta luna te ata a mí, servirás bajo mi mando toda mi existencia; a cambio, cerraré tu historia para que no queden ecos de tu deseo —Ithil, ágilmente, trazó su firma en el aire, a lo que la flama pulsó brillante.
—¡Por favor, que el espíritu no sea un mapache! Estoy muy débil para adivinar —Ithil pensaba para sí.
—¡Llévanos a mí y a mis protegidos de regreso a la seguridad del templo! —Ithil exclamó y cayó inconsciente.
Un tintineo de porcelana se escuchaba, acompañado de un calor reconfortante, luego risas acompañadas de un hojear de libros, el olor de bebidas calientes llenó la escena, para al final un respiro fuerte y profundo que lo llevó de vuelta.
—¡Y luego, ¡BAM! Zein apretó el gatillo! —Dein gritó entusiasmado.
—¡Sí, y recordemos que Dein mojó los pantalones! —Zein, con las manos vendadas, se burló de su hermano.
—¡No mojé nada, tú lloraste cuando Ithil se desmayó! —
—¡Qué! No es verdad, feto deforme, eres el más deforme de los dos —.
—¡Bueno, bueno! Pero no me han dicho, ¿qué pasó? —Khan intervino, intrigado por lo sucedido.
—¡Ah, es cierto! ¡Miren, Ithil se levantó! —Zein emocionada corrió a la cama donde se encontraba Ithil, que miraba confundido a los tres chicos que tomaban café y leche sentados en una mesa. Khan los acompañaba con su usual bata de mangas acampanadas.
—¡Ithil! —exclamaron los chicos mientras corrían hacia él.
—¡Calma, calma, estoy bien, creo! —Ithil se palpaba, revisando que no le faltaran partes del cuerpo.
—¿Qué pasó, cómo regresamos? —preguntó.
—¡Creo que "eso" pasó! —Khan apuntó detrás de Ithil, a través de una ventana. El esqueleto reanimado mágicamente de una gran Quelonta era envuelto en un pulso verde esmeralda, descansando en el brillo de los Manaquistos.
—¡Fue algo increíble! ¡Un montón de partes de huesos arremetieron contra todos los monos que se nos acercaban! —Rein dijo emocionado, a lo que Dein secundó:
—¡Al principio nos asustamos! Los huesos nos rodearon e hicieron un corral alrededor de nosotros, pero sabíamos que eras tú el que nos ayudaba —Dein dijo al tiempo que llenaba su boca con panes y tomaba café.
—¡Entonces, Quellis, nos llevó dentro de ella a un lado del bosque junto al templo, directamente flotando sobre las aguas del lago! El maestro Khan nos recibió y ¡te trajo hasta aquí! Definitivamente es más confiable que Ithil —
—¿Quellis? —Ithil los miró y preguntó
—¡Claro! —Los chicos le respondieron al unísono
—Tú le hubieras puesto un nombre ridículo, así que te ayudamos, ¡solo por esta vez! —Zein guiñó el ojo y sacó la punta de la lengua y el dedo en su mejilla.
—¡Hahahaha, bueno, chicos, vayan a descansar, pueden tomar las habitaciones superiores! —Khan les dijo para voltear una vez más y decir:
—Pero antes báñense, estuvieron dentro de una Quelonta muerta —Khan hizo un ademán con la mano para apresurar a los chicos.
Los tres subieron emocionados, aún platicando y recordando la aventura que casi les cuesta la vida. Ithil lo sabía, fue por pura suerte su escape.
—Gracias, Ithil, esos chicos están más entusiasmados de lo que jamás pude lograr yo —.
Ithil le respondió al maestro Khan:
—¡Nunca más, por favor! —mientras se dejaba caer de espaldas y miraba la Quelonta, bautizada Quellis.
—Encontraste un buen aliado, supe que te serviría el rollo —Khan le sonrió, mientras levantaba la mesa de café y galletas—. Aún hay oscuridad en ti, no será fácil deshacerte de ella, pero ya no estás desarmado —El maestro Khan lo miró orgulloso.
—Trataré, al final de esto se trata esto, ¿no? Vivir es experimentar las cosas que suceden. Por cierto, maestro, ¿hizo usted ese rollo? —preguntó Ithil.
—¡Oh, no!... Es solo un trazado fidedigno de un Leur hecho por Kerr Lucine, que tuve el honor de transcribir mientras hacía mi posgrado en ritos avanzados de Nerak —Khan recogía ropas sucias y vendajes, arrojándolos a una bolsa de basura.
—¡Nada más que el primer Mageia de la Luna Negra, ¿no era importante para usted ese rollo?! —Ithil miraba a Quellis, el Leur brillaba en su concha, rojo brillante como una fina línea de magma.
—Para nada, yo soy un catedrático, no me importa tanto la aventura, pero si a usted le sirve, estoy satisfecho. La magia es para ayudar y asistir, joven Ithil —dijo orgulloso el maestro Khan.
—¡Hahahaha, esperen a que Jacob y Mina vean esto! —Ithil dijo mientras el brillo del templo de la Luna Ocre y el petricor inundaban el paisaje.
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