-¡¿QUIÉN LES HA DADO PERMISO PARA TRATAR ASÍ LO QUE ME PERTENECE?!-la voz del hombre de la barba resonó en la puerta del establo.
-Su majestad… - yo el decía que tenía que tratarlo bien… se lo juro…
- Sólo lo decías porque querías montarlo…- replicó el otro hombre.
La paciencia del rey no debía ser mucha, porque ambos hombres temblaban y sin duda enfrentarse a ese hombre que parecía más fuerte que un oso debía ser algo aterrador. Mi cuerpo retrocedió ante los gritos del hombre y tapé mis oídos alejándome lo más que pude en una esquina , cerré los ojos para no maldecir a nadie, aunque eso era imposible… y esperé que todo se calmara…
EL frío recorrió mi espalda.
Gruesos dedos se deslizaban suavemente sobre mis cicatrices y mis heridas aún expuestas…
Nadie… nadie… debe ser tratado así…- murmuraba el enorme hombre- Si me dijeras lo que hacen,.. quién te hizo esto… yo podría….
Cerró el pote de ungüento y trenzó mi cabello de manera que ya no tocaba mi espalda.. Luego sacó una botellita y empezó a untarla en mi brazo- para los insectos….
Y me la dió- Si hablaras no podrían tratarte como un animal…. - frotó mis muñecas magulladas- Necesito que me ayudes a ayudarte…
¿Realmente este hombre quiere ayudarme o sólo quiere ganarse mi confianza para cumplir con sus profecías y utilizarme?
Se paró frente a mí y tomó mi rostro- inténtalo- insistió- dime tu nombre.
Su voz era insistente, su tacto me fastidiaba, me estaban forzando a hacer lo que querían de nuevo, así que volteé la cabeza y lo empujé con la poca fuerza que tenían mis brazos. Jamás hubiera podido empujar a ese hombre, sin embargo él se retiró. Porque cuando abrí los ojos ya no estaba en el establo.
Los días siguientes otros cuidadores vinieron al establo, y luego venía él. A veces, casi siempre con un libro y leía en voz alta… poco a poco mis oídos se acostumbraron a su profunda voz y empezaba a extrañarla cuando no estaba.
En las tardes, el pequeño venía y escogía un caballo, de alguna manera se sentía extraño cuando se subía sobre sus lomos mirándome, parecía que quería decirme el el próximo sería yo, sin embargo no me tocaba ni me hablaba.
En las noches el lugar era cálido y de alguna manera empecé a sentirme cómodo, veía cómo sacaban a los caballos y corrían por el campo, encontré a algunos amigos. Una familia de ratones estaba en el establo. era lindo verlos correr libres. Se acercaban a mi y me hacían sentir que mi vida aún tenía algún propósito más allá de las voluntades humanas.
El hombre cuando no leía, tocaba una flauta no muy cerca, ni muy lejos de mí y poco a poco, de alguna manera me sentía relajado y esperaba su visita. Sólo era por unas horas, luego se marchaba.
Pero un día vino sin libros ni flauta, y otros hombres vinieron con él, todos estaban armados y el enorme hombre del mechón blanco y ojos rojos se cercó a mí.
-Ahora te dejaré tranquilo unos días…-puso mi cabello detrás de mi oreja- Escúchame bien… nadie tiene la potestad de tocarte ni de hacer nada en tu contra, díselos si quieren pasarse de listos…
Sólo lo observé irse luego de eso.
Se subió a los caballos ensillados junto con otros hombres, y se marcharon.
Al ver su peso caer sobre el lomo del caballo, recordé para qué estaba ahí y porqué ese hombre parecía ser bueno conmigo. Después de todo, es como los otros hombres. Sólo utiliza a los demás en su beneficio, yo no seré más que otro caballo para él si logra domarme. No debería dejarme engañar por sus palabras y tratos amables….
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