Los cascos de los caballos levantaban el polvo por el camino, el brillo de un objeto metálico zumbó entre los árboles, cuando me dí cuenta ,me agaché, eso hizo que diera al soldado a mi derecha.
-¡Atrápenlos!- grité y la orden hizo que todos los caballos se abrieran y peinaron la zona desde distintas posiciones. Dos hombres fueron encontrados, pero no hablarían, ya se habían suicidado. Esto no era poco frecuente, de hecho, cada vez que salía del castillo las revueltas no sólo eran con los países vecinos, muchos insurgentes por las altas tasas impuestas por mí cuando estaba cegado por la belleza de mi mujer hicieron que el pueblo pasase hambre y se levante.
Aún después de tantos años,aún habían insurgentes que querían derrocarme. Encontrar asesinos que se quitaban la vida al ser atrapados era más usual de lo que me hubiera gustado admitir.
No habían símbolos ni nada que pudiera señalarlos, sólo las mismas cápsulas azules que quedaban de rastro en sus moradas lenguas.
Cansado y agotado, sólo quería regresar y ver si es que esa criatura me había extrañado si quiera un poco. Después de todo, tal vez el truco no estaba en asediarlo todos los días, sino dejar que él viniera a mí...
Pero no había bestia alguna en el establo, donde aún no eran guardados los caballos. Y tampoco mi pequeño centauro.
¡¿DÓNDE ESTÁ?!- Mis pisadas retumbaban en el gran salón donde estaban los cónsules y el oráculo aguardando mi llegada victoriosa.
Su majestad…. Nos regocija verlo de vuelta…- dijeron frotándose las manos- Usted sabe bien que no podemos detenerlo una vez que tiene la mente en algo…
¡MALDITO MOCOSO! ¡TENÍA QUE SER HIJO DE ESA BRUJA!- fue lo último que escucharon porque fuí rápidamente por el pasillo hasta el ala donde habitaba aquel ser que lastimosamente era hijo mío…
Cuando irrumpí en su habitación un joven alto de unos veintitantos estaba en la gran cama rodeado de telas finas, chocolates y licor…
-¡¿DÓNDE ESTÁ EL CENTAURO?!- grité en la habitación, sin embargo el joven me miró sin sorpresa. se ató la bata en el borde de la cama y se paró, luego una nube salió debajo de la bata mientras corría hacia mí con la forma de un niño que en algún momento yo creí que era adorable y que se parecía tanto a mi.
-¿Qué debo hacer contigo?- dije-¡Papi! ¡Regresaste!- dijo corriendo con los brazos abiertos.
Antes de que pudiera acercarse más estiré mi brazo impidiendo que se me acercara más y tomando su cabello de manera que torcía un poco su cuello le hablé sin ningún remordimiento por tratar de esa forma a un niño.
-Te dije claramente que no podías tocarlo, Ceilán. Me has desobedecido…- el niño empezó a gimotear mientras de las sombras se acercó a misma mucama que aparecía cuando el niño Ceilán tenía algún problema.
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