-¿Qué debo hacer contigo?- dije mientras ponía mi mano sobre el rostro de la ama y apretaba su cara hasta que desapareció en una nube de humo negro.
El gimoteo acabó, y el joven que era casi tan alto como yo apareció frente a mi.
-Padre, ¿ no estás siendo muy duro conmigo por un monstruo cualquiera, así sea el de la profecía?
-En este castillo sólo hay un monstruo, Ceilán. dije mirándolo a los ojos- podrás manipular e influenciar a todos, pero nunca a mí. - dje forzándo aún mas su cabello-Así que habla ahora, ¿dónde lo tienes?
-¿Y si ya no está?- dijo mirando al techo…- Qué pasaría si, por algún motivo, pues … se me pasó la mano…. ¿eh?¿padre?
Respiré pesadamente, tan sólo pensar en que el pequeño centauro pueda haber sido destruído en las terribles manos de este ser me daba escalofríos. Pensé para responder con la mayor claridad posible.
Ceilán, eres demasiado inteligente para hacer algo tan estúpido.- Ceilán me miró sonriente- Si lo hubieras matado, la profecía no se cumpliría y nuestro reino sería derrotado por los otros reinos. Y no podrías heredar nada cuando algún día, al fin, logres cortar mi cabeza. Pero hasta ese día, no pondrías en riesgo todo lo que tienes por un simple capricho ¿verdad?
Pues no pude domesticarlo aunque lo intenté mucho- dijo apenado con esos fríos ojos azules igual que su corazón- ni el látigo ni los hierros hicieron que se dejara montar, incluso atado y amarrado encontró la forma de romper las vigas o quebrarse algunos huesos él mismo….- escuchar esas palabras hacía que el frío helado recorriera mi espina.. lo decía como si de contar con los dedos se tratara, pero estaba hablando de un ser que sentí dolor como de un mueble.
No quiero saber los detalles Ceilán, sólo saber dónde está después de que jugaras con él- quería apretar su cuello con tantas ganas, pero si lo hiciera es posible que nunca encontrara el centauro a tiempo.
Chasqueó los dedos- listo- dijo- está en él penúltimo cuarto dela prisión sur. Ya podrás verlo.
-Esto no se quedará así Ceilán- le dije mientras tomaba su mano derecha. Sin embargo, me miró con indiferencia. Puse su mano dentro de mi camisa. Su mirada pareció divertida hasta que su rostro empezó a distorsionarse del dolor…
El olor de su piel quemándose empezo a inundar la habitación.
-Te dije que no lo tocaras- le dije mientras aún presionaba su mano contra el amuleto que colgaba en mi pecho.- Nunca te he castigado a pesar de hacer todo a tu gusto, pero él es sólo mío. Si no quieres desaparecer como tu madre, no vuelvas a desobedecerme.
Al terminar de hablar solté su mano, y pude verlo apretándose sobre su pecho mientras yo corría hacia el pasadizo.
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