Pero ya no soy una pequeña gallina Trix, ya no necesito que me salves de quedarme atrapado en las ramas de los árboles o en las madrigueras de los conejos. Recordaba mientras limpiaba la piel de Trix, y repasaba los símbolos en su piel, rogando que no se hubiera roto ninguno con alguna cicatriz, y cuando veía alguno de esos tatuajes rotos por una herida le daba un beso…
Recordé entonces mi frente infantil cortada, y a Trix saltar por todos lados lavándome y poniéndome hierbas, mientras yo aún seguía llorando.
Trix alzó mi cabello con un rostro muy preocupado- Y-Ya no llores… Hen…- parecía a punto de llorar- Ya no sangra… ya hice todo lo que podía…
Yo seguía llorando hasta que Trix besó mi frente.
Yo dejé de llorar, nunca me había abrazado o besado…
-Dicen que un beso sana las heridas…- dijo muy serio.- Si ya dejaste de llorar… vete a casa… y se fué entre los arbustos.
Ahora yo deseaba que lo que dijo fuera cierto. Si pudiera sanarte más rápido, sería muy bueno…
A pesar de la medicina, la fiebre no bajaba…
Sólo quedaba esperar. Mientras refrescaba su cálida piel, el calor empezaba a invadir mi habitación.
Sintiendo que la toalla era muy pequeña, empapé mi camisa y cubrí casi todo el cuerpo de Trix con la fría tela y seguí pasando al toalla por su frente con pequeños toques hasta que en algún momento y sin darme cuenta me quedé dormido.
***
Mi cuerpo se sentía pesado pero era un peso agradable, mi rostro se frotaba en las telas satinadas y el ambiente olía a flores y madera.
Cuando abrí los ojos lo primero que ví fue una mano frente a mi rostro, el peso de ese brazo y de la pierna sobre mí casi no me dejaban girarme para ver quién era el que estaba intentando montarme…
El pánico se apoderaba de mi…-Esto no cuenta….- murmuraba para mí, no podía valer, ni siquiera estoy de pie, estoy recostado ¡¿Quién podría montar asi?! - estaré maldito…
-¿Por qué estarías maldito si te monto?- dijo una gruesa voz que se mezclaba con mis cabellos.
Cómo podía ser tan tonto, la fiebre debe de haber hecho mucho daño en mi cerebro, ahora no puedo simplemente fingir que no sé hablar…
-Me contaminarás… y seré maldito…. no viviré igual que los otros centauros… moriré…y no renaceré de mis cascos…- dije sin más opción.
-Eso no es cierto…- dijo abrazándome por detrás con voz somnolienta…- terribles maldiciones…- continuó- pero no pasó nada cuando te monté antes…- dijo adormilado.
¡Este tipo! ¡¿Qué me hizo mientras dormía?! ¡Cuánto abuso! ¿C-Cómo era capaz….- ¡¿Te aprovechas de los enfermos?!- dije queriendo zafarme de su abrazo.
Pero el hombre puso mi cabeza sobre las almohadas haciendo que mi rostro mirara su rostro interponiéndose a la vista del techo que era en lo que yo quería enfocarme en ese momento.
Sus ojos rojos parecían ahora completamente despiertos sin embargo los cerró y puse su frente sobre la mía, luego se sentó a mi lado.- ¿Cuándo me vas a reconocer? Me dijiste que si tenía esto - dijo mostrándome el dije en su pecho- era como tener una parte de tí…
¡Ése es mi dije! Yo se lo dí a…
-¡Eso es de…- ¿cómo este hombre tenía eso que era tan valioso para mi?
Espera…., no te muevas….
Se paró y lo vi a lo lejos, frente a un espejo. Luego me fijé en mis heridas, todas habían sido atendidas, pero aún me dolían, mis ojos vagaron por la habitación que nunca había visto antes y de pronto, una gran silueta tapó mi vista de la ventana.
-¿Qué tal ahora?- la voz ronca del hombre del dije provenía de ahora un rostro que me pareció diferente sin la barba y con el cabello corto…
Acercó su rostro y levantó su flequillo- una cicatriz estaba en la base del cabello.
Sus ojos rojos parecían querer saber lo que había en mis pensamientos, pero ahí no había nada en este momento- No puedo hacer más…-dijo apenado- ¿Importé tan poco para ti?
Mi mano fué hacia la cicatriz, mis labios aún recordaban haberse apoyado sobre esa, ahora cerrada, herida.
Pequeña gallina…
Él sonrió apoyando su rostro en mi mano- Es muy raro que llamen a un rey pequeña gallina, pero si… soy yo….
Mi corazón se aceleró, mis brazos no respondían al dolor en el resto de mi cuerpo y se abalanzaron hacia él, yo reía y lloraba, no sabía ni qué sentir.
Él se inclinó hacia la cama mientras aún estaba abrazado a su cuello y me recostó, pero no me soltó ni me obligó a soltarme, y lloré , lloré mucho mientras él peinaba mi cabello. Perdí por completo la noción del tiempo, lloré hasta que mi cuerpo dejó de ser conciente y me dormí de nuevo, teniendo a alguien cálido abrazándome, por primera vez en mucho tiempo, me sentía en casa.
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