Era viernes por la tarde y las clases en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades ya habían terminado. Los miembros del Periódico del Campus guardaron sus laptops y libretas, recogieron sus termos de café y sus botellas de refresco, tiraron los papeles que ya no les servían y se retiraron. Solamente Javier y Miguel se quedaron en el cubículo. El primero revisaba la cuenta de Twitter del periódico, mientras que el segundo bostezaba.
— ¿Cómo van las votaciones semanales? —Preguntó Miguel, estirando los brazos. — ¿El Partido Marrón sigue a la cabeza?
—Así es.
Cada semana, el Periódico del Campus hacía en Twitter la misma pregunta: ¿Si las elecciones de derecho fueran hoy, por cuál partido votarías? Esta encuesta era una manera sencilla de conocer la preferencia del alumnado, así como para predecir al ganador.
—Ese Partido Marrón está con todo, ¿verdad? Y eso que cuando empezó no era el favorito. —Miguel cerró los ojos y se recostó en el escritorio.
Era verdad. Según las encuestas semanales de popularidad, el Partido Marrón inició las campañas electorales con un 27% de votos a su favor, lo cual lo colocaba en tercer lugar, por arriba del Partido Plateado. Sin embargo, semana tras semana, la popularidad de Adrián y su partido aumentó considerablemente, hasta llegar al primer lugar en la jerarquía de popularidad con el 74% de los votos estudiantiles.
— ¿Cómo lo habrá hecho? Ya el lunes son las votaciones, de seguro gana —dijo Miguel.
Bibibi.
Javier agarró su celular. Adrián le llamaba.
—Ahorita vengo
Se levantó y salió del cubículo. Se aseguró que la puerta estuviera bien cerrada y que no hubiera nadie alrededor.
— ¿Qué pasó?
—Wey, te mamaste, eres un genio —anunció la voz de Adrián, estirando cada sílaba en un tono alto.
Un cosquilleo recorrió la nuca de Javier y se extendió hasta su pecho.
— ¿Por qué? —en la soledad de aquel pasillo, reprimió una sonrisa.
—Acabo de leer el documento que me compartiste por Drive. Está bien chingón. De veras que esto es lo tuyo.
— ¿El artículo de las encuestas?
—Sí, wey. Dejaste al Partido Marrón bien encaminado. Tenemos las votaciones en la bolsa. El artículo saldrá el lunes, ¿verdad?
—Así es, el mismo día de las elecciones. Entonces lo dejo así. Te guardo un ejemplar. Por cierto, al artículo de la presentación de propuestas no le pude meter mucha mano, porque fue un artículo grupal.
—No le hace, igual quedó poca madre.
Javier colgó y dejó que sus labios dibujaran una fina línea que fue creciendo hasta alcanzar sus orejas sonrojadas. Disfrutó aquel gesto suyo por unos segundos, permitió que adornara su rostro. Luego, cerrando los ojos, difuminó con un borrador invisible aquella sonrisa que revelaba su debilidad. Suspiró y entró de nuevo al cubículo.
—Es que se interesa por los problemas de los alumnos —dijo Javier.
Miguel se enderezó.
— ¿Qué?
—La creciente popularidad del Partido Marrón se debe a que Adrián se interesa por los problemas de los alumnos.
Se acercó a la mesa y recogió sus cosas.
—Ya terminé el artículo de las encuestas.
— ¿Tan rápido? Yo ni he empezado el mío.
—Sí, nos vemos.
***
Los lunes por la mañana Javier tenía dos obligaciones: imprimir los ejemplares del Periódico del Campus y asistir a su clase de Ética en el Periodismo. Aquel lunes 10, llegó temprano y cumplió con su deber del periódico. Una vez que tuvo los ejemplares listos, los apiló en una columna y se los entregó a Miguel.
—Repártelos en todas las facultades —le ordenó.
—Entendido.
—Y cuando digo “todas” me refiero a TO-DAS. La semana pasada se te olvidó ir a economía.
—Fue un desliz, no volverá a pasar. Te veo en clase de ética.
—No iré, tengo otras cosas que hacer.
— ¿Qué? Pero si es la última clase antes del ensayo final. El maestro Uribe te va a fusilar. ¿Qué es lo que tienes que hacer?
—Si tienes tiempo de andar de chismoso, tienes tiempo de repartir los periódicos.
—Qué amargado, solo quería saber.
Javier contempló la columna de periódicos que Miguel sostenía en sus manos.
—Por cierto, —agarró el ejemplar que se encontraba hasta arriba, — me llevo este.
Miguel se marchó a repartir los periódicos. Javier se dirigió a la cafetería de la Facultad de Derecho. Ahí se encontró con Adrián, quien estaba sentado en una de las mesas. Javier se acercó a él y le tendió el ejemplar.
—Como te lo prometí.
Adrián lo tomó y leyó la primera plana. Conforme sus ojos pasaban de palabra en palabra, de línea en línea, su sonrisa se elevó como un sol que amanece, sus ojos brillaron como dos pequeñas estrellas. Parecía un niño pequeño en Navidad.
LA FACULTAD DE DERECHO SE PINTA DE MARRÓN EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES
El Partido Marrón, de la Facultad de Derecho, encabeza por cuarta semana consecutiva la lista de popularidad entre los alumnos. Además, según lo registrado en la cuenta de Twitter del Periódico del Campus, dicho partido ha alcanzado el 74% de los votos totales, con lo cual se corona como el partido más popular de la Facultad de Derecho desde las primeras campañas estudiantiles que se realizaron hace cincuenta y cinco años.
El día de hoy, la Facultad de Derecho se pintará de marrón con el triunfo esperado del Partido Marrón, del candidato presidencial Adrián Hernández.
Artículo completo en la página 8.
Entrevista exclusiva con Adrián Hernández en la página 13.
—Wey, no manches, leer lo que escribes en papel es mil veces mejor que hacerlo en la computadora —comentó Adrián mientras dejaba el periódico en la mesa.
—Te falta leer lo demás —observó Javier.
—Así está bien, wey, no es que hayas cambiado al último minuto lo que me enviaste, ¿eh? —Guiñó un ojo. —Ahora, hay algo más importante. Mira. —De su mochila, Adrián sacó un periódico de unas cuantas páginas y se lo entregó a su amigo—. Ve a la página 5.
Era el Periódico de la Facultad de Derecho. A diferencia del Periódico del Campus, este era más delgado. Javier se dirigió a la página indicada y se encontró con el siguiente artículo:
FRAUDE DEL PARTIDO MARRÓN
Un alumno de la Facultad de Derecho, quien prefiere mantenerse bajo el anonimato, ha acusado a Adrián Hernández, candidato presidencial del Partido Marrón, de compra de votos. Dicho alumno nos comenta que la semana pasada Adrián Hernández le pidió que se reunieran con él con la excusa de comentar acerca de la recaudación de bienes para las víctimas del terremoto. Una vez juntos, Adrián Hernández, en lugar de hablar sobre lo prometido, le pidió que en las elecciones del lunes 10 de diciembre votara por el Partido Marrón, mientras le entregaba un billete de $500 en la mano.
Javier dejó de leer el artículo.
— ¿Qué opinas? —preguntó Adrián golpeando la mesa con los dedos.
Javier se encogió de hombros.
—Nadie lee los periódicos de las facultades. Todos se van con el Periódico del Campus.
Adrián se cruzó de brazos y bajó la vista.
—O sea, sí. Pero, wey, con este ya son seis artículos en mi contra.
La Navidad había acabado para aquel niño.
—Los otros no te afectaron —dijo Javier—. No creo que este lo haga. Tienes más de la mitad de la facultad a tu favor. Hoy son las elecciones. Ya ganaste, relájate.
Adrián colocó los codos en la mesa, entrelazó los dedos y entrecerró los ojos como un cazador en busca de su presa.
— ¿Quién crees que haya sido? —Pronunció cada letra, cada sílaba, con una voz que escudriñaba todos los rincones en busca del momento perfecto para disparar. Entonces una bala explotó en algún bosque lejano.
— ¿Importa? —preguntó Javier.
—Para mí que fue la pinche Luisa Pereira.
Javier se acordó de la presentación de propuestas, cuando Luisa escupió la palabra “cretino”. Javier creyó que Adrián no la había escuchado y creyó mejor no comentárselo por temor a preocuparlo.
—Lo estás pensando mucho. En un rato son las elecciones, deberías relajarte. Ya ganaste.
Adrián cerró los ojos, como si quisiera buscar el cuerpo inerte de su víctima.
—Sí, en un rato ya van a iniciar —concordó Adrián—. Tengo que irme al cubículo del Consejo Estudiantil.
— ¿Para qué vas a ir? Creí que querías ver las elecciones.
—Sí, wey, pero ayer nos dijeron que debíamos permanecer en el cubículo. Cosa de protocolo, para asegurarse de que no hagamos trampa. ¿Te vas a clase?
—No, mis profesores no vienen hoy —mintió.
— ¿De veras? Hoy cancelaron nuestras clases, para que ningún alumno ponga excusa para no votar. Incluso algunos profesores están dando puntos extras a quienes voten. ¿Qué harás mientras?
—Te espero aquí.
—Sale, nos vemos en un rato.
Adrián se levantó de su asiento y se alejó por un pasillo que lo conduciría al cubículo del Consejo Estudiantil, al cubículo que pronto sería suyo. Sin Adrián ahí, Javier no tenía nada que hacer. Podría regresar a su facultad y asistir a la clase de Ética en el Periodismo para que el maestro Uribe no lo fusilara, tal como había mencionado Miguel. Las votaciones durarían cuatro horas, así que realmente Adrián no se enteraría si abandonaba la cafetería para seguir con su día. Sin embargo, Javier se quedó sentado, sacó su celular y entró a Facebook. En su página de inicio le aparecieron varias publicaciones con relación a las elecciones de derecho. Francisca Lizárraga, la candidata del Partido Naranja, compartió el meme del niño exitoso con la siguiente frase: “Al fin llegó el día tan esperado. Que venga con todo”. Pablo Juárez, el candidato del Partido Púrpura, en cambio, había optado simplemente por publicar el gif de George de Stuart Little, quien se levantaba de su cama y gritaba “¡Es hoy, es hoy!” Luisa Pereira, la candidata del Partido Plateado, por otro lado, había compartido el meme de Leonardo DiCaprio que decía: “Un brindis por el nuevo Consejo Estudiantil”. Incluso Miguel había publicado el meme de Willy Wonka con la frase de: “Así que hoy son las elecciones de derecho. Cuéntame más”. Durante dos horas, Javier estuvo en Facebook, desplazándose hacia abajo, leyendo distintos memes y publicaciones, viendo imágenes, de vez en cuando dejando algún like.
— ¿Por qué tan solito?
Javier levantó la vista y se encontró con la mata de pelo de Helena.
— ¿Esperas a Adrián? —Preguntó ella. Sus hombros de trapo parecían romperse. — Está en el cubículo del consejo. No puede salir por el momento.
—Ya sé.
— ¿Te gustaría tomar algo?
Javier consultó la hora en su celular.
—Tengo que irme. Todavía tengo que terminar mi ensayo final de ética.
— ¿Tú? ¿El gran Javier? ¿El que ha estado en el cuadro de honor desde el primer semestre? ¿El que es el futuro de la facultad? Apuesto a que terminaste todos tus ensayos en la primera semana de clases.
Quitando las exageraciones, era verdad que Javier ya tenía sus ensayos finales listos.
—Dale, yo invito.
Sin esperar respuesta, Helena fue a pedir dos refrescos. Le dio el suyo a Javier y después se sentó frente a él.
—He estado leyendo este libro, se llama Su recuerdo en mi tumba. La autora, Leandra Torres, es mexicana y... ¿Has oído hablar de ella?
—No realmente.
—Bueno, da igual. En este libro el protagonista y el antagonista son amigos, ¿sabes? Y...
Javier sacó su celular para consultar nuevamente la hora.
—Me acabo de acordar—comentó mientras se levantaba—que debería tomar unas fotos de las elecciones.
Helena contempló su refresco. Sus hombros se encogieron.
—Yo... Lo entiendo. Es solo que quería preguntarte algo. Es sobre Adrián. Acaso ¿no has notado algo extraño en él?
Los enredados cabellos de Helena le cubrían el rostro.
— ¿Extraño cómo? —preguntó Javier
—Bueno, lo he notado un tanto distante, rehúso.
“¿Distante, rehúso?”, repitió Javier en su mente. Recordó la gran y brillante sonrisa de Adrián en la presentación de propuestas, recordó su alegre voz cuando hablaban de su artículo en el Periódico del Campus, recordó a Adrián en los últimos días y no entendió a qué se refería Helena. Pero entonces la palabra “cretino” le golpeó. Recordó, finalmente, que Adrián sospechaba que Luisa Pereira lo había culpado de hacer fraude.
Javier desvió la mirada.
—Debe ser el estrés.
Helena asintió. Sus cabellos revueltos se columpiaron como pétalos marchitos que caen.
—Me voy —dijo Javier y se levantó.
—Claro —respondió Helena, con voz de flor deshojada.
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