a mañana llegó y con ella el sol brillante. La tormenta se había ido y los monstruos nocturnos también, pero ese no era el final, a su vista, las alas gigantescas de un Rock se extendieron tan hermosas como terroríficas en el cielo, porque, la escalinata, al ser uno de los lugares más altos en el mundo era el hogar de criaturas colosales que no deseaban ser molestadas.
— Aceleremos el paso—Los ojos de Red se fijaron en el horizonte, aún faltaba un día para completar su recorrido y Green llevaba un día de ventaja lo que indicaba que pronto podrían perderlo.
Tras Red, Pink se había quitado la capucha, siguiéndolo a paso veloz sin queja alguna, sin embargo, la premura de su líder por alcanzar a su camarada era poco menos que extraña, siendo que él siempre les dio libertad basta para ir a donde desearan.
— ¿Por qué la prisa Red?— Pink sujetaba los tirantes de sus bolsas, intentando averiguar sus pensamientos. Red dejaba que ellos tomaran sus propias decisiones sin interponerse en lo más mínimo, confiaba en sus decisiones y criterio, pero en esta ocasión, no dudo ni un instante en salir en su búsqueda.
— El príncipe es un peligro—contestó concentrado en las bestias de adelante. Buscando la manera de avanzar con mayor velocidad — Pink— llamó después de un momento, observando las aves gigantes surcar el cielo y descender a sus nidos creando grandes ventiscas—¿Crees que puedes controlar una de esas bestias?— preguntó y ella frunció el ceño en el acto.
— Es magia venenosa Red—él no se inmutó— Está prohibida—
Red suspiró. La magia se dividía en tres grandes esfera; la magia pura, la magia venenosa y la magia instrumental. La pura, era usada solamente por magos natos, como los reyes, la instrumental era la más frecuente, usada para modificar objetos cotidianos como herramientas, armas o lociones, todas con fines diversos. La última, prohibida para casi todos, era aquella que interactuaba directamente con los pensamientos y voluntad de los seres con alma.
— No para nosotros—contestó. Los caballeros de la reina no tenían restricciones para el uso de hechizos.
Su compañera hizo una mueca de desagrado, pero no discutió, Red mostraban una luz diferente a cuando se conocieron de jóvenes, ya no era el niño inmaduro que quería demostrarles lo que era capaz de hacer. Ahora tenía plena confianza de sus habilidades, de sus decisiones, tanto así, que era capaz de distinguir cuando su mejor opción era usar una magia tan desagradable como esa.
— De acuerdo — accedió sacando de su bolso diversos frascos con líquidos cristalinos e inoloros — Son enormes ¿Estás seguro de poder hacerlo?— Red le sonrió.
— Totalmente— dijo para tomar los tres frascos, una respiración profunda y empezar a correr en dirección a la orilla del desfiladero que cruzaban.
Los movimientos fueron rápidos, tan notorios que el ave gigantesca que descendía a su lado agito sus alas con vehemencia para alejar al hombre que se le lanzaba. Red desenvainó su espada en un segundo, cortando la corriente del viento que amenazaba con interrumpir su trayectoria y aterrizo sin dificultad en su lomo, escalándola hasta llegar a su boca a pesar de su alterado estado para después lanzar en su pico los frascos que le habían entregado.
Pink, a su vez, observaba desde el suelo, lista para susurrar la macabra orden.
La magia venenosa necesitaba tres ingredientes: el primero, un líquido cuidadosamente invisibilizado por manos expertas, lo segundo, el sujeto que la consumiría, ya fuera por voluntad o ignorancia, la tercera y última, una orden por nadie escuchada, susurrada en secreto por el autor de la magia, jamás gritada ni compartida por el riesgo de perder su efecto.
Red, abrazado fuertemente a las plumas de la criatura, sintió como esta se calmaba poco a poco, adquiriendo un vuelo tranquilo y sonrió por el éxito de su improvisada actuación, él conocía los riesgos de usarla y estaba consiente de la razón del consejo para prohibirla, sin embargo, en ese momento, gracias a ella podrían darle alcance.
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Green en cambio, tenía una opinión sumamente diferente al uso de ese tipo de magia.
Los escudos, desde niños, eran alejados de los demás para evitar la azarosa recepción de daño. Educados y entrenados hasta que pudieran manejar a voluntad esas tan beneficiosas habilidades con una sola excepción. Aquellos nacidos bajo el sello de la realeza, al llegar a la madurez, tenía el deber de concretar un pacto con su señor, uno que mezclaba el poder puro de los reyes con esa magia tan mezquina.
"Si la magia venenosa es una cuerda alrededor de tus manos, la sangre de un rey la convierte en grilletes inquebrantables"
Green recordaba las palabras de su príncipe y observaba las ampollas formarse en sus manos, reconociendo a la persona en quien se originaron y poniéndose los guantes otra vez. Red lo estaba siguiendo y no solo eso, lo llamaba... Sentía su angustia, su desesperación por alcanzarlo y casi lo hacía detenerse en ocasiones, pero no cedería.
Así que, en un intento de ahogar las emociones ajenas, acelero el paso, no necesitaba eso, Red había salvado su vida, sí, pero él nunca lo pidió, no quería ser reasignado a nadie más y entre más se alejaba de Colors Write, más se daba cuenta de ello.
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Red se mantuvo en silencio sobre el lomo de la criatura hasta el último tramo de la escalinata. La neblina que inundaba el ambiente y que era disipada por el sol, empezaba a reaparecer conforme descendían. No conversaba con Pink, se concentraba en llamar silenciosamente a su compañero, tratar de hacer llegar a él sus pensamientos, aun cuando ignoraba que tan capaz era Green de percibirlo a esa distancia.
Después de todo su conexión era diferente, débil en comparación a la que tenía con White. El príncipe era un silencioso erudito que ganaba batallas en solitario, a veces sin siquiera pelear, era un mago completo, no una espada como él, exclusivamente magia y por ende, poder. Nunca tuvo interés en conocerlo a fondo, pues su deber siempre fue con Iris, pero en ese momento, no dejaba de preguntarse como es que lazo entre ellos eran tan fuerte.
Al principio pensó que Green estaba condicionado a ceder ante las peticiones del príncipe, fuera su voluntad seguirlo o no, lamentablemente, cuando... "rompió" ese lazo entre White y él, se dio cuenta de que no era algo tan sencillo como mandar y obedecer, lo había erróneamente considerado una marioneta o en el mejor de los casos, un sirviente, pero estaba lejos de ser así. Se dio cuenta de eso poco tiempo después de que salvo a Green.
Red, unido a su viejo amigo, nunca expreso una orden sobre él, pero si llegaba a desear algo, Green lo sabía, la primera vez fue algo sin importancia, tenía tiempo sin comer adecuadamente, algo normal cuando se viajaba largo tiempo sin detenerse, tampoco le molestaba el compartir con las personas a su alrededor lo que tenía, sin embargo, esa noche el olor de la comida a su lado era delicioso. Sin pensarlo siquiera, Green le había extendido su propio plato acompañado de un "Sé que tienes hambre" como explicación, pensó que se trataba de una simple coincidencia, pero siguió ocurriendo, una herida superficial, un sentimiento de enojo o frustración, un deseo... Desde que formaron ese vínculo, Red sintió como si fuera un libro abierto para Green.
No lo entendía del todo, Green hizo lo posible por explicarle como funcionaba, pero él era un escudo no un portador, como solía llamarle al príncipe, incluso admitió que también fue demasiado nuevo para él, "Nunca pude sentir a White con tanta claridad" admitió.
Y si bien fue extraño al principio, aprendieron sobrellevarlo, Red no exigió nunca su obediencia o lealtad, algo como eso, simplemente no encajaba entre ambos. Green tampoco obedecía sin importar la influencia que Red inconscientemente ejercería sobre él, no sin considerarlo con antelación.
Sin embargo, esa conexión era el principal problema en ese momento, a esas alturas, era imposible que Green no lo supiera, deseaba demasiado encontrarlo y alejarlo lo más posible de su primer portador, y él que no regresara a su lado solo indicaba una cosa, el llamado del príncipe era mucho más fuerte que el suyo.
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