El cubículo del Periódico del Campus estaba lleno del desorden habitual: papeles con tachaduras rojas, fotografías pegadas en las paredes y cuadernos esparcidos en las mesas. En lugar de los estudiantes que miraban el techo con esperanza de inspiración, que contemplaban el reloj con el anhelo de marcharse, que de vez en cuando tecleaban palabras o revisaban sus notas, solo se encontraban Javier y Helena frente a una laptop.
—Escribamos solo la verdad —dijo ella.
—Pero no tenemos pruebas. Escuchar una simple conversación no es suficiente.
Helena se recostó en la mesa. Sus lacios cabellos le acariciaron la espalda y las mejillas.
—Quizás demostrar su culpabilidad no es la opción correcta. ¿Qué tal si mejor evidenciamos que no es tan perfecto como parece? Tal y como hizo con Daniel.
Javier entrecerró los ojos.
— ¿Y cómo piensas que hacer eso?
—Pues debió haber cometido algún error, debió haber hecho algo malo. Tú que lo conoces desde antes, ¿no se te ocurre nada?
Adrián había hecho todo lo que estuviera a su alcance para tener un perfil intachable. De vez en cuando realizaba beneficencias públicas para recolectar dinero para los más necesitados; si ocurría algún desastre natural, recaudaba despensas para las víctimas; si había algún curso relacionado con los derechos de los estudiantes, lo tomaba. Aunque...
—No sé si cuente como error —empezó a decir Javier—, pero digamos que ha exagerado la verdad.
— ¿Exagerado? ¿Cómo?
—Bueno, ya sabes. ¿Organizó dos beneficencias públicas? Digamos que fueron cinco. ¿Compró cien despensas para las víctimas del terremoto? Pongamos que fueron doscientas. ¿Tomó un curso de un mes para la defensa de los derechos de los estudiantes universitarios? Suena mejor que el curso duró un semestre. Mentiras piadosas.
— ¿Tienes cómo comprobar todo?
—Claro, tengo todos los datos. Yo fui quien lo ayudó después de todo.
—Podemos empezar con eso. Es un buen inicio. —Helena sonrió. — ¿No tendrás algo más?
— ¿Algo que impacte más que eso?
—Sí. ¿Compra de votos?
—No que yo sepa. Además, Luisa ya lo había acusado de eso, ¿recuerdas?
—Lástima, eso daría justo en el clavo.
—Bueno, ahora que lo pienso, todas las propuestas de Adrián estaban dirigidas hacia ayudar a los estudiantes, ¿recuerdas? Hasta ahorita ¿qué ha hecho él por ellos? Nada. Ni siquiera se levantó contra las desapariciones de Luisa, Felipe y Daniel.
—Creí que no lo podíamos culpar sin pruebas.
—Pero no lo culparemos. Solo demostraremos los hechos. ¿Qué ha hecho Adrián por los estudiantes desde que empezó su presidencia estudiantil? Absolutamente nada y el semestre ya casi termina. Incluso, unos alumnos crearon un hilo en Twitter sobre eso. No seríamos los primeros. ¿Y los proyectos? No tenía ninguno. Nunca los tuvo. Solo convenció a los demás de votar por él. Sus palabras desde el inicio estuvieron vacías.
— ¿Y qué hay del dinero del consejo? ¿Qué ha hecho con él?
—Aparte de la fiesta de Semana Santa y las donaciones en nombre de Luisa y Felipe, nada que yo sepa.
—Ni yo.
Javier y Helena se miraron.
— ¿Será suficiente con eso? —Preguntó ella.
—Intentémoslo. Siempre podemos usar su reacción en su contra.
Javier abrió los ojos y Helena se enderezó en la silla. Juntos empezaron a escribir el artículo. Por horas, por días, los dos se reunieron en el cubículo del Periódico del Campus, los dos se reunieron y estructuraron el artículo, lo corrigieron juntos. Javier buscó la información necesaria mientras que Helena la redactaba. El artículo era corto, pero conciso, con todos los datos que encontraron y con preguntas pertinentes hacia la figura presidencial de Adrián, cuestionando su deber, su campaña presidencial y sus propuestas. Aquel artículo se llamaba “Incongruencias e ineficiencias en el Consejo Estudiantil de la Facultad de Derecho”.
Javier había estudiado periodismo por Adrián, había escrito esos artículos por él. Sencillamente, su vida había girado alrededor de su amigo. Y cuando finalmente decidió tomar acción por su cuenta, hacer algo para ayudarse a sí mismo, Adrián seguía siendo su motor. Javier cometía una traición, pero Adrián era el culpable de dicha traición.
—El lunes tengo reunión del periódico —comentó Javier—. Les propondré el artículo para que salga en el número de la próxima semana.
—Perfecto. —Sonrió Helena.
Pero los planes cambiaron.
Javier, como solía hacer, llegó el lunes muy temprano a su facultad para imprimir los ejemplares del Periódico del Campus. Miguel, como también solía hacer, se dispuso a repartir los ejemplares por las facultades. Pero Miguel evitaba el contacto visual con Javier.
—Te acompaño —dijo Javier.
Miguel movió vertiginosamente la cabeza de un lado a otro.
—No, iré yo solo.
Miguel salió corriendo por la puerta, con los ejemplares en brazos. Cuando la puerta se cerró, un papel cayó al suelo.
Javier se rascó la cabeza y se sentó.
Bibibi.
Revisó su celular. Alguien lo había etiquetado en una publicación en Facebook.
Bibibi.
Y otra persona.
Bibibi.
Y otra.
Bibibi.
Otra.
Entró en Facebook y abrió la primera notificación.
“¿En dónde iremos a parar si ni siquiera puedes confiar en el periódico de tu campus?”
Abrió la segunda.
“Qué terrible que alguien que se ha propuesto revelar la verdad se haya dedicado a beneficiarse de las personas”.
Abrió la tercera.
“Además de mentiroso, un traidor. Nadie merece un amigo así”.
Abrió la cuarta.
“Adrián ha sido el mejor presidente estudiantil que derecho ha tenido. No puedo creer que su amigo lo haya traicionado solo para hacerse de una imagen”.
Cerró Facebook.
Se recostó en la silla.
Se sostuvo la cabeza con las manos.
¿Qué había sucedido?
¿Qué había hecho?
Levantó la mirada y vio aquel papel en el suelo. Se levantó y lo recogió. Era un folleto. Lo leyó:
EL REPORTERO ESTRELLA DEL PERIÓDICO DEL CAMPUS, JAVIER VALENZUELA, ES UN TRAIDOR A LA UNIVERSIDAD
Con los puños, arrugó el folleto y lo tiró tan lejos como pudo.
Era imposible. Nadie sabía del artículo que él y Helena habían escrito. Nadie se pudo haber enterado.
¿Entonces qué era? ¿De qué lo culpaban?
Todo lo que había hecho había sido para ayudar a Adrián. ¿Cómo lo había traicionado?
¿Cómo?
Aunque no tenía la respuesta, sabía que estaba acabado.
Los rumores se habían extendido por todo el campus. Ya nadie le creería.
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