— ¿Sabes lo que significa ser un escudo Green?— Era una voz condescendiente, pero igualmente dura, proveniente de un hombre de cabello castaño y con canas que adornaban sus sienes.
— Lo sé, tú eres un escudo, yo también—Green llevaba un atuendo especial ese día. Las ropas de un sirviente, pero no las de cualquiera, en su hombro, el bordado de letras plateadas revelaba su pertenencia a la realeza y ese color en especial presumía su servicio directo al príncipe White.
Green ese encontraba en su casa en ese momento, visitando a su padre para pasar unos momentos con él antes de que Red llegara de su propio misión. Aprovechaba también para acomodar las pilas de provisiones y reparar parte del techo descubierto. No estaba de acuerdo con como su padre descuidaba su hogar, sin embargo, él no era quien para reprochárselo después de haberse ido de casa.
— Llevas tanto al servicio del príncipe y no conoces el significado de un escudo—Suspiró, no estaba entristecida del todo, pero el hecho de que su hijo ignorara lo que conllevaba ser un instrumento de reyes era algo decepcionante.
— ¿Puedo contarte lo que hicimos en la última misión?—Green acomodo otra caja mirando a la nada y tratando de llevar la conversación lejos de un terreno peligroso. Realmente no importaba cuanto aprendiera o victorias consiguiera, su padre nunca se encontraba contento con sus avances, al contrario, parecía cada vez más renuente al contacto, más infeliz y menos interesado por su persona.
Excepto claro, cuando hablaba de eso...
— ¿Qué hizo el príncipe esta vez?—Preguntó sin mucho interés por escuchar otra historia de las increíbles decisiones o acciones del príncipe.
— White llevo otros dos guerreros aparte de mí a la última exploración—empezó.
— No lo llames "White" es el príncipe, aprende tu posición—interrumpió brusco, Green suspiro.
— Él me permite llamarlo así...—explicó intentando mantener su historía— uno de ellos se descuidó, tuve que protegerlo, gane una nueva cicatriz gracias a eso— sus palabras salieron sin importancia, casi indiferentes, pero noto de reojo la sonrisa discreta de su padre.
— ¿Ah si?— esta vez levanto la vista del libro que leía, prestándole atención después de casi dos horas de verlo trabajar— Déjame ver—pidió haciendo que su hijo se acercara y se descubriera el abdomen.
En su piel, bajo las costillas, una herida bastante fresca, colmillos profundos que penetraron y rasgaron. Seguramente los lobos se habían lanzado a su costado y lo habían arrastrado a las profundidades del bosque.
— Debió ser un cachorro, la mordida no es tan grande —Green temió un momento la decepción de su padre, pero al menos en esa ocasión, no llego— pero es una buena marca— agregó presionando su pulgar en una de ellas haciendo que los ojos de green se empequeñecieran y su piel se tensara.
— No es para tanto—Green miro a otro lado bajo la inspección de su padre, de hecho, el dolor aquel día fue el suficiente para mandarlo a descansar de manera forzada, pero no le negaría un pequeño orgullo a su padre diciendo lo contrario. No cuando ya lo había decepcionado tantas veces.
— El príncipe debió estar orgulloso de ti— Dijo él levantando su mano para acariciar su cabeza, sonriéndole— Yo lo estoy—Green estuvo a punto de sonreír también, pero la puerta de su casa se abrió precipitadamente.
— ¡¿Grey?! ¿Green llegó?—Red entraba por ella, buscándole.
Al instante, su padre se alejó para recibir al muchacho y una vez más fue dejado a un lado por el chico espada, pero en ese momento a Green no le importo, llevo la mano debajo de su costilla y suspiro sin dejar de sonreír... Al menos, ese par de minutos habían sido únicamente para él.
***
En el castillo ya distante de Colors Write, unos pies descalzos avanzaban bajando una escalera dañada por el tiempo, estaba todo lleno de sombras, la mujer que caminaba dirección abajo no necesitaba una luz, sus ojos casi ciegos estaban demasiado acostumbrados a andar sin guía. Ella arrastraba su suave vestido de seda sin importar que poco a poco se humedeciera.
En la parte más baja de la escalera, aunque todo era penumbra, un pequeño rayo de luna se filtraba entre los barrotes, ella siguió avanzando hasta que sus rodillas quedaron empapadas en el riachuelo, a la orilla, un bote de madera, lo suficientemente ligero para que pudiera avanzar con tan solo soltar la cuerda que lo sujetaba. No remaría, se dejaría llevar con paciencia por el suave viento que se filtraba.
Ya había esperado tres años encerrada en ese calabozo, no sería demasiado un par de horas más. El viento helado en su rostro nunca fue demasiado malo, le recordaba que más allá de los barrotes que la contuvieron por tanto un mundo permanecía afuera, con sus héroes peleando, combatiendo en su nombre... Luchando por ella.
Era un lugar frío, angosto y solitario al que se dirigía, los despojos de la última pelea estaban acumulados allí, llenos de recuerdos borrosos, de pasos en falso y de cabos que nunca pudo terminar de atar.
—¿Me mostrarás todo lo que me perdí?—pregunto mientras sujetaba entre sus manos heladas el bordado de una capa vieja.
Ocho años atrás, ella corría descalza entre las colinas traseras de Colors White, era veloz, ágil, sus movimientos fluían con la naturalidad del bosque, de sus ríos, el viento en sus pies parecía elevarla y el agua de las pequeñas cascadas la impulsaba en aventuras diarias. Su padre la amaba, acariciaba su rostro con una devoción tierna que ni una sola vez logro observar en público. Ella era feliz, pero sobre todo, se sentía completa, era como si ella misma fuera parte de su entorno.
—¡Padre!—Su cabello largo llegaba poco debajo de su cintura. Estaba lleno de hojas y uno que otro insecto. Sus pantalones y su túnica blanca estaban llenas de lodo por sus juegos, pero más allá de su aspecto inusualmente pacífico y alegre, una llama de diversión rebosaba en sus ojos de colores, cambiando de tonalidad con los rayos del sol.
—Ven—El hombre era mayor, más no un anciano, su cabello negro y corto era como la ceniza y el carbón, y sus ojos, rojos como los de un demonio no podían ser más gentiles al ver a la princesa de su corazón. Él la abrazo con un solo brazo, mientras su diestra permanecía recargada en su espada, dio un par de palmadas en su cabello como a un cachorro y avanzo con ella por el jardín — Hoy regresaste temprano —alego sabiendo que su hija podría pasar hasta la noche jugando en el bosque, todo gracias a la paz que conseguía en sus recorridos.
—He visto que regresabas, quise venir a saludarte— Su padre paro un momento, pero su hija avanzo, confiada y descuidada de los pasos a su lado.
—¿Ah si? ¿Y hace cuanto que me viste?— Preguntó sonriendo apacible, retomando su andar, pero la ahora reina lo observo desde otro tiempo, percatándose de aquel ínfimo titubeo.
Su yo más pequeña se dio la vuelta para devolverle la sonrisa, levantando el mentón e irguiendo su espalda —Hace dos horas que emprendí mi marcha de regreso—El rey levanto su rostro y casi retrocede, pero logro contenerse, asintiendo.
—Cada día eres mejor— mencionó en murmureo y entrecerró los ojos, ella hizo una suave reverencia, agradecida por sus palabras — Ahora ve a buscar a tu hermano, debe estar estudiando todavía — pidió su padre.
—¿No se cansa de hacer eso?— se quejó— ¡Oh no! Seguro está maltratando a mi pobre escudo— Iris salió corriendo de su lado, pasando junto a un hombre castaño y armadura brillante, un hombre de cabello corto y ojos pacientes pero cargados de cansancio. Él era, el escudo oficial del Rey de Negro, el caballero Gray.
—¿Pobre escudo?—el hombre, serio y con cicatrices de batalla visibles en manos y rostro miro a la hija del rey correr en dirección opuesta a ellos sin siquiera reparar en su presencia— Ella lo sigue llamando "escudo"— Observo hasta que la niña dio vuelta en el pasillo.
El rey, rápido y sin vacilar endureció su semblante, casi enojado por el comentario de su caballero.
— No te ofendas por como llaman a tu hijo, él estará más que feliz por servirle a su futura reina—El hombre no cambio su expresión.
—No es lo que quise decir—ofreció a modo de disculpa, retomando su atención al rey— La princesa luce nerviosa, no lo demuestra, pero parece que el príncipe la intimida —Añadió.
—¿White?— El rey se veía molesto, sabía de sobra las rencillas que existían entre ambos debido a su diferente personalidad— Iris no tendrá que lidiar mucho tiempo con él, pronto le entregara un escudo entrenado y Merlot le dará una poderosa espada—
La reina ya no pudo escuchar más charlas del pasado, la túnica que alguna vez uso su padre se desvaneció entre sus dedos, dejándola con una sensación de aversión al escuchar lo que dijo el fallecido padre de Green
—Yo no le temo a White—se dijo a sí misma frunciendo el ceño sin saber, que en la entrada a su castillo, una figura esperaba para encontrarse con ella.
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