Las aparentemente solitarias tierras inferiores eran, desde tiempos antiguos, un lugar de guerreros, gente salvaje que solo se concentraba en la lucha, el poder y no tenía interés alguno en mejorar sus condiciones de vida. Eso es lo que decían los exploradores que hablaban sobre ellos, nunca mencionando el conocimiento que tenían sobre el mundo y omitiendo con escrupulosidad la existencia de sus magos. Porque, ¿Qué importancia tendrían los magos de tierras inferiores como esa comparándolos con la sangre real?
—¿Cuál es tu problema?— Range era el hombre con quien White viajaba, un guerrero de dientes afilados y conversación fácil.
Él, era el líder de Mustard, un reino de guerreros del que Pink fue tomada. Era poco más alto que los demás, no tenía inhibiciones para mostrar su torso desnudo, sus piernas estaban adornadas con castañas y su habilidad para pelear era... poco más que considerable. No fue difícil imaginar como tomo el poder luego del exilio de la maga.
—¿A qué te refieres? —Calmo y prístino como de costumbre, White observaba el agujero enorme bajo Colors Write, iluminado por luces verdosas y brillos parpadeantes de tonos violeta. Todo el túnel descendía a un abismo, un paisaje que aunque tenebroso, nada envidiaba a su reino a su reino en belleza.
—¿A qué me refiero? ¿Por qué no los seguiste?—Range preguntó, pero el príncipe lo ignoro deliberadamente. Una luz brillante proveniente de las catacumbas llamaba poderosamente su atención.
Le recordaba a las notas de sus predecesores, de la reina Cyan, su madre, la que tanto esmero coloco en enseñarle y la misma que intercambio su lucidez por balbuceos y movimientos torpes. Su padre se lo había advertido, si para una persona de sangre real ya era un problema tener un hijo con sus características, una extranjera como ella jamás tendría la fortaleza para vivir más de lo necesario.
"Resistió lo suficiente para tener a Iris"
"Lo suficiente" pensó. Su madre, desde el inicio fue una mujer enferma, no recordaba haber recibido un beso suyo sin que el olor amargo de las hierbas medicinales se apoderara de su piel. Por supuesto que era bella, la magia de varios vasallos a su servicio la hacía lucir así, ojos grandes y bonitos, una figura estilizada y vestidos preciosos, adornados con una ornamenta que debía cargar por ser la esposa del rey, y qué, con todo y eso encima, no dejaba de ser un cuerpo en los huesos, ojos unidos... Piel seca y pálida... una mujer moribunda en toda la extensión... No fue una sorpresa que después de tener a la princesa su vida se eclipsara en cuestión de segundos.
No estaba seguro de que a su padre le hubiera importado, lo vio llorar, hacer un luto frente al pueblo, pero... algo en él nunca termino de encajar, pero, ¿Cómo juzgarlo? El mismo no lloró, pudo sentir como si le quitaran algo, también soledad, no obstante no era algo que no experimentara desde niño. De hecho, cuando se ponía a pensar en su infancia, todo lo que iba a su mente eran el rostro cansado de su madre, sus débiles movimientos y en contraste a ello, la claridad de sus enseñanzas.
"De todo puede tomarse un poco de magia White, pero tarde o temprano debemos regresarla"
El príncipe pensó en ella y sus lecciones. Los magos como él no eran creadores espontáneos de trucos y habilidades, más bien, su esencia radicaba en darle forma a la vitalidad de los otros seres, en los colores que para otros eran ínfimos e incluso invisibles y moldearlos para volverlos vividos e intensos.
Muchachos como la famosa espada en llamas de Iris jamás entenderían algo como eso, ellos eran un canal de salida para esa energía, depuraban, concentraban y explotaban la magia de un solo color, esto les ayudaba a tener más fuerza y poder destructivo, algo que, en su opinión, era un peligro constante si no era debidamente educados. "Red", el muchacho que reclamo el título de espada real, no era más que un filtro de la luz y calor, lamentablemente, uno que se había vuelto demasiado bueno en su labor.
Aunque no tenía caso pensar en él, no le interesaba obtenerlo como su espada, caso contrario era Green, la otra extensión, el canal de entrada; De corta vida y muerte lenta, los escudos reales, pese a su resistencia y voluntad, nunca llegaron más allá de los treinta y Green... ya tenía veinticuatro.
—¿Me escuchaste?— Range volvió a levantar la voz.
—Lamentablemente, sí, te oí—White llevo una mano a su pecho, donde la marca que había establecido con Green había casi desaparecido en su totalidad. Los escudos no eran fieles sirvientes, es por eso que los de la familia real crearon los contratos que los ataban a ellos, aun así, no creyó que él intentaría liberarse de su yugo—¿Podrías dejar a una persona solitaria con sus recuerdos?—Pidió con amabilidad pasando a su lado, y ensombreciéndose cuando una mano fuerte le tomo del hombro, no tenía la paciencia para soportarlo ese día.
—No—Una sonrisa brillo en sus dientes afilados—Hoy no principito, mira la luna—White alzo la mirada, por un momento se había concentrado tanto en el pasado que lo ignoro por completo, la reunió no podía posponerse por más tiempo.
—Bien, dile a tu gente que nos siga, yo me encargaré de iluminar su camino hasta el encuentro de las luciérnagas— aceptó— y en cuanto a ti, Blue— hablo dirigiéndose a una sombra a su lado, imperceptible hasta ese momento— Trae a los tres antes de que comience todo—
White y Range bajaron poco a poco, bajo ellos, cientos de personas esperaban para poder seguir su sendero dentro de la densa oscuridad.
*****
A la mañana siguiente, los tres enviados de Colors Write caminaban juntos por los pilares de roca y hierva. Red estaba más silencioso de lo habitual, observando la espalda de Green y recordando cómo cuando White se le acercó, no hizo ningún intento por alejarse de él, ¿No se suponía que lo había traicionado? ¿Por qué seguía prefiriéndolo a pesar de todo?.
Red no lo entendía, podía presumir que conocía a su viejo amigo desde los diez, esos eran casi doce años de convivencia desde que su madre los presento.
En ese entonces, Green era un niño bastante normal, con el cabello café, largo hasta el cuello, algo delgado y con un temple totalmente serio, enojado y con una mirada que lo evadía siempre junto con una mueca de desagrado en su boca, ese niño había iniciado su entrenamiento dos años antes que él, y nunca dejo de mostrar una actitud distante. Aun así, lo acepto y cuido de él cuando su madre lo dejo para tomar un puesto "permanente" a lado del rey.
Fue un tiempo agradable, un año que recordaba con claridad y nostalgia y que se vio bruscamente interrumpido por la presencia del príncipe. Green dejó de tener tiempo para él en cuanto lo tomo como su sirviente personal, siempre de un lado a otro por órdenes absurdas, y lo hubiera comprendido si se trataba de Iris, ella era una persona maravillosa, una niña amable, juguetona y bastante alegre, el príncipe en cambio; era alguien solitario e indiferente, tanto así que incluso los caballeros personales del rey preferían evitar el contacto con él. Red disolvió su sonrisa tenue y la cambio por una mueca más agria, si se concentraba y pensaba en quienes eran las personas alrededor del príncipe, la única que iba a su cabeza era... Green, siguiéndolo como una mascota a su amo... feliz y siempre servil.
No podía entenderlo, se suponía que ambos era el extremo de la magia, era complicado que se llevaran bien desde el inicio, o es lo que le dijeron. Al estar destinado, uno al ataque y el otro a la defensa, sus opiniones y formas de ser sé vieron afectadas, sin embargo, también debían equilibrarse, su madre, Merlot, se lo explico con sencillez una sola vez.
"Tu deber y el suyo es el mismo, pertenecen a la misma persona, así que tarde o temprano deberán complementarse"
Es por eso que le costaba tanto entender su fidelidad por el príncipe cuando estaba destinado a alguien más. ¿Acaso no entendía que su deber era con Iris y los suyos?
Bueno, la respuesta a su pregunta llego cuatro años después, justo cuando estaban listos para convertirse en los compañeros de la futura reina, el príncipe había llegado a la sala del trono, pero no solo, Green estaba a su lado, pálido y con el cabello mojado, su cuerpo emitía el vapor de un baño caliente y sus ojos... esa actitud tan servil... tan devota. White había llevado a Green con él, pero no como un señor y su sirviente, no más, Green, a los dieciséis años de edad, se había convertido en el escudo real del príncipe White.
—Green— No pudo detener su voz. Los tres andaban bajo los árboles pegados a los pilares de roca intentando regresar al camino del que salieron, la situación no estaba del todo clara. Debían encontrar al príncipe y llevarlo ante la reina, ella lo vería y entonces podría decidir como proceder —¿Puedo hablar contigo un momento?—pregunto Red, tratando de ahogar su deber por un momento.
Pink y él intercambiaron miradas y ella bufó, aún les quedaba demasiado tramo para volver al camino, sin embargo, los dos tendrían que hablar de lo que paso y Red podía ser comprensivo, más tolerante de lo que cualquiera, pero Green había escapado sin decir nada, sin decirle a él nada.
—Pff, traten de no tardar demasiado, a estas alturas White ya debe estar lejos de nosotros—Su amiga suspiro de nuevo, avanzando más velozmente mientras Red se sentó en la primera roca "cómoda" que encontró.
El caballero rubio estaba tranquilo, o al menos es lo que intentaba aparentar, Green sabía el tipo de conversación que se avecinaba y dudaba de su compostura, el mismo se negaba a hablar de ello y la paciencia ajena simplemente le molestaba más de lo usual.
—¿Red? —Green no se sentó, se limitó a observar la pose de su líder, tenía las piernas abiertas y sus manos entre ellas dejándolas caer con soltura, no lo miraba, pero si al frente, descansando del largo viaje que había tenido para encontrarlo.
—No te lo dije, pero me siento muy aliviado por haberte alcanzado a tiempo—La espada empezó tan casual como si fuera un día cualquiera, Green se tensó, esperando la pregunta que le obligaría a decir el porqué de sus acciones, pero esta no llegó, Red, pacientemente esperaba a que él fuera quien iniciara.
—¿No lo preguntarás?—Green se sentía extrañamente molesto, podía sentir la duda de Red en su cuerpo, ese lazo que le permitía sentirlo, no obstante, él actuaba como sino sintiera nada, como si todas esas emociones molestas no le afectaran en lo más mínimo.
—Si no me lo has dicho no tengo porqué obligarte, yo no soy como él—Afirmó sonando un poco duro pero sin perder la atmosfera lenta en la que empezaban a sumergirse — Aunque...—Esta vez lo encaró, Red siempre fue intrusivo, a pesar de eso, jamás fue demasiado lejos para hacerlo enfadar de verdad—... Sí hay algo que quiero pedirte— Green bajo los hombros, resignado, Red no preguntaría acerca de White pero sí tenía algo en mente.
—¿Qué puedo hacer por ti? —Fue la respuesta de un escudo a su amo, Red sonrió con amargura al reconocerlo, a pesar de su amistad de tanto tiempo, Green seguía defendiendo con diligencia la barrera que los separaba.
—Nos conocemos hace años, y hemos pasado por mucho juntos aun así...—Red se levantó acercándose adrede a escasos centímetros de él, como si con eso pudiera golpear el muro simbólico que los separaba —... Siento que no te conozco, que no me lo permites—dijo tomando la bufanda de Green entre sus dedos— yo quiero saber de ti, que me digas lo que sea, cualquier cosa que quieras darme para conocerte yo la tomaré— Conocía su lealtad, su fortaleza, su motivación en batalla, pero tanta seriedad empezaba a tornarse pesada, años de estar juntos, de verlo y aun así no estar ni cerca de sus ojos le carcomía lentamente — ¿Podrías, al menos decirme tu color favorito? —
Green no se alejó, lo veía para abajo con molestia, aunque debía admitir que estaba desconcertado. Era verdad que a pesar del tiempo juntos, nunca se tomó el tiempo de platicar con él de cosas mundanas, y, si lo pensaba bien, era abismalmente extraño lo poco que compartían, pero...eso no era necesario...y debía hacérselo saber, sin embargo, un calor familiar empezó a envolverlo con una claridad abrumadora.
No muchas veces antes lo había recibido de esa manera, y justo en ese momento, cuando intentaba ignorarlo, su cuerpo se negaba a obedecerlo, ese calor repentino que inundaba su cuerpo no era otra cosa que el "mandato" de Red, uno que se pretendía pacífico y amigable pero expresaba todo el ímpetu de su deseo al grado de causar dolor en la marca de su contrato.
—¿Green? — Preguntó Red sin soltar su bufanda, manteniéndose tan cerca que Green que sentía que lo sofocaba.
Red era, principalmente alguien dulce, caballeroso, en ocasiones torpe y un poco insistente, alguien lo suficientemente apuesto para que tanto mozas como caballeros lo consideraran un gran partido, uno que a pesar de todo, no pensaba considerar.
Lo reconocía por supuesto, era una maravillosa persona y muchos tendrían suerte de estar con él, sin embargo, en ese momento, donde le "pedía" con su voluntad algo tan sencillo como su color favorito, solo pudo sentirse acorralado, invadido...
—... Verde, el que se mezcla con azul— Green bajo la mirada y apenas recupero la compostura quitó la mano de Red de su espacio personal de un manotazo, dándole la espalda y empezando a caminar lejos de él, pero deteniéndose un momento para dar una única advertencia —Red, si lo que quieres es saber más de mí, podemos conversar en las noches, con Pink, en la fogata, no es necesario que uses una "orden" para ello—le dijo de mala gana y aunque pudo sentir como el ánimo de Red bajaba tras sus palabras, no quiso regresar la mirada, solamente y de la manera más discreta que pudo, subió la mano a su pecho, la marca que le había hecho con su espada años atrás, todavía le quemaba.
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