Las palabras se volvieron lentas ante sus ojos, nuevamente la sensación de calor lo envolvía, naciendo en su pecho y dispersándose hasta llegar a su garganta. Se había alejado de Red tan pronto empezó a suceder. Tenía años de pasar, de no sentir ese calor quemarle las venas. Green intentó desvanecer sus pensamientos, llevando una mano a su bufanda para quitársela y descubrir la piel que protegía, sus ojos se cerraron dolorosos al tacto de sus dedos con el cuello, una cicatriz nueva se extendía desde su corazón hasta su garganta, rodeando su cuello casi por completo, verificando lo que ya sospechaba; la marca de Red, la que había usado para opacar el contrato con White, con cada acercamiento que daba, se extendía.
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Red había permanecido con el puño cerrado y la mirada en el suelo luego de que Green se marchara. Siempre estaba intentando acercarse a él, eran compañeros, se suponía que ya no había nada que ocultar en su grupo, eran una familia, la habían formado a pesar de... sus padres, la princesa, Pink, Green y él, quería entender a su compañero, aceptarlo, pero no lo lograba, ¿Por qué servir a White era tan importante? Ni siquiera cuando sospechaba la respuesta sentía la justificación de su distanciamiento.
— Eso no fue precisamente heroico caballero— Una voz siseada y unos ojos profundamente azules brillando desde una distancia prudente. Red se dio la vuelta veloz y lanzo un corte con su espada hacia los arbustos tras él, no obstante, no logró impactar más que un montón de arbustos.
—Lo siento —bajo su cabeza y sonrió cortes buscando a su alrededor— Pero no me gusta que me espíen— apuntó mirando a su objetivo salir, o mejor dicho derretirse desde la copa de los árboles, un hombre de tez fuertemente oscura, labios gruesos y cabello rizado hasta la cintura.
—No lo hacía—respondió él caminando hacia adelante, su túnica negra sin mangas y caracoleada de tonos grises se arrastraba, pero dejaba ver sus sandalias y sus pies limpios. Aunque los pasos que daba no producían sonido alguno, un mago o mejor dicho, un brujo de las tierras bajas. Red se puso en guardia, listo para defenderse —No vengo a pelear...—susurró acercándose tan ligero como el viento, dejando que su atuendo se meciera con la más leve brisa.
—Tomaré tu palabra y bajaré mi espada cuando me digas quien eres y que quieres —solicitó Red sin quitarle la vista de encima.
— Solo vine a darte una invitación — Red frunció el ceño. Esta "invitación" que mencionaba el brujo estaba respalda por criaturas que empezaban a acercarse a ellos.
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Pink corrió tan veloz como pudo, distanciarse de sus amigos en esas circunstancias ¿Qué estaban pensando? ¿Eran novatos? ¿Tal vez idiotas?. Se tropezó y su rodilla se encontró con una roca, la ignoro, siguió corriendo lanzando botellas de hechizos aturdidores a sus espaldas, eran rastreados, su mente se llenaba de preguntas que no tenía tiempo de contestar, lo único que se le ocurría en ese momento era alejarse de sus perseguidores.
Se adentró a la espesura del bosque, alejándose de los pilares de roca, las sombras empezaron a cubrirla y estaba acostumbrada a andar de esa manera, los años que paso en ColorsWrite no borrarían su niñez en un mundo sin luz, sin embargo...
—¡No huyas! ¡Solamente queremos hablar! —Una voz burlona, ¿Un hombre?. Saco su espada sin detenerse, cortando las ramas delante de ella, los árboles tenían menos espacio entre sí, los arbustos tenían más ramificaciones y estaban más enredados.
El brillo verdoso de una flecha bañada en algún encantamiento paso a su lado como un rayo azulado. Eran los integrantes del reino Mustard, su reino, se suponía que no se entrometían con la gente de Colors Write, aunque, ¿Qué podía saber ella?, siete años distanciada de la vida en la tierra inferior la volvían casi una extraña.
Los destellos azules brillaron a su alrededor de diferentes direcciones, la cazaban y acorralaban como a una bestia. Llevo una mano a su cintura, buscando un frasco que ya no encontró, estaba desperdiciando la magia a un ritmo agigantado. Se giró para cubrirse, sin embargo, tras ella... no había nadie...
—Deberías estar orgullosa, gracias a ti Range pudo llegar al poder—Otra voz, una mujer mayor, levantando su espada corta, pero un grupo de tan solo tres personas la tenía rodeada, apuntándole con sus arcos.
—¿Ah sí? No recuerdo ningún Range— Pink levanto el mentón junto con los brazos, aparentando rendirse, sin embargo, no dejaba caer la espada, de hecho, la presionaba con tanta fuerza que sus dedos se estaban poniendo blancos.
En ese momento, rodeada y sin muchas expectativas, observo a sus cazadores, pensó que eran su gente, hablaban como ellos, usaban sus técnicas y sus armas, sin embargo, lucían distintos... esa ropa, esa manera tan silenciosa de andar, entre su gente no había magos ni hechiceros, menos brujos.
—Déjala—una orden de una voz suave que le recordó a la de un felino alejando a una hiena de su carroña— Ya debe haberse olvidado de nosotras —poco a poco luces azuladas empezaron a latiguear alrededor suyo, hombres y mujeres de un aspecto similar se congregaban alrededor suyo, pero la persona que hablaba, ella, a ella si la reconocía.
—Maiot— Pink soltó en una última bocanada de aire, sus brazos cayeron a su lado y sus ojos estoicos se cerraron brevemente.
—Ha pasado tiempo "Palissandra" —su nombre, con un acento extraño y una voz avejentada salió de la mujer delante de ella, quien, con un gesto de su mano, hizo que las personas a su alrededor imitaran sus movimientos.
Las tierras bajas, gobernadas por la fuerza y el arrojo, se dividían en tres grandes tierras, Cerulean, Navy y Sepia, siendo el último, el lugar de nacimiento de Pink, específicamente de la tribu de Mustard, donde sus líderes eran longevos y de fuerza descomunal y solo utilizaban las armas para cacería, no magia.
En líder en Mustard, era impuesto a base de fuerza y poder, pero no de magia, Pink perteneció a la última generación de aquella costumbre antes de ser intercambiada por paz, no le gustaba recordarlo, su propio padre la desecho luego de haber ganado limpiamente su sitio entre los grandes, dudaba que algo hubiera cambiado en tan poco tiempo.
—En Mustard se desprecia a los magos—afirmó observando al hombre detrás de ella, no lo reconocía, dientes afilados, ojos desagradables y bribones.
—Ya no más—La mujer tenía el cabello recogido, era alta y con una belleza singular. Pink recordaba bien su voz, más aún sus manos, ásperas y secas, siempre trabajando.
Su padre había escogido a esa mujer para ella luego de mandarla a formarse como "guerrera" en las afueras de su territorio. "Te servirá" había dicho él cuando entro a su choza improvisada, la mujer no le dijo nada, parecía molesta, sin embargo, a ella la miró como nadie la había visto hasta ese momento... incluso si fue compasión o lástima, fue una mirada amable.
—Tienes el color de la madera, un palisandro—La mujer se sentó cruzando sus piernas delante sin esfuerzo alguno, su piel era brillante y oscura, pero sus ojos azules resaltaban tanto, parecian joyas.
—Me llamo Pink—Ella contestó acomodándose en su cama improvisada en el suelo, llevaba días desordenada, su cabello esponjado y grasoso idéntico a los trastos que rodeaban su improvisado hogar. No era la primera vez que era expulsada de la casa de su padre.
—Pues yo te llamaré Palissandra— Un breve encuentro, un momento perdido en sus memorias, pero allí estaba, con la primera mentora que la había abandonado.
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