"Este es el nuevo estudiante transferido, Evan Duan".
Tenía sus ojos esmeraldas bien abiertos. Sus pupilas estaban completamente dilatadas. Sentía un calor ligero en sus mejillas, mismas que al instante se tornaron en un suave color escarlata. Estaba seguro que si no ponía su mano en el pecho su corazón saldría en cualquier instante.
"Él es el presidente estudiantil de último año. Puedes apoyarte en él para lo que necesites" sonrió el profesor viejo con amabilidad.
Y allí estaba él.
Su cabello oscuro caía con gracia sobre su frente. Sus iris eran cual asombrosas perlas grises. La camisa blanca de su uniforme estaba tan ajustada a su cuerpo que notaba claramente su cuerpo ejercitado. Espalada ancha y manos grandes un tanto toscas. Le mostraba la más grandiosa sonrisa que jamás haya visto en sus cortos 15 años. Era simplemente guapo. No, hermoso. Como esos mismos príncipes que leyó tantas veces en los cuentos de hadas con su abuela.
"Es bueno tenerte entre nosotros mi nombre es Owen Willson".
Tomó la mano de Owen con torpeza por culpa de sus malditos nervios.
Y fue de pronto que su corazón dio un vuelco en su pecho.
Perdía la fuerza en sus piernas. La respiración comenzó agitarse. Una horrible ansiedad de apoderaba de todo su cuerpo. Tenía miedo. Mucho miedo. No entendía nada de lo que sucedía. Su trasero comenzó a sentirse húmedo. Algo viscoso se acumulaba en sus pantalones. Pero estaba completamente seguro que el único que podía ayudarle en ese momento era Owen. Ese mismo que ahora le veía con la pupila fina envuelta en un iris dorado.
Escuchaba una voz a lo lejos que gritaba algo acerca de llamar al médico. Owen tenía una indiferente expresión en el rostro, en tanto él le mostraba la mirada más suplicante para que fuera quien lo rescatara de esa vergonzosa situación.
Un terrible dolor en la pierna le sedó hasta quedar en completa oscuridad. Aún seguía escuchando a su alrededor muchas voces con tonos que iban desde preocupación hasta la molestia. Pero ninguna de ellas parecía estar la voz de Owen.
Apenas despertó, miró el rostro preocupado de su abuela. De inmediato ella le acaricio su mano para tranquilizarle. Estaba en la enfermería del colegio. Tenía un poco de mareos y la sensación fresca de sus piernas. No tenia pantalones. La confusión se adueñaba de sus pensamientos.
Pero antes de poder decir algo, la voz de su padre se escuchó en la misma habitación tras una cortina divisoria.
"Nos encargaremos que reciba la medicación correspondiente. Y en verdad que lamento mucho lo ocurrido."
"No se preocupe por ello." dijo la voz de la doctora "Tiene suerte que el otro alumno no fue afectado por las feromonas de Evan. Asegúrese que reciba el inhibidor indicado, de lo contrario pudiera ser un problema para el resto del alumnado Sr. Duan."
"Lo entiendo perfectamente."
Su padre asomó por un instante su mirada hacia él. Tenía ese semblante exclusivo para su persona. Un claro desprecio.
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