Giraba el vaso de coñac entre sus dedos mientras veía fijamente la pantalla de su laptop. En ella veía como un chico, de chaqueta verde militar y pantalones blancos, cruzaba con prisa el corredor hasta el elevador. La siguiente imagen era del mismo chico de chaqueta verde recargado en los pasamanos del ascensor con la mano apoyada en la pared de cristal. Después vio como ese chico salir tan aprisa del elevador que choco con un tipo; el joven de inmediato se disculpó y siguió su camino hasta el lobby. Y justo cuando se detiene en la entrada principal, el rostro de aquel chico, mira hacia la cámara. Un clic rápido congeló la imagen.
Tenía una expresión de desconcierto muy encantadora ese chico de cabello castaño y piel lechosa. Esos labios carnosos que tenía por boca en verdad eran tan deliciosos. Y esos ojos tan profundos. Tan expresivos. Tan...
Podía recordarlo todo lo que sucedió esa noche.
Desde ya varios años había adoptado esa rutina nocturna. Apenas el reloj marcaba las 9 , él suspendía cualquier cosa que se tratase de trabajo. Pedía a su asistente que nunca agendara nada por las noches. Ni siquiera una cita familiar. Nada. Porque, a partir de ese momento, él ya no era el heredero de la compañía más poderosa del mundo. Ni el hijo ejemplar. Ni el dueño de nada. Ni siquiera un ALFA DOMINANTE. Él era un pobre diablo que quería olvidar.
Quién haya dicho que el alcohol te hace olvidar era un completo mentiroso.
Sea en la suite del hotel o visitar un bar solitario. Sus noches las consumía entre alcohol y mujeres.
Llegaba a cualquier lugar y compraba la discreción de los dueños. Mientras sus escoltas se encargaban de vaciar el sitio para que él pudiera ahogarse en coñac, tequila y whisky. No le agradaba apagar el ambiente de los sitios a donde iba, los que por lo general eran pequeños y poco concurridos. Pero no deseaba que ese maldito viejo volviera a meter sus narices como lo hizo por ese pequeño incidente en Long Beach. Porque, bueno, después de todo debía mantener una imagen creada a base de mentiras e hipocresía. La imagen que ellos le habían construido desde su obligada existencia.
Comenzaba a dolerle la cabeza con todo el ruido proveniente del antro frente al bar donde se encontraba. Miró al dueño que parecía nervioso al ver su expresión de descontento. Ya estaba Owen acostumbrado a ver ese tipo de rostros con semblante temerosos. Toda su vida.
Miró su reloj y eran casi cerca de las 2 de la mañana. Momento de buscar diversión para llevar. Pidió una botella de tequila e hizo que una de sus escoltas pagara por ella. Se levantó, tomó su saco y caminó fuera del local. Pero algo en el aire le despertó. Tanto que la sobriedad se esfumó apenas sus pulmones se llenaron de aquel aroma. La nariz le escocia y la ansiedad le aceleraba poco a poco el corazón. Buscaba con la mirada de donde prevenían dichas feromonas, porque sabía que eran feromonas y unas que extrañamente reconocía. De ser así, el OMEGA llego justo en una preciosa coincidencia.
Cruzo la calle, hasta el callejón que estaba entre el antro y una tienda clausurada. Escucho el ruido de unos tambos de aluminio bornearse seguido de unos gritos de ayuda. Hizo una señal a sus escoltas para que lo siguieran, en tanto ellos quitaban el seguro de sus Jericho 941. Dispuestos a disparar si su jefe así lo ordenara.
Apresuro su paso conforme el aroma se hacía más potente. Era tan embriagante que lo único que deseaba era encontrar ese OMEGA y hacerlo suyo.
Y al final del pasillo, entre forcejeos y un hombre tirado en el suelo, se encontraba un chico de chamarra verde militar con los pantalones abajo. Jadeaba con el rostro rojo lleno de perlas de sudor, mientras se intentaba defender con un pedazo de tubo oxidado contra sus atacantes.
No hizo falta que diera la orden. Sus escoltas ya tenían sometidos a una mujer y un hombre en evidente estado de ebriedad y motivados por las deliciosas feromonas que el OMEGA despedía. Solo bastó que soltara un poco de su esencia para que los ALFAS, que pretendían tomar al chico, se sometieran a él. Sus escoltas los dejaron huir. No había más que hacer con ellos porque...porque su atención estaba puesta en un chico que de cuya pierna bajaba un pequeño rio viscoso.
El callejón comenzó a inundarse de las feromonas del OMEGA. Unos ojos verdes preciosos le decían que lo tomara justo allí. La sangre fluía directamente a su pene.
"¿Te duele?"
El chico solo acento con el cuerpo temblando. Arrodillado en el suelo, lloraba y moqueaba por el dolor que le provocaba su celo. Aún con sus pantalones abajo. Owen le alzo la barbilla. El joven restregó su rostro en el torso de su mano.
"¿Sabes? yo pudiera ayudarte si me lo pides. Pero no puedo hacer nada si no escucho tu dulce voz suplicarme por ello" dijo Owen deleitándose como aquel ser tan precioso frente a él se estremecía con cada caricia que le propiciaba con su mano "...solo pídemelo cariño. Pídeme que te ayude y te sacare de ese dolor que tienes. Te prometo hacerte sentir bien. ¿De acuerdo?"
Aquel joven se giró. Alzó su trasero y abrió sus nalgas. Mostrándole su palpitante ano deseoso de ser llenado por la entrepierna dura de Owen.
Unas pupilas doradas absorbían la escena tan fascinante.
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