Capítulo 1
Sistema Dematt.
Cerca de la atmósfera del planeta Niven.
Cada semana, es una nueva historia. Un nuevo sistema, un nuevo planeta. Incontables satélites y estrellas por visitar. Culturas nuevas. Idiomas que jamás podrías haber imaginado. Colores inexplicables que solo puedes ver en sueños, se vuelven visibles en estos mundos de fantasía. A lo largo de mis viajes he experimentado cosas que ningún otro humano podría siquiera soñar. He caminado sobre el aire, he dialogado con seres de tamaño microscópico, he sido ingerido y he aprendido las costumbres de más de doscientas especies.
-Tienes que seguir derecho por unos diez parsecs antes de poder hacer un salto hacia el sistema Deimara. – la escucho hablar, a Arana. A mi esposa.
¿Qué tan increíble es eso? Princesa del Imperio Mara, tercera hija del rey Arman Segundo y la reina Nikah.
He recorrido toda la galaxia a lo largo y ancho por los últimos doce años. Y a pesar de todas las maravillas que he presenciado en esta docena de años, es su voz la que jamás deja de sorprenderme, como si fuera la primera vez que la escucho.
Hacer mi vida a su lado ha sido el mayor regalo que el universo me ha dado, gracias a ella vino todo lo demás, la emoción, la aventura, el conocimiento, un increíble hijo, todos sus encantos vienen del lado de su madre sin duda, otro más a punto de llegar. Toda esta vida perfecta es solo posible gracias a ella. Aún recuerdo la primera vez que la vi, en un parque de la Tierra, hace ya tantos años.
- ¿Entonces ya no iremos a Sadera mamá? – con su voz un poco ronca, aparece mi hijo.
Es la primera vez que veo a Noah en todo el día.
-No hijo. – respondió Arana intentando levantarse de su silla. El embarazo no la frenaba en lo más mínimo.
-Tenemos que ir a Mara, a casa. – esa palabra, casa, me resultaba tan distante en ese momento.
-Pero en casa no podemos surfear ondas solares. – respondió Noah.
Noah les tenía pavor a las ondas solares de Saidera. Sentía que iba a quemarse. Que se perdería en el camino de luz y no podría regresar.
Sabía que su razón para no querer volver a casa era falsa. Miré a mi esposa por un momento, su estómago que cargaba al pequeño futuro integrante de la familia, y vi a mi hijo, su mirada caída, llena de miedo y duda. Las palabras de mi madre resonaron con mucha fuerza en mi cabeza.
- ¿Por qué no quieres volver a casa Noah? – pregunté mientras giraba mi silla hacia él.
-Solo es aburrido allá. – me contestaba mirándome fijamente. Debo admitir, de no ser por haber experimentado exactamente lo mismo que el sentía, probablemente le habría creído, dando por hecho que solo era un niño aburrido y no un problema real gestándose en su interior.
-Noah…- agregó Arana, aunque me incomoda hacerlo, la interrumpí por un momento, tomando su mano. Ella volteó hacia mí y yo le sonreí.
Arana soltó una risilla, tomo su asiento y sostuvo el timón de la nave.
-Tú sabes lo que haces. Habla con tu hijo. - me dijo con un tono alegre.
Me levanté y caminé hacia Noah. Mientras me acercaba a él, mi hijo estiró sus brazos para que lo cargara.
Mientras lo levanto en mis brazos Noah juega con mi cabello, lo enrolla en su dedo y lo suelta, una y otra vez. Mientras avanzábamos, lo mecía de lado a lado levemente hasta llegar al cuarto. Una vez dentro lo senté en su cama y me dirigí a la puerta, recargándome en su marco.
- ¿Tienes miedo por el nuevo bebé? - le pregunté casualmente.
-No es miedo. – me respondió de una forma cortante.
- ¿Qué sucede entonces, por qué no quieres regresar a casa realmente? – agregué.
Noah se quedó en silencio. Me acerqué a él y puse mi mano en su hombro.
-Rayne dice que cuando sus papás tuvieron a su hermano, ya no le hacían tanto caso. –
-Hijo. Nosotros no te vamos a dejar de querer cuando nazca tu hermanito.
Intentando contener sus lágrimas abrazó mi brazo con fuerza. Mientras lo reconfortaba con mi mano libre, comencé a revivir las palabras de mi madre.
-El cambio es bueno hijo. – esas son las palabras que me hubiera encantado decirle a mi hijo.
-No tengo idea de que es lo que va a pasar hijo. – esas son las palabras que le dije.
-El día en que tu naciste, fue increíblemente loco. Estaba aterrado. Era algo nuevo para mí. Me cambio la vida completamente. Y la verdad es que nunca he estado tan feliz como en aquel día. Tu llegaste a nuestras vidas como el mayor cambio que ha existido. Nada ha sido igual desde entonces y no hay un solo día en el que no agradezca que haya sido así. –
Con unas cuantas lágrimas brotando de sus ojos, Noah volteaba hacia mí. Me soltó una pequeña sonrisa y yo le respondí con una propia.
-Tu hermano, o hermana, va a ser un regalo a esta familia. Y más importante aún, va a ser tu acompañante durante muchos años. Mi hermana y yo éramos muy unidos cuando éramos niños. A veces éramos nuestra única compañía cuando no podíamos salir de casa mientras los adultos hablaban. –
- ¿Tú tienes una hermana? – me preguntó sumamente confundido.
Asentí brevemente antes de intentar cambiar el tema, regresando la plática hasta su temor.
-Sí tuve una. Y si tú llegas a tener una, te va a querer mucho y tu a ella. Así que, no tengas miedo. Todo estará bien aquí. – le dije, intentando terminar la conversación para evitar más preguntas.
Para mi suerte, Arana llegó al rescate. Caminando lentamente y con una sonrisa que intentaba, de forma fallida, esconder su mirada preocupada.
-Dorian. – dijo, con una voz débil, levantando todo tipo de alarmas de mi parte.
Voltee a verla inmediatamente. La vi, señalando a su estómago consternada. Intente hablar, pero ninguna palabra salía de mi boca.
-Creo que el bebé ya viene. –
Como si el tiempo se detuviera, los tres pausamos por lo que parecía una eternidad.
-%@#&$- exclamé, como todo padre ejemplar haría.
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