Capítulo 3
Mientras Noah y yo esperábamos afuera de la bahía, una pequeña nave aterrizó. Era bastante extraña, roja y verde con acentos dorados, no podía reconocer de donde era, en toda la galaxia nunca había visto una así antes. Cuando se abrió la escotilla, instintivamente tome la mano de Noah. La nave me asustaba, tanto que me fue imposible ocultárselo a Noah.
- ¿Papá? – me dijo antes de que lo interrumpiera.
Puse mi mano en su hombro y con mi dedo frente a mis labios le indiqué que no hablara. Levanté el cierre de su chamarra para evitar que su traje real fuera visible. Ante cualquier ojo desconocedor, éramos un simple padre e hijo.
Cuando se abrió la escotilla de la nave, los vi. Dos seres de casi tres metros, portando armadura y dos rifles de luz. Cuatro brazos y una cola filosa. Zemedianos, seres rebeldes no afiliados al Imperio Mara. Su presencia era inquietante, mientras mantenía en calma a Noah, mi otra mano se acercaba a la funda de mi arma.
-Bájenlo. – escuché a uno de ellos decir.
Descendieron tres más, cada uno cargaba una esquina de la camilla. Uno de sus ancianos estaba herido de forma grave.
Pasaron en silencio mientras los otros dos se mantenían afuera de la bahía en guardia.
Noah inquieto e inexperto, cruzó miradas con uno, quien prontamente dejaría de mirarlo puesto que empezaría a cruzar miradas conmigo. No estoy seguro de si entendió el mensaje que quería darle, solo sé que aún vivo para contar el evento.
-Señor Neverender. – pasaron unos minutos en silencio hasta que uno de los enfermeros llamo mi nombre.
Rápidamente asentí y tomé a Noah, lo cargué en mis hombros mientras entraba a la bahía. La manera más adecuada de expresar el como se sintió caminar entre dos Zemedianos, sería decir que se sentía irreal, como si caminaras entre cuerpos muertos que aún se sostienen.
Una vez adentro, el aire se respiraba de una forma diferente. Por fin bajé a Noah y le solté una sonrisa.
- ¿Quiénes eran esos? – preguntó confundido.
-Zemedianos. Son una especie peligrosa. – le dije intentando cortar de tajo el tema.
- ¿Por qué? – dijo, no mostraba ni una pizca de querer dejar el tema cerrado.
El enfermero y yo nos vimos mutuamente, el lucía preocupado, pero estoy seguro de que yo lucía mucho más alterado que él. Después de pensarlo unos segundos decidí contarle la verdad.
-Son gente que no reconoce la ley del imperio. Son forajidos como los que ves en tu libro. –
-No siguen las reglas. – agregó el enfermero.
Noah no comentó más al respecto.
Si bien hubiera deseado poder borrar ese recuerdo, en ese momento, todo fue opacado por el gran evento.
-De este lado por favor. – nos indicó el enfermero.
Los doctores estaban dentro de la sala, mi sorpresa al ver que había más de uno fue grande puesto que no esperaba tanta atención de una bahía pequeña como esta.
Bajé a Noah de mis hombros y lo abracé. El extendió su mano para que la tomara, agarrados de la mano caminamos hacia adentro del cuarto. Al entrar, vi a la mujer más hermosa del universo, sentada sosteniendo a una bebé. Me acerque a Arana, quien no despegaba sus ojos de nuestra pequeña.
-Tiene tus ojos. – le dije de forma irónica. La pequeña de hecho, no se parecía en nada a Arana, siendo en realidad una niña completamente humana en su ADN.
-Ella tiene tu nariz. – me dijo mientras señalaba a la enfermera al lado de su cama, quien sostenía a mi otra hija, una niña exactamente igual a Arana, con el ADN de una Mara real.
-Señor Neverender, le presento a sus nuevas dos hijas. – me dijo Arana, en tono burlón ocultando la risilla que le provocaba el verme tan sorprendido.
Entre risas y llanto contenidos, besé a Arana, con mi corazón encendido, lleno de una alegría incomparable.
Pasaron horas. Arreglé el pago a la bahía, donde ofrecieron un descuento por ser miembro de la familia real. Decliné la oferta, en realidad, puesto que todo lo que la familia ha hecho por mí, es algo que jamás seré capaz de pagar, cubrir los gastos por el nacimiento de mis hijas era no solo lo menos que podía hacer, también era un gusto mío.
Después de cubrir los gastos, visité rápidamente el cuarto de Erek’d. El viejo y el hijo dormían, sin embargo, Erek’a me saludó felizmente. Me contó sobre su hermano, de un plan de pago para una prótesis, mientras yo le contaba de los nuevos miembros de mi familia.
De vuelta al cuarto de Arana, noté que los Zemedianos se habían ido. Sentí un escalofrío enorme al recordar la llegada de la nave, por desgracia esa no sería la última vez que experimentaba dichos escalofríos. Si bien en ese día yo disfrutaba de uno de mis momentos más felices, algo de lo que no era consciente en ese entonces era la gestación de un evento siniestro.
Ignorante sobre el futuro, entre de nuevo al cuarto de Arana, donde Noah dormía en el sofá. Las bebés habían sido llevadas al cunero. Prontamente me senté al lado de Arana.
- ¿Cómo estás? – le pregunté mientras tomaba su mano.
-Uno piensa que tener un bebé es cansado. Nadie te dice nada sobre tener dos. – decía entre risas.
Nos reímos en silencio, procurando no despertar a Noah.
-Bueno, espero duermas bien hoy, porque mañana te toca pilotear la nave. – le dije fingiendo seriedad. Ella solo volteó levantando una ceja. Mi intento de ocultar mi sonrisa fue en vano.
-Estaba pensando en el nombre, en como tu elegiste el de Noah. Se supone que es mi turno, pero siendo que son dos, quizás sea justo que Noah nombre a una de ellas. – me dijo mientras miraba a nuestro hijo dormir.
Yo solo asentí, seguido de eso le di un beso en la mejilla.
-Vi tu teléfono en su mano. –
-Necesitaba algo para recordarle que jamás dejaríamos de quererlo. Debiste ver lo feliz que bailaba con esa canción. – le respondí mientras meneaba mi cabeza imitando el baile de Noah.
-No creo que Noah sea el único que necesite un recordatorio de amor paternal. – me dijo mientras me miraba un poco preocupada.
Me mantuve en silencio luego de eso.
-No los vemos desde que nació Noah. –
Solo asentí, intentando evitar esta conversación.
-En algún momento tienes que volver y lo sabes. Incluso como embajador, hay ciertos lujos que no pueden durar para siempre. –
-Supongo que mamá me perdonaría por no volver si le llevo dos nietas. – dije con una risa intentando ocultar mis nervios.
Arana solo besó mi mano, dando a entender que comprendía mi sentir.
-Mañana y el fin de semana iremos a Mara. ¿Qué tal si después de eso vamos a la Tierra? Estoy segura de que Noah amaría conocer más música de tu planeta. – me dijo intentando convencerme.
-Lo hablare con mi entrenador de vida. – dije mientras levantaba mi almohada.
-No vas a dormir en el piso. – me dijo en un intento de regaño.
-Intenta detenerme princesa. – le dije en tono burlón.
-Si le hablaras así a cualquiera de mis hermanos serías enviado al calabozo por diez ciclos. –
- ¿Cómo es que tuve tanta suerte para casarme con la mejor de tu familia? – le dije mientras me acostaba en el suelo.
-Ser un héroe lleva sus recompensas. –
Ambos reímos y bromeamos un poco más hasta que llegó la media noche. Al día siguiente sería por fin momento de nombrar a nuestras hijas y tiempo después la familia Neverender despegaría de nuevo a lo desconocido.
Estaba viviendo mi vida ideal. No tenía idea de lo poco que iba a durar.
Comments (0)
See all