Capítulo 5
Con Arana y las niñas fuera de la bahía finalmente era hora de ir a Mara. Arana y yo moríamos de emoción frente a la idea de que sus padres conocieran a las niñas.
Antes de viajar fui a despedirme de Erek’a y de su familia. Ellos lucían contentos, su hermano recibiría la prótesis. Ella me abrazó, pidiéndome que, si un día volvía por aquí, la buscara para contarle las historias de mis viajes. Su padre me acompañó afuera del cuarto.
-Por favor, dile a tu hermano que le mando saludos. – me dijo con un tono melancólico.
Yo nunca he tenido un hermano. Si bien su insinuación de haberme conocido antes y la de mi relación con este hermano ficticio eran extrañas, en su momento lo atribuí a su ya avanzada edad que no le permitía pensar con claridad ciertas cosas.
-Claro. Estoy seguro de que le encantará oír de ti. – le dije con cortesía.
Después de salir, los enfermeros ya habían llevado a Arana y a las niñas a la nave. Justo después de entrar me dirigí a nuestra habitación, donde encontré a Arana durmiendo. Lucía tan tranquila, decidí no despertarla.
Dando por fin arranque a la nave, despegamos. Cuando dejamos Dema, una nave extraña llegó, era distinta a la de los Zemedianos, por lo que no le di mucha importancia. Mi mente se enfocaba en el viaje a Mara.
Mientras avanzábamos hacia el puerto para el salto al sistema Deimara, Noah se me acercó.
- ¿Cuánto falta para llegar? –
-Dos días hijo. –
- ¿Cómo sabes cuándo ha pasado un día en el espacio? –
Lo voltee a ver con una sonrisa. Abrí la boca para hablar, pero el prosiguió.
-Mamá cada que le pregunto me dice “faltan doce parsecs” o “faltan veinte clicks”. – me dijo, esperando una respuesta similar.
-Claro. Lo que pasa es que tu mamá fue educada para comunicarse en esas medidas, como te enseñan en la escuela o lo lees en tus libros. – le expliqué.
Mientras nos acercábamos al puerto aumentaba mi velocidad, listo para pronto dar el salto al sistema Deimara.
- ¿Y tú por qué lo cuentas en días? – me preguntó muy confundido.
-Porque en la Tierra nunca se nos enseñó sobre el viaje espacial. –
Después de decir eso miré a su mano, donde aún tenía mi viejo teléfono. La idea de volver a la Tierra me acechaba nuevamente.
-La vida que tú y yo tenemos ahora, todos los viajes, aventuras y cosas nuevas que exploramos, allá en la Tierra parecían imposibles cuando yo era joven. No conseguimos el viaje inter sistemático hasta hace apenas siete años. Nunca tuve la educación espacial que tuvo tu mamá. –
Después de decirle eso, Noah se quedó viendo hacía en frente. Ya por fin nos encontrábamos en el puente para llegar a Deimara, Noah se veía maravillado por la maravilla tecnológica que era.
-Y entonces si no puedes ver las estrellas ni las lunas, ¿cómo puedes saber que ya ha pasado un día? - dijo sin despegar los ojos del puente.
-Lo sientes dentro de ti. Cuando navegas tanto, es como respirar o parpadear. Solo lo sientes dentro de ti, saberlo es natural. – le contesté sin despegar los ojos del puente, igualmente maravillado por la tecnología de este.
Noah no preguntó más, supongo que la respuesta le fue suficiente, tenía la cantidad adecuada de corazón que a el le gustaba que todo tuviera.
-Este salto es largo. ¿Qué quieres hacer mientras esperamos al final? – le pregunté soltando el timón.
Noah corrió hacia su cuarto sin contestar. Rápidamente, antes de que pudiera levantarme de mi silla, Noah llegó con cuatro juegos de mesa en sus manos.
Solté una risilla y asentí, recibí las cajas mientras el colocaba la mesa plegable.
Después de cinco horas de jugar Marani, la “versión alien” de Monopoly, Nahya comenzó a llorar.
-Déjame ver que tiene tu hermana. – le dije mientras me ponía de pie.
Caminé unos segundos y di vuelta atrás.
-Me llevo estos. – le dije mientras tomaba mis billetes del juego.
Caminé de nuevo al cuarto de las niñas. Al entrar vi a ambas en sus cunas. Narumi dormida como si nada a su alrededor existiera. Nahya lloraba tan intenso que empecé a dudar de si Narumi era sorda.
Tomé a Nahya en mis brazos y la mecí. Revisé si tenia el pañal sucio, afortunadamente no era el caso. Arana, quien despertó por su llanto, se me acercó, tomo a Nahya en sus brazos y la alimentó.
Cuando Nahya volvió a dormir, Arana se sentó con Noah y conmigo a vernos jugar. Noah, como siempre, ganó en Marani. Después de terminar, decidimos jugar ajedrez, el único juego de mesa que yo había traído de la Tierra. Arana guiaba a Noah, por lo que el juego terminó siendo más bien entre ella y yo, a Noah no parecía molestarle, pues creía que mantenía el control.
Todos en ese momento creíamos que había un nivel de control en nuestras vidas.
Después de terminar, Noah fue a la cama. Arana se mantuvo a mi lado un momento.
- ¿Te creyó lo de los días? – me preguntó incrédula.
-Llevo doce años diciéndotelo, los días son iguales en ambos extremos de la galaxia. – le respondí.
-Creo que has viajado demasiado como para no saber que te equivocas. –
-Yo sé que tengo razón alteza. – le respondí en tono burlón.
Ambos nos reímos un momento. Después de eso Arana y yo nos besamos, como aquella vez que nos enamoramos por primera vez. Tras el beso, la acompañé a la cama.
-El piloto está en automático, no tienes que volver al timón. – me dijo sosteniendo mi mano.
Me mantuve sin contestar, intenté soltar su mano, pero ella la agarró con fuerza.
-Edmon no querría que te mataras navegando. – me dijo intentando ver mis ojos.
Intenté decir algo, pero ella, como siempre, supo que decir antes para arreglarlo.
-Recuerda lo que este nombre significa Dorian. –
-Neverender. – le dije con una pequeña sonrisa.
Por primera vez en seis años, decidí dormir en la ruta automática. Dormí mejor de lo que había dormido en muchos meses.
Estabamos a menos de un día de llegar al sistema Deimara. La mujer que amo, mis tres hermosos hijos, y yo.
Poco duró ese sentimiento perfecto, puesto que Nahya comenzó a llorar de nuevo.
-Esta vez no pienso pararme. – dijo Arana a regañadientes.
Solté una risilla antes de levantarme a hacer mi trabajo favorito. El de cuidar a mi familia.
Comments (0)
See all