Ya no tenía nada en el estómago y aun así seguía vomitando. Lo que estaba en el váter era acuoso, amarillo y de sabor amargo. Seguramente era su bilis disuelta en esa bebida de frutas naranja.
Se tiró al suelo. Exhausto por tanto esfuerzo. Su cuerpo estaba empeñado a expulsar algo que ni siquiera podía tocarse o tuviera una consistencia sólida, pero sabía que estaba dañando todo su sistema. Todo su cuerpo. Todo su ser.
Podía sentir el crujir de sus huesos cada vez que tomaba aire. Un dolor se extendía por todo su cuerpo tembloroso. Un dolor que estaba enfermándole.
No alcanzo a llegar al borde del váter y vomitó en sus pijamas.
Aquello era la obvia reacción fisiológica que hacia cualquier cuerpo para evitar morir. Algo que tenía tantos deseos que así sucediera.
El calor del celo le abrazaba quemándolo con más intensidad por cada oleada.
Jadeaba en agonía. Abría y cerraba su boca con la intención de gritar. Pero ya lo había hecho tanto que no le quedaba más voz.
PAM. La puerta del baño golpeo en la pared dejando entrar a tres hombres que portaban el uniforme de servicio de la mansión Duan.
"Dios Santísimo...¡Joven amo!" exclamó un hombre con algunas canas quien veía tan lamentable escena.
Evan Duan se encontraba en el suelo temblando en medio de viscosidades húmedas, vómitos y solo Dios quién sabe qué más. Sus antes ojos verdes luminoso no son más que cuencas vacías sin vida. Los labios estaban agrietados, rojos, con sangre. Mientras sus manos, brazos y pantorrillas tenían rasguños y moretones.
"No se queden allí parados. ¡Levántelo y métanlo a la bañera!"
"Pero..." titubeo uno de ellos.
"¡Hagan lo que les digo!"
Los hombres hicieron caso y cargaron con él y lo colocaron con sumo cuidado donde les indico el mayordomo. Le quitaron sus ropas empapadas y sucias para solo darse cuenta del cuerpo tan delgado y lastimero que tenía el amo Evan.
Sus músculos habían perdido tonalidad .Si antes su color era de por sí blanco, este se había tornado tan pálido que podían verse sus venas. Podían ver como sus costillas sobre salían de lo delgado que se había vuelto el chico. Su estado era deprimente y caótico.
"Ve por el médico familiar y tú ayúdame a bañarlo" indico el hombre tibiando el agua de la regadera en su muñeca.
Los jóvenes se vieron dudosos entre ellos.
"¡¿A qué están esperando?!" les recriminó molesto al verlos inmóviles y con la intensión de decir algo más.
"El amo dijo que..."
"Y yo te digo que vayas por el médico" mastico furioso "...si tienen tanto miedo diré que les puse una pistola en la cabeza y los obligue. Ahora... ¡vete por el Doctor pero ya! ¡Y tu levántalo un poco para limpiarle!"
El chico salió a prisa del baño y el otro hizo de inmediato caso a sus palabras. Después del amo Ronald, Aníbal Spencer era el ser más temido y respetado de la mansión.
Los rumores decían que lo encontraron cubierto de nieve y que, después de estabilizarlo, apenas despertó, comenzó a gritar entre lamentos y llanto que el pecho le dolía. Que se sentía morir. Pero esto no lo importo más a su padre quién volvió con él a casa.
Había dado la orden Ronald Duan de no atender a su hijo. Solo dejarle comida en su cuarto. Les prohibió darle más atenciones que lo que ordenara. Todo esto después que fuera traído del colegio en camilla, atado y completamente sedado.
Anibal, quién fuera el jefe del personal de servicio por más de 20 años. Sabía mucho de esa familia tan rota. Que de no ser por sus estudios en la escuela de Mayordomos él no tendría ese temple que sacaba cada vez que este tipo de egoísmos sucedieran.
Además. Se lo prometió a ella que cuidaría de su nieto.
El sedante ya había hecho efecto. Se miraba tranquilo. Limpio. Con su cabello castaño rubio a medio secar cayendo en su frente. Con la mirada borrosa pero al menos estaba en la cama.
La puerta se había cerrado en ese instante. Ronald Duan había entrado de manera tan sigilosa que de no ser por sus pasos duros sobre la alfombra nadie habría sospechado de su presencia.
"Dígame Doctor. ¿Cómo está?"
Evan ya estaba acostumbrado a la hipocresía que manejaba su padre.Sabía cuándo y cómo dar esa imagen fabricada para la sociedad.
"Le he suministrado un medicamento un poco más potente para tratar su celo y una solución Hartman para que recupere líquidos."
"¿Cuál es su diagnóstico Doctor?"
"Su tiempo prolongado de celo es claramente anormal. Por lo general son 7 o 8 días, pero estamos hablando de 21 días." su voz preocupada pondero más la angustia escondida del mayordomo, mientras que el padre estaba a los pies de la cama mirando al chico con esos ojos despectivos, ocultos tras una mirada de falsa preocupación. "Los síntomas que presenta son propios del síndrome del Rechazo"
Había leído algo Evan en aquella vez cuando investigó sobre su celo.
El Síndrome del Rechazo se daba entre OMEGA y ALFAS rechazados por la pareja destinada. A pesar que era toda una controversia porque algunos Doctores solo lo relacionaban a un estado psicológico, otros adoptaban la idea que no solamente era psiquiátrico, sino bioquímico.
Cuando un OMEGA o un ALFA eran rechazados de manera abrupta , tenía impacto psicológico y físico inmediato. El cuerpo del afectado padecía una afección cardíaca seguido de falta de aire, dolor abdominal y entrar en un celo enteramente doloroso y excesivo.
El cuerpo se debilita gradualmente ya que el individuo rechaza cualquier alimento. Insomnio, sudoración, ansiedad, depresión crónica y por supuesto terror. El pánico de saberse no amado.
Algunos decían que era una forma cruel de chantaje. Otros más que no era más que una enfermedad del instinto evolutivo de los géneros. Sea lo que fuera, era evidente que Evan lo sufría tan arraigadamente que en verdad, en verdad deseaba morir.
"...Y si no tratamos esto a tiempo, no puedo asegurarle que el chico sobreviva." mencionó el médico.
"¿Qué sugiere?"
"Llevarlo a una clínica para iniciar con un tratamiento adecuado para estos casos. Haría falta internarlo y comenzar administrarle los medicamentos apropiados, así como una terapia psiquiátrica..."
"¿Un psiquiátrico?" interrumpió de forma inconsciente Aníbal al escuchar al médico.
"En estos casos es lo más propio para cuidar la integridad del paciente. Pero no se preocupe hay sitios especiales que..."
"Proceda conforme a lo que necesite Doctor." corto con voz filosa Ronald Duan al médico viendo por la ventana de la habitación hacia afuera de la mansión "...interne a mi hijo en la mejor clínica existente de Washington o del país si es necesario."
No necesitaba que esa vergüenza empañara en esos momentos ya que tenía negocios más importantes que hacer. No tenía tiempo para desperdiciarlo con un hijo tan lamentable como lo era Evan.
"Inicien con los preparativos del chico y Aníbal..." continuo el hombre para luego mirar sobre su hombro hacia donde se encontraba el susodicho "...tu y yo debemos hablar".
"Sí, Señor" contesto serio el mayordomo.
Sería recluido en una clínica psiquiátrica. Algo tan practico y la solución perfecta de su padre para el hijo que nunca amo ni quiso. Tratado como siempre cuál si se tratase de un asqueroso perro leproso.
La puerta se cerró tras Ronald Duan mientras que su hijo veía sin alguna emoción en sus pupilas como la nieve gris caía de un cielo oscuro.
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