Cuando arribó a la clínica, de lo único que se acuerda, era que su padre lo abandonó en la silla de ruedas. Gritaba y pataleaba para que no lo dejase allí. Porque muy en el fondo presentía...no, sabía que realmente estaba abandonándolo. Pero era inútil. Era sujetado por la fuerza de dos hombres de blanco y pinchado con una aguja aguda.
Su condición, fue la excusa perfecta para deshacerse de él. Tal pareciese que aquello fue hecho por el mismo diablo.
El Dr. Bruce, un hombre que rondaba casi los treinta años, en aquel entonces, le dio la bienvenida administrándole su primera parte de su terapia. Obediencia.
Paso confinado en un cuarto oscuro y húmedo. A donde solo el personal iba tres veces al día a inyectarle todo un coctel de drogas para dormirlo, calmarlo e inhibir violentamente su celo. A veces cesaban la dosis para ver sus reacciones e intentar seguir con la siguiente etapa de la terapia, como así lo dictaba el Sr. Bruce. Pero Evan los engañaba una y otra vez. Y volvía todo a un ciclo de drogas, mentiras y autoengaños. Terminaba como había llegado al hospital.
"¡ABUELA! ¡VEN POR FAVOR! ¡VEN QUE ME QUIERO MORIR!"su alarido llenaba los pasillos solitarios de los cuartos subterráneos. "¡¡NO ME AMA!! ¡¡YA NO QUIERO VIVIR!! ¡¡YA NO QUIERO NADA!! ¡¡POR FAVOR ABUELA!! ¡Apiádate de mí...! ...por favor..."
Por más llorase y gritase nadie venía a su auxilio. Y su voz se consumía de esa forma. Primero fueron días, después semanas y luego meses.
No estaba loco.Solo estaba lleno de dolor. Un inmenso dolor que le hacía llamar a la muerte y que terminara con aquella pena. Morir, morir, morir era todo en lo que pensaba. Era por lo que clamaba su corazón...su alma.
El corazón del ser humano es tan frágil.
Un simple golpe certero que te dieras al tropezar. Un golpe certero que una persona te dé con su puño sería fatal. Estarías muerto en un par de segundos y ni cuenta te darías.
¿Pero qué sucede cuando es roto por un par de palabras crueles y frívolas? ¿Cuándo te lo aplastan y desechan como basura?
Bueno, el efecto es paulatino. Prolongado. Y no, no tiene cura.
Ahora. Solo imagina que has desnudado tu alma, tus sentimientos. Aferrándote a la estúpida idea que te vendieron por esa desesperación de encontrar y tener lo que mucha gente disfruta. Algo de lo que siempre deseaste y te negaron...y te arrebataron. A la infantil idea de encontrar la felicidad con alguien más. Porque, bueno, así tu estúpido corazón se ilusionó.
Y tú estúpida hambre de amor se volvió eso mismo...una ilusión.
Al pasar el tiempo. La terapia comenzaba a dar sus frutos.
Nadie sabía si era la terapia o las promesas que se hacían entre el mejor psiquiatra del norte de Estados Unidos y su paciente especial. Había otros más con una situación similar. Pero todos ellos al mes tenían una gran mejoría y su terapia podía seguir en sus hogares, regresando a una vida normal. Pero no Evan. Nunca Evan.
Tenía la mirada vacía hacia la nada. La habitación era blanca, pero a pesar de ello se sentía sombría, oscura. La luz del exterior entraba por unas pequeñas ventanas. En ocasiones escuchaba voces del exterior, el trinar de algunos pájaros y el graznido de algunos cuervos.
Había luz interior también. Pero esa luz se encendía solamente de noche y nunca se apagaba. En los 7 años que llevaba Evan en el Hospital Psiquiátrico de Western State jamás vio apagada esa luz.
El chirrido de la puerta de acero solo le indicaba una cosa. Su visita especial vespertina.
"Hola Evan."saludó el Dr. Bruce.
Era un hombre caucásico y de cabellera sujeta en una coleta. A comparación de otros Psiquiatras, este nunca traía esa bata blanca que los distinguían como médicos.
"¿Qué tal esas migrañas? ¿Aún te sigue doliendo la cabeza?"
"Han disminuido. Gra...cias." sus labios dibujaron una sonrisa. Más bien parecía una mueca.
"Veo que estas de buen humor" se acercó hasta ponerse frente a él "...y hoy haz comido un poco más. Te felicito" observó el doctor destapando la charola de comida. Estaban tres cuartas partes del pollo hervido, pero el puré de papas y las verduras tenían menos cantidad. Solo estaba vació el vaso de jugo y a medio comer la gelatina de uva.
Evan continuaba sonriendo con la boca, el vacío en sus ojos decían algo más. Se limitaba a ver con lentitud a Bruce.
"Evan. Ya sabes a que he venido ¿cierto?."
El chico parpadeo con pereza. El colchón crujía cuando se apoyaba para llegar hasta el Dr. Bruce. Se sentó en la orilla de la cama y enderezó la espalda. Abrió la boca de forma automática.
Examinó el médico con el abatelenguas. Miró sus ojos con el otoscopio y también sus oídos, así como las fosas de su respingada nariz.
"Examen básico uno, tres, tres, cinco." dijo. Al momento la enfermera tomaba apuntes en su tableta electrónica. Ella era una mujer algunos años mayor que el médico. Tenía el cabello oscuro rizado y unos ojos pequeños y rasgados.
"Bien." contesto la enfermera.
El tono de un mensaje interrumpió el silencio denso de la habitación.
"¿Son los resultados de los exámenes matutinos?"
Entregó la asistente la tableta al psiquiatra y este deslizaba su dedo por la pantalla. Leyó algo en ella y regreso el aparato a la enfermera. Suspiró con pesadez.
"Evan. Necesitamos que comas un poco más. Haz perdido algo peso y estas deshidratado."
"..." El chico no contesto. Desvió su mirada hacia otra parte que no fuera la vista del Dr. Bruce. Abrazo sus rodillas y se sumió en ellas. Como una criatura sumisa.
"Tu celo esta próximo, Evan. Prometiste que te portarías bien y seguirías indicaciones ¿lo recuerdas?".
Asentó lentamente con la cabeza Evan con el rostro entre las rodillas. El Dr. Bruce le sonrió y le acarició de forma fraterna la cabeza.
"¿Podrías dejarme a solas con él, Jacky?"
Era el dialogo que daba a pie a lo que bien sabia Evan sucedería después. Sintió deseos de pedirle a Jacky que no se fuera, pero su boca nunca dijo nada. Temblaba como una ramita agitada por el viento. Todo él sabía lo que pasaría. Pero era parte de la terapia.
La puerta hizo un chirrido horrible al momento que la enfermera abandonó la habitación.
Evan se hacía chiquito entre su propia barrera. En ese lugar había aprendido una de las lecciones más crueles. El mundo estaba lleno de depredadores y él...él era una presa.
La mirada carámbano ahora era oscura y afilada.
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