"¿Dejaste de tener esas pesadillas?"
"Sí" contestó viendo de reojo al médico que se sentaba en la silla frente a él.
"Cuando respondas, lo correcto es que mires a los ojos a la persona, Evan"
Parpadeó un par de veces y observó la mirada del Dr. Bruce.
Se fijó en esos ojos azules como carámbanos glaciales. Sus perfectos dientes se mostraban en una perfecta tétrica sonrisa. Aunque lo más notable eran esos caninos de ALFA que sobresalían de manera intimidante.
"Sí" repitió Evan viendo con rostro somnoliento al hombre.
"Eso es genial." le hizo a un lado un mechón de cabello castaño "...te dije que ese medicamento era efectivo"
Comenzaba a sentirse algo mareado. La nariz le escocia y sus pulmones se llenaban de una aroma potente. A almizcle con alcanfor. Eran feromonas de ALFA.
Un calor bajaba hasta sus entrañas hasta volver a subir a su cuello, exactamente bajo su nuca.
El Dr. Bruce pasó sus dedos en el punto donde su excitación crecía gradualmente. Tras de su oreja. Muy cerca de donde terminaba la raíz de su caballera posterior. Sobre el único seguro que le impedía enlazarse con cualquier ALFA. El collar.
Evan cerró los ojos con fuerza. Era la única forma que conocía para poder sobrellevar aquello. La verdad, por más que deseaba sentir repulsión, su cuerpo ya se había acostumbrado a las feromonas del Dr. Bruce y su instinto le arrastraba a consumar tales actos con él.
El aire comenzaba a hacerse caliente. Su pecho subía y bajaba rítmicamente mientras que el calor se anidaba en su cabeza.
"Quítate los pantalones"
Y así lo hizo él. Obedeciendo a su voz.Porque así fue amaestrado durante estos siete años dentro de aquella prisión blanca. Porque así era la única forma de vida que sabía.
Tomó de su muñeca y jaló hacia él, obligándolo a sentarse en sus piernas. Quedando cara a cara. La sensación fría de sus dedos pasar por debajo de su camisón blanco le erizaba la piel. Temblaba. El mareo iba y venía en su cabeza, como siempre. Y como siempre su mente lo llevaba a su único refugió mental que se tejió como medio de defensa para bloquear cualquier otra reacción por sus caricias. Un lugar donde no había nada, ni sentía nada.
"No estás aquí, ¿cierto, Evan?"
Abrió los ojos de golpe al aliento de Bruce en su oreja.
"Yo solo...solo pensaba..."
"¿Mmh?" los labios del Doctor rodeaban la clavícula exquisita del omega.
"Hace mucho que no sé nada de mi padre." soltó.
Bruce arqueo una ceja sin entender a qué venían sus palabras.
"Bueno, ya sabes que es un hombre muy ocupado" bajaba por su cuello dándole pequeños besos que sentía Evan como cortes de navajas "...pero, aunque no le creas, le importas. Si no, ¿por qué estarías aquí?".
Él lo sabía. El Doctor Bruce lo sabía. ¡Hasta el personal del hospital lo sabía! A su padre no le interesa su existencia. Y la clara evidencia era que nunca recibía ni siquiera una postal o una llamada. Nada. Pero no, realmente a Evan eso no le importaba. Aquello salió a flote como parte de su defensa mental de evadir su triste situación.
Su cuerpo dio una fuerte sacudida al momento que la mano de Bruce comenzó a tocar su pene. Haciendo que se estremeciera por cada vez que su mano baja y subía. Estimulándolo.
"Veo que tu consistencia pre seminal tiene buen color" observó Bruce pegando y despegando sus dedos con esa viscosidad que salía de la punta del pene "...y también es deliciosa" lamía sus dedos con un rostro de satisfacción.
"Por favor...no digas eso" se cubría el rostro con sus brazos. La vergüenza le carcomía la poca dignidad que intentaba salvar.
"¿Sabías que cuando te sonrojas, tu cuello se tiñe?" susurró con voz pausada cerca de su oreja "...es lindo"
Realmente Evan no estaba muy concentrado en sus palabras. Bruce continuaba masturbándolo con más fuerza su pene, este comenzó a brotar cada vez más de su miel blanca, derramándose en la mano de él.
Evan dio un respingo al sentir como un dedo se introdujo, sin advertirlo, en su ano. Bruce metió otro más, abriéndolos y cerrándolos dentro. Su lengua paseaba sobre la piel pálida de Evan quién cerraba los ojos. Mientras él imploraba que aquello acabase pronto.
Sus caderas fueron sujetadas con fuerza y algo grueso, grande y violento entraba en su ser. El pene del ALFA estaba cavando hasta sus entrañas. Su entrada abrazaba la base de la ingle, en tanto Evan mordía su labio con dolor. Porque sí, era doloroso todo ese tratamiento para volver a ser "normal".
"Abre tus ojos, Evan. Sabes que me encantan".
Evan sumía más su cabeza en el cuello de Bruce. No quería hacerlo, en verdad. Estaba en pánico siempre cuando el Doctor le aplicaba ese tratamiento.
Le llamaba: terapia de feromonas. La teoría era absorber las feromonas de un ALFA cualquiera y con cualquiera solamente serían las de él. Según esto para que su cuerpo "borre" la necesidad de mezclarse con el ALFA destinado. Honestamente, para Evan, lo único que formo en él fue la repulsión a todos los ALFAS. Al fin de cuentas, la terapia cumplió con su objetivo. De cierta forma.
Bruce comenzó a embestirle más profundamente. El CLAP CLAP de su ingle pegar con sus nalgas, hacía eco en la habitación.
"Ah.Espera.Por favor"
Su pene rebotaba de arriba abajo, escurriendo más y más de su esperma. La camisa del Doctor se humedecía con su sudor y fluidos. La boca de Bruce le pasaba el aliento cerca de sus labios. Los beso. No. Los comía con desesperación. La lengua de aquel ALFA le penetraba dentro de su boca al ritmo de sus caderas que clavaban más y más su pene.
Escuchaba sus jadeos roncos. Su voz iba y venía en su garganta. Lloraba de dolor. De impotencia. De odio.
Cargo con su frágil cuerpo sin sacar si quiera el miembro punzante de su culo. Lo dejo sobre la cama boca abajo. Levanto con fuerza sus caderas para su comodidad y continuo entrando y saliendo de su cavidad estrecha, húmeda e independiente de sus ideas de querer morir.
Por su boca bajaba un hilo de baba y de sus ojos brotaban lágrimas. Ya no sabía si era porque sentía un alivio asqueroso por ser inundado de esas feromonas o porque la dignidad moría cada vez que aquel hombre lo tomaba a su gusto.
Un par de golpes sonoros interrumpió al Doctor que tenía media verga encajada en su ano. Nunca antes había pasado eso mismo. Evan giró la cabeza hacia la puerta. Tenia tanto miedo como curiosidad de lo qué sucedía.
"¿Doctor Bruce Lann?"
Habló la voz de un hombre por fuera.
El Doctor jaló de su cuerpo y tapo su boca. Ignoró por completo que alguien estaba afuera y podía entrar. Tenía miedo. Mucho miedo. Pero al parecer era algo que excitaba más al Doctor ya que su pene se había hecho más grande.
"Estoy en medio de una terapia, Dr. Dalton"
Sus jadeos rebotaban en la palma de la mano de Bruce. Su mente comenzaba a ponerse en blanco.
"Precisamente el asunto trata del paciente a quién está tratando, Doctor" dijeron "...el abogado del paciente Evan Duan, está aquí con una orden."
Aquellas palabras fueron suficientes para que Evan despertara de ese estado inducido.
Intentaba huir, pero Bruce le sostenía con más fuerza.
"Más te vale guardar silencio cariño..." le ordenó con voz baja amenazante. Evan sentía frío en su nuca y el resto de su cuello. "...saldré en un momento" dirigió esto último al Dr. Dalton de la puerta.
El ruido de los pasos por el pasillo desapareció. Pero no así el estado en celo del Dr. Bruce que golpeaba una y otra y otra vez con mas ímpetu que antes contra sus caderas.
"Por favor...ya..." jadeaba Evan para que se detuviera cosa que no estaba en lo absoluto dispuesta hacer. Después de todo, aquello era muy adictivo para el ALFA.
No tenía tiempo para seguir con esto y mucho menos continuar con la parte que más le gustaba hacer le a Evan. Lo que era sacar su semen mientras lo duchaba con agua helada. Así que lo único que hizo fue vaciarse sobre el rostro lloroso del chico.
Evan tenía toda la eyaculación en la cara. Bruce soltó una risotada.
"Sé lo que estás pensando, cariño. Pero te aseguro que solo hay una forma para que salgas de este lugar..." paseo sus dedos en el collar "...y sé que también lo deseas".
Bruce acomodaba sus ropas mientras salía de la habitación. Dejando a un joven exhausto, humillado. Pero sobre todo intrigado.
En realidad, Evan apenas tomaba conciencia de lo que sucedía. Sin embargo, sus palabras dieron pie a muchas incógnitas.
Un abogado estaba allí por él y tenía una orden.
¿Qué era todo aquello? ¿Por qué su padre mandaría un abogado por él?
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