Divisa una sombra en la puerta, Samara se acerca para verlo caído y con la carta demasiado cerca. El rostro de ella demuestra que no hay marcha atrás ni forma alguna de encubrir los hechos.
El gitano toma fuerzas al ver el hermoso
rostro de su mujer gélida y pálida con los ojos humedecidos, por solo unos
segundos pensó en pedir disculpas o explicar tal traición cuando Mela se
levanta como un león a su presa.
Samara sale velozmente por la puerta, sabe lo que le espera. Mela retrocede y
busca debajo de la almohada, sin hallar nada, busca en su armario y de igual
manera; nada, cuando recuerda la segunda gaveta a la derecha.
Un cuchillo lo acompaña tras la infiel, traicionera
e ingrata, quién le ha dejado con el alma seca.
Samara corre por el suelo desértico sin mucho que la proteja, pero de igual
manera no hay forma de que se detenga, Mela a tan solo unos brazos de distancia
casi la sujeta.
Sus lágrimas salpican la arena, su corazón late, ya no por amor sino por el mero instinto de supervivencia para no dejar esta tierra. Pero sus piernas no son tan buenas como para seguir resistiendo por mucho tiempo.
Al unísono, ella disminuye su velocidad y él la aumenta, al alcanzarla la tira al suelo, ambos están cansados de tanta carrera.
Mela la arrastra por el suelo mientras ella trata
con poca fuerza de zafarse, la mujer se da cuenta que ha perdido la pelea y
decide que él haga lo que quiera con ella. Su amado le pregunta llorando:
—¿por qué?... ¿por qué?...
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