— ¡Pequeño Xel! — una mano había llegado hasta su hombro.
— ¡A la mierda! — gritó del susto. Xel-há cayó al suelo, de los nervios intentó mover sus brazos y piernas para cubrir el terrario, pero terminó tropezando y lastimando su trasero.
— Me ofende tu horrible reacción ¿Ya no soportas a tu mejor amigo? — se quejó la voz. Frente a los ojos de Xel-há se manifestaba un hombre de facciones delicadas, considerado pequeño si se compara con alguien de su misma edad, con los brazos cruzados y un puchero en el rostro. Este era el conocido Kunak, un querubín del Imperio Celestial y también el mejor amigo del ser divino que se encontraba en el suelo.
— No es así, creí que eras alguien más — rio nervioso.
— Deberías agradecer de que fuera yo y no alguno de tus padres — extendió su mano para ayudar a su amigo a ponerse de pie — A todo esto ¿Dónde estabas?
— Ah... Solo caminé por ahí.
— ¡¿Qué es eso?!
Kunak señaló en dirección a la serpiente negra, Xel-há se colocó en medio de su visita y protegió el hábitat con su cuerpo. Lleno de nervios intentó explicar por qué estaba esa criatura en su palacio, pero entre más buscaba cómo decirlo, más se confundía y decía estupideces.
— P- puedo explicarlo...
— ¿Estuviste en el mundo de los mortales? ¿Sabes qué pasaría si se enteran de eso? — reclamó con preocupación.
— Fue un pequeño vistazo y en el camino de regreso terminé hiriéndola, no podía dejarla morir.
— No puedo creer que sigas haciéndolo — llevó ambas manos a su rostro — Te meterás en problemas algún día de estos, yo ya no voy a cubrirte nunca más.
— ¡Oh, vamos! — Xel-há abrazó a Kunak del brazo — Amaste aquel pan relleno que te traje hace dos meses, si ya no puedo ir, te quedarás sin probarlo de nuevo; tanto a mí cómo a ti nos conviene que no me descubran. Además sé que mi mejor amigo no me delataría jamás.
Kunak bufó molesto, resignado, aceptando la verdad en las palabras de su amigo el dios. Ambos rieron divertidos, Xel-há le contó sobre lo que vio esta vez, cómo un hombre lo persiguió con una lanza y la manera en la que terminó cuidando de una serpiente herida debido a su culpa. Originalmente Kunak fue presentado como el mensajero personal de Xel-há cuando apenas tenían tres mil años de haber llegado al Imperio Celestial, pero, gracias a la personalidad del Xel-há, pronto se volvieron algo más que solo jefe y empleado, su amistad no dejó de crecer desde entonces.
— Casi lo olvidaba, tus padres han estado buscándote por horas, no me sorprendería que pronto...
Ambas puertas del Palacio se abrieron de un golpe, dos figuras entraron corriendo por ellas, un hombre y una mujer gritaban el nombre de Xel-há. Nicte, la diosa del amor, y su esposo el Dios de la naturaleza, Amaru.
— ¡Xel-há! — gritó la diosa antes de abrazar al susodicho.
— ¿Qué es esto? — cuestionó con poco aire en sus pulmones.
— ¡Tú! No respondías el brazalete, nos tenías muy preocupados — El tierno abrazo se volvió más un apretón de muerte, suerte que es un inmortal, de lo contrario estaría en un ataúd ahora mismo.
— Nicte, espera... — jadeó para tomar aire.
— Creímos que algo te había sucedido, nunca diste alguna señal de vida por el brazalete, estuvimos llamándote muchas veces — Amaru palmeó la espalda de Xel-há suavemente.
— No entiendo por qué ¿Sucedió algo?
Ambos mayores se miraron con preocupación antes de responder con sinceridad.
— Esta mañana, hubo un ataque en el norte del Imperio... El ser Supremo del clan de los demonios salió del Inframundo e hirió sin piedad, por suerte no hubo muertes, pero no podemos asegurar que no las haya después.
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