— ¡Espera! — Xel-há estaba yéndose de la ceremonia un par de segundos después de que concluyera, fue detenido por algo que lo tomaba de la muñeca con cautela, giró la cabeza y miró el rostro sonriente de la persona — Me alegra que hayas estado aquí, pude verte llegar a lo lejos.
— Katu...
— Fue un evento exagerado ¿No lo crees?
— Bueno... — Xel-há tuvo que detenerse a conversar — Es lo que el nuevo líder merece recibir en el día de su nombramiento.
— Sorprendentemente sigo sin acostumbrarme a tan ostentosa manera de vivir — reía.
— Fue una muy linda ceremonia, de verdad.
— ¡Más tarde! — Katu gritó de repente — M-más tarde hay una cena para celebrar este día, yo... Quería pedir que asistieras como mi invitado ¿Lo harías?
En la mente de Xel-há no existía la posibilidad de asistir a una fiesta, al menos no en estos momentos, no sabía cuanto tiempo llevaba fuera y tenía a una serpiente herida esperándolo en su palacio; por otro lado estaba uno de sus compañeros y amigo que había obtenido un gran triunfo rogándole pasar un tiempo juntos para festejar. Pensándolo unos momentos pensó: "De todas maneras terminaré cenando algo más tarde".
— Está bien.
Entusiasmado, Katu lo tomó de la mano para llevarlo a otra de las salas del Palacio que ahora era de su propiedad. Dicha cena parecía más un intento de burla hacia su persona, en la enorme mesa solo se encontraban aquellos dioses que ya habían logrado ascender en las ofrendas del mundo humano, aquellos llamados primordiales; entre aquellos intimidantes dioses, Xel-há era el único perteneciente al cielo medio. Se sentía tan incómodo que la comida servida no había tocado su boca en ningún momento, lo único que lograba atravesar su garganta eran ocasionales tragos de agua que, con bastante esfuerzo, eran introducidos.
Katu fue el único que se percató del vacío en el plato de Xel-há, colocó en la pieza de cerámica un trozo de bizcocho de vainilla remojado en tres diferentes leches.
— Come esto, es delicioso.
Xel-há sabía que no podría comerlo, jugó con el trozo de pastel y sonrió falsamente.
— Gracias...
Las intenciones de Katu no eran malas en lo absoluto y está lo sabía Xel-há, la cosa era que la incomodidad aún se había apoderado de su pecho. Sonreía por fuera mientras que lloraba por dentro, quería salir corriendo en cualquier momento, pero eso solo terminaría lastimando a Katu y generando una mala reputación frente a los dioses primordiales, peor a la que ya tenía.
— Es lamentable que hayas tenido que asumir este puesto en una situación tan desagradable — habló alguien al otro lado de la mesa.
— Yo no lo vería de esa forma, más bien... No podría haber sido mejor momento para hacerlo, con el repentino ataque del Emperador del Reino de los demonios y sin un líder establecido, éste Reino caería a los pocos días.
Katu era hábil para responder, ninguna de sus palabras titubeaban al ser dichas, seguro y directo. El dios que antes había hablado era nada más ni nada menos que el temido Wari, el dios de la muerte, sin duda nadie podría hacerse cargo de ese trabajo más que él. No era alguien malo, más sin embargo su título se volvía suficiente para provocar escalofríos en quién lo mencione, incluyendo el hecho de su peculiar apariencia. Elegante, asombroso e imponente; el único Dios que poseía una tez igual al de la oscuridad y, cómo si fueran tatuajes grabados sobre su piel, el reflejo de las estrellas en el cielo se extendía por su cuerpo.
— Necesitamos detener esto — Itati, diosa de la buena fortuna — Llevamos cientos de años sin tener un conflicto con la realeza demoníaca, pero, de la nada, somos atacados por su líder.
— Itati tiene razón, hay que erradicar al Rey Demonio y traer paz a nuestro mundo — Astu, Dios de la caza.
— Eliminarlo no nos exenta de que haya un sucesor — argumentó Katu con seguridad.
— Puede que no, pero nos daría tiempo para prepararnos nosotros de igual manera, por si el siguiente monarca demoníaco también quisiera hacernos daño.
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