¡EL REY DEMONIO VOLVIÓ! Se gritaba por las calles.
Algo se removió dentro de su pecho, Xel-há ansiaba salir de su casa para ayudar a sus colegas contra el nuevo ataque del gobernante del inframundo y lo hubiera logrado de no ser por una nueva sacudida, de mayor fuerza y duración que las demás. La serpiente, que había mantenido la calma todo este tiempo, de repente cambió su expresión, parecía alterada; se arrastró desesperada por la cama, cayendo de la misma y dirigiéndose a la ventana con rapidez.
— ¡Espera! ¡Calma! — los gritos de Xel-há eran inútiles, la serpiente había escapado.
Cuando quiso salir tras el animal, el temblor no le permitió siquiera poner un pie fuera de la cama, terminó cayendo al piso sin poder hacer nada más. Para cuando el movimiento cesó, la criatura herida ya había desaparecido del palacio y se había escabullido dentro de la ciudad. Ya no hubo más del temblor, el mundo quedó en silencio, el cielo parecía haber sido cubierto por una tela negra que negaba el paso de la luz y dificultaba la vista; era toda una historia de terror que se manifestaba sobre la ciudad celestial.
Misteriosamente los quejidos del exterior se habían disipado. Se levantó del frío piso con la esperanza de que la serpiente no hubiera llegado tan lejos y que regresara ahora que las cosas se habían calmado, pero parecía que el animal se había esfumado con el viento en cuanto salió por la ventana. Estaba en grandes problemas si es que descubrían lo que había hecho, queriendo salir a buscar a la serpiente antes de que otro Dios la encontrara.
Con algo que Xel-há no contaba es que, repentinamente, una parte del techo de su habitación colapsó antes de que él pudiera llegar como mínimo a su cama. Hubiera sido solo un desperfecto que no resistió los temblores de hace algunos minutos de no ser por la persona que del agujero cayó dentro de la alcoba; un antifaz cubría la parte superior de su rostro, pero las extrañas vestimentas en tonos oscuros, el par de ojos rojos y la corona de ceniza sobre su cabeza revelaban la identidad de aquel hombre parado frente a él, el máximo gobernante del inframundo había irrumpido en su casa a media noche.
Los gritos en las calles cobraron sentido, los temblores habían sido provocados por las peleas de los dioses primordiales contra el rey demonio y justo ahora este mismo estaba buscando la manera de escapar. Xel-há no titubeó ni un poco antes de hacer lo que cualquiera que mantuviera la cordura haría, se abalanzó sobre el hombre de negros ropajes antes de que fuera alguien más quien recibiera el primer golpe; falló dos puñetazos y recibió uno de regreso, de un pequeño destello de luz apareció en una de sus manos un arco dorado mientras que la otra mano hacía aparecer flechas de las escasas partículas de iluminación.
El rey demonio no iba a quedarse sin hacer nada, mirando cómo una flecha atravesaba su cuerpo; forcejeó contra el arco y las manos del dios. Aprovechando su concentración en el arma, Xel-há lo derribó con un gran empujón en el que todo su cuerpo tuvo que estar involucrado para lograrlo, uno de los extremos del arco alcanzó a golpear el antifaz haciendo una notoria fisura en la misma. Así continuaron el enfrentamiento, intercalando posiciones, tirando del cabello del otro, golpeando a veces en sus rostros o simplemente al aire. La habitación se volvió más desastrosa, las pocas cosas que lograron mantenerse de pie después de cada temblor fueron destruidas por el forcejeo de ambos hombres.
El cuerpo y la fuerza del demonio fueron superiores a las de Xel-há. Luego de mantener el ritmo por cuatro largos minutos su cuerpo no dio más, Xel-há no había querido hacer uso de sus poderes espirituales para no arruinar su propia casa, pero, para su mala suerte, llegó el momento de hacerlo. De las palmas de sus manos salió una esfera de luz dorada que mandó al demonio lejos de él, Xel-há sabían que no podría enfrentarse solo por lo que corrió a la puerta de la habitación para salir y pedir ayuda; una fría mano se aferró a su tobillo haciéndolo caer antes de tocar la manija de la puerta, la misma mano tiró de la pierna hacia atrás, arrastrando el cuerpo del dios por el acabado de madera en el suelo.
El Rey del inframundo lo tuvo contra el piso, poniendo ambas manos sobre su cuello, ahorcándolo; Xel-há hacía lo posible por intentar alejarlo y respirar, observando la siniestra mirada repleta de odio en sus pupilas, claro que su mente pensó que sería el fin de sus días como dios y que, tristemente, los terminaría sin siquiera haber ascendido de rango desde que nació como un ser divino hace veinticuatro mil años. Xel-há, con los ojos cerrados, se arrepintió mentalmente por su mala conducta durante toda su vida al mismo tiempo que aguardaba el momento en el que los dientes del demonio desgarraran su garganta y que el olor a sangre impregnara la habitación.
Cinco, diez, quince minutos y nada de lo que pensó sucedió, en realidad las cosas se volvieron extrañamente tranquilas después de haber sido retenido. Sus párpados fueron abriéndose hasta encontrarse con un par de ojos rojos que lo miraban con sorpresa, claro que se sintió incómodo por la manera en la que era observado. El rey demonio dejó libre una de sus manos, ayudando por la otra para continuar sosteniendo sus brazos por encima de su cabeza, y bajó los dedos lentamente por el rostro de Xel-há; ninguno de los dos sabía que decir, sus pupilas no dejaban de mirarse sin entender el porqué se volvía tan adictivo el hacerlo. Las yemas de tres dedos trazaron un camino recto desde la frente hasta la barbilla de Xel-há, al llegar al borde el rey demonio levantó su cabeza luego de escuchar pisadas, soltó las manos del dios debajo de él y escapó por la ventana.
Su cuerpo quedó en el mismo lugar, observando perdido a través del hueco en el techo, en verdad creyó que sería asesinado esa noche en manos del demonio existente más fuerte, incluso, después de que ese mismo se fue por la ventana, Xel-há creyó estar muerto y que las personas que irrumpieron en su Palacio encontrarían su frío cadáver. Para su sorpresa, él seguía respirando; el aire frío de la noche inundaba sus pulmones, helando el interior de su pecho casi congelándolo, no se había sentido más vivo que ahora.
— ¡Xel-há! — Katu, junto con los demás dioses primordiales, entraron preocupados a la habitación. Encontrar a Xel-há tendido en el suelo resultó ser sorprendente, el nuevo líder de los dioses corrió para ayudarlo a levantarse.
Se mantenía pasmado, la escena le había parecido demasiado familiar cómo para haber sido solo una coincidencia, aquellos asesinos ojos rojos cambiaron completamente al momento de mirarse dejando de ser aterradores por un par de segundos. Una fuerte punzada invadió su cabeza, el corazón acelerado parecía querer escapar de su pecho, sostuvo su cien con la mano, quejándose levemente del dolor; se sentía inquieto, con ganas de haber durado más tiempo admirando aquellos ojos de brillante carmesí.
— ¡¿Te hizo algo?! — preguntó la diosa del amor que, junto con su esposo el Dios de la naturaleza, se acercaron a auxiliar a quién podrían catalogar cómo su hijo.
Xel-há ansió toda su vida por este momento, al mismo tiempo que temía que llegara algún día y, ahora que finalmente la señal de la que tanto le contaron se había manifestado ante sus ojos, no podía perder la oportunidad de obtener las respuestas a sus dudas. Katu comenzó a preocuparse, Xel-há ni estaba reaccionando de ninguna manera a sus preguntas, así que quiso cargar con su cuerpo fuera del Palacio en ruinas, solo entonces Xel-há respondió.
— Ustedes hablaron sobre un plan para eliminar al actual rey del inframundo ¿No es así? — las serias palabras sorprendieron a la multitud.
— Fue solo una pequeña idea, además no hay nadie que esté en condiciones para ponerla en marcha — Katu respondió antes que cualquier otra persona, su preocupación era obvia, su querido compañero y amigo había sido atacado por el peor de los demonios y, aunque aparentemente no había señales de heridas graves, le preocupaba que eso le trajera consecuencias de salud en el futuro.
— Yo lo haré — los rostros sorprendidos de los dioses dibujaban una escena sorprendente, Katu fue el más afectado, tensando las manos que sostenían los brazos de Xel-há hasta el punto de que sus dedos le comenzaron a lastimar por encima de la ropa.
— ¿Qué dijiste? — sonreía nervioso.
— Yo haré realidad ese deseo, descenderé al inframundo y traeré paz por al menos cien mil años más.
— Creo que te golpeaste la cabeza demasiado fuerte, estás diciendo estupideces.
— No es nada parecido — Xel-há lo miró a los ojos — Necesito hacerlo, por favor...
— ¿Por qué? — Katu presentaba dificultad para seguir hablando.
— Mi pasado... Todos me han hablado que, cuando el día llegara, yo sentiría algo que me haría saber que la oportunidad había llegado y esta vez lo hizo, lo siento dentro de mi pecho. El rey demonio tiene una gran relación con el pasado que necesito recordar.
La tensión era tanta que podría ser cortada hasta con la tela más suave del mundo. Katu se puso de pie de un salto, con el rostro oscurecido, escondiéndolo lo mejor que podía de los ojos de Xel-há; una cosa era obvia, Katu no soportaría más palabrería de su parte.
— Por favor...
— ¡CALLATE! — gritó perdiendo los estribos, lo miró amenazante y continuó — Eso jamás pasará…
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