Nada. Universo. Planetas. Tierra. Vegetación. Animales. Humanidad. Enemigos. Compañeros. Amigos. Parejas. Almas gemelas. Todo está conectado, todo tiene un por qué y vivir te lo demuestra. Yo lo supe hace tiempo.
Años atrás, cuando ingresé a preparatoria, yo estaba muy nerviosa. Pasaba a un grado de estudio más alto, me preparaba para ser alguien cuando fuera mayor; llegar al salón y ver todas las personas que se encontraban en la misma situación que yo, me tranquilizó un poco. Ya no era más una niña ingenua, ahora sabía el porque de muchas cosas, o al menos es lo que yo pensaba; cerré los ojos, respiré y saqué mi mejor sonrisa.
Pasé y tomé asiento, yo seguía con mi sonrisa, miré alrededor y vi a tres chicas conversando, parecían agradables así que fui a hablarles. Primero me presenté diciendo mi nombre, a lo que ellas amablemente respondieron con los suyos: Ivette Bourgeois, Jeannette Eyheralde y Loana Duval; las tres estuvieron en la misma secundaria y se conocían incluso desde antes. Que envidia, yo nunca experimenté una amistad así de larga, ya que constantemente me mudaba de casa solo tuve amistades pasajeras; creí haberlo pensado pero realmente lo dije. Ellas solo me miraron y me pidieron ser amigas, por el poco o mucho tiempo que me quedara en esa escuela, pero por si acaso propusieron intercambiar números para seguir en contacto, eso me alegró mucho, aunque ya no tenía teléfono en ese momento, expliqué que lo había averiado de un modo particular; en mi cuarto apareció frente a mí una araña, le aventé lo primero que llegó a mis manos y, efectivamente, mi teléfono quedó destrozado y con restos de araña; seguimos conversando un poco pero estábamos tan centradas en lo que hablábamos que no nos dimos cuenta que la maestra había entrado ya al salón de clases y se encontraba frente a nosotras, nos llamó la atención y ordenó que nos fuéramos a sentar.
Regresé a mi lugar. Mientras la maestra, que resultó ser nuestra tutora, se presentaba, desde la derecha una nota apareció frente a mí:
"¿Cómo puedes tener tanta facilidad para hablar con la gente?"
Volteé y se encontraba un chico, solo miraba al frente y giraba su lápiz entre sus dedos; tomé mi pluma y contesté:
"¿Cómo puedes hacer eso con tu lápiz?"
Al leerla me miró con una expresión un tanto molesta y escribió algo a lo que no supe exactamente qué contestar:
"¿Eso es lo que tú deseas?"
Pensé bastante qué responder; cerré los ojos, inhalé, exhalé, miré el techo, el piso y la ventana, pero había una persona bloqueando la vista, una vez más la maestra. Tomó la nota que nos habíamos enviado y mencionó mirándonos que era mejor empezar sin distracciones, me regresó la hoja y la puse entre mi libreta. Voltee hacia la pizarra y decidí dejar que el tiempo pasara.
Al acabar la sesión volteé nuevamente a mi derecha buscando al chico para tratar de responder la pregunta, pero se había recostado en su banco tapándose la cara con los brazos. Estaba inmóvil, supuse que estaba tomando una siesta. No quería molestar, así que corté un pedazo de hoja de mi cuaderno y comencé a escribir mi respuesta. Iba a la mitad cuando Jeannette me habló, tapé el papel con mi brazo; ella quería saber un poco más de mí y me invitó a comer en el almuerzo con ella y las demás chicas, acepté y enseguida regresó a su lugar. Terminé de escribir, dejé la nota en su pupitre y me le quedé viendo esperando a que despertara. Cuando el siguiente maestro entró al salón, él despertó y acomodó sus cosas para tomar la clase, se dio cuenta de la hoja que había dejado a un costado de su mano izquierda:
"Si lo que tú deseas es hablar con confianza, ¿Por qué no comienzas conmigo? Escucharé lo que quieras decir"
Nuestras miradas se cruzaron y él rápidamente desvió su mirada, casi se le cayó el lápiz de las manos. Durante el resto de la clase sus ojos voltearon solo a su libreta, los dedos de sus manos estaban entrelazados y no paraba de mover sus pies, enseguida sonó la campana se acercó a mi lugar, con la vista aún baja y con la mano extendida hacia mí me dijo su nombre, me pareció de lo más tierno, sonreí y correspondí a su saludo. A partir de ese momento Maurice Alcott y yo comenzamos nuestra historia...
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