—¡Terminé! —grito mientras caigo sin apenas fuerza boca arriba en la cama.
Por fin he logrado guardar y ordenar todo lo que venía en las cajas de la mudanza.
Han pasado ya varios meses desde que mis padres nos comunicaran a mí y a Mike que nos mudábamos. Al principio no estaba muy feliz con la decisión; al fin y al cabo, a nadie le mola tener que dejar el lugar en el que ha crecido durante 18 años. Sin embargo, tras pasar quince días en este nuevo sitio, confieso que no me desagrada la idea de vivir aquí. Es bonito y tranquilo. Además, como nuestra anterior casa era muy pequeña, tuve que compartir mi habitación con mi hermano Mike, por lo que apenas tenía privacidad. Ahora que tenemos una casa más grande, por fin podré gozar de una habitación propia, y de completa privacidad.
—Privacidad... — murmuro mientras contemplo el techo.
De repente, siento el impulso de hacer algo. Levanto mi mano y la llevo por debajo de mi camiseta. Recorro mi cuerpo hacia arriba hasta llegar a la altura de mi pecho, donde mis dedos rozan la zona. No suelo llevar sujetador, así que toco directamente mi piel desnuda. Cierro los ojos y me imagino con un torso masculino. La idea de poseer un cuerpo de tales características me invade. No es la primera vez que fantaseo con ello, y sé que tampoco será la última. "¿Cómo se debe de sentir no tener pechos en absoluto?", esa es la pregunta que me hago continuamente. Esta posición, con mi cuerpo tumbado y mi mano sobre mi pecho, es la sensación más cercana que he logrado experimentar hasta ahora de "no tener pechos". Y me gusta. Desearía poder permanecer con esta sensación durante todo el día. Pero sé qué es imposible, porque mi genética me lo impide. Solo puedo dar las gracias a mi madre por darme al menos unos pechos pequeños y poder disimularlos con la ropa. Si no fuera por ello... tal vez ya habría perdido la cabeza. Siendo que este cuerpo ya de por sí me incomoda, que otros puedan percibirlo se siente aún peor.
—¡Luc!
Nada más escuchar mi nombre y el pomo de la puerta abriéndose, entro en pánico. Saco rápidamente la mano de debajo de la camiseta y me incorporo con los brazos sobre la cama. Mi hermano aparece en mi habitación y por un momento dejo de respirar.
—Mike, ¡¿acaso no puedes llamar antes de entrar?!
El repentino tono sorprende de tal forma a mi hermano, que me doy cuenta de que me he pasado. Tenía tanto miedo a que me pillaran en el acto que no me di cuenta del tono con el que le había hablado.
—Perdona —digo con una voz mucho más tranquila — estaba terminando de cambiarme. Miento, pero es lo único que se me ocurre ahora mismo.
—No, está bien. Tienes razón. Tendría que haber llamado a la puerta, perdona. Ahora que tienes habitación propia es normal que te cambies aquí y no en el cuarto de baño.
Cambiarme en mi habitación... Es verdad, desde los 11 llevo cambiándome en el cuarto de baño.
—Perdona, la próxima vez llamaré antes de entrar.
Le veo tan decaído de repente que me duele. Estos últimos días siento que pierdo el control fácilmente y levanto más la voz de lo normal. ¿Qué me está pasando?
—Ven aquí — le digo abriendo los brazos.
Mike no duda y se acerca para que le envuelva en mis brazos.
—Te he asustado, ¿verdad?, perdona, no era mi intención gritarte. Es que... estoy con un poco de estrés últimamente, por la mudanza... y esas cosas. Pero no te preocupes, seguro que en unos días estaré mejor — o eso quiero creer.
—Mm.
—¿Tú estás bien?, ¿qué tal tú nueva habitación?
—Bien, aunque se siente raro tenerla para mí solo.
—Ahora tendrás más espacio para guardar tus cosas— 'y privacidad.' —Y ya no tendrás que soportar mis noches en vela para terminar los deberes.
Mike deja escapar una pequeña risa.
—En eso tienes razón. Aún me extraña que mamá y papá nunca te descubrieran.
—Y todo gracias a ti. Gracias por guardarme el secreto.
Y lo digo de corazón. Siempre fue bueno guardando mis secretos. Al igual que yo guardando los suyos.
—Hey, para eso estamos, ¿no?
—Siempre — le digo acariciándole el pelo.
—¡Ah! Es verdad, mamá me había dicho que te avisara de que íbamos a comer.
—¿Ya? Pero si hace media hora ni había empezado a cocinar.
Mike se encoje de hombros.
~⭐⭐⭐~
—¿Qué comemos hoy? — pregunta Mike nada más entrar al comedor.
—Pizza — responde Oliver, nuestro padre.
—¡¿Pizza?! — exclama Mike sorprendido. Y no me extraña, en nuestra familia rara vez comemos Pizza.
—No creas que será así todos los días — responde mi madre, Clara, entrando con la Pizza al comedor.
—Hoy hemos hecho una excepción porque estábamos muy liados.
—Y no os hemos pedido cocinar a vosotros porque teníais cosas que hacer también — nos dice Oliver mientras nos mira con una ceja levantada.
—Así es. Cuando hayáis terminado de instalaros, necesitaremos vuestra ayuda. Sé que ya ayudáis cuando podéis, pero estos días vamos a necesitar vuestra ayuda más que nunca, sobre todo en casa. Si no, no conseguiremos inaugurar el negocio a tiempo.
—¿Ya habéis solucionado los papeles? — digo sirviéndome un trozo de Pizza.
—Casi. La semana que viene debería estar todo en regla — explica mi padre.
—Lo que significa que nos pondremos manos a la obra con el hostal.
¿Tan pronto?
Nuestro negocio familiar es la hostelería. Nos encargamos de alquilar habitaciones a los turistas que vienen a pasar las vacaciones en la zona. En otras palabras: un hotel, pero más pequeño y con un aspecto más rustico. El hostal es en realidad una casa con jardín, sala de estar, baño, y una pequeña cocina de uso público. No hay muchos hostales por la zona, por lo que resulta una opción turista bastante atractiva, y más en un sitio como este. En cuanto a su ubicación, está situado en la segunda salida que lleva hacia el faro. No es un camino muy concurrido debido a que solo pueden pasar coches autorizados, pero es tranquilo y está bastante rodeado de naturaleza.
—Es por eso que necesitaremos que nos echéis una mano. Cuando los papeles estén en regla, estaremos hasta arriba de trabajo. No tendremos tiempo para ocuparnos de vosotros y las tareas de casa.
—De acuerdo. No te preocupes, — le digo a mi madre — Mike y yo nos encargaremos de lo que haga falta.
—¡Mmmmm! — responde Mike con la boca llena.
« Este chico », pienso mirándolo. Se ha zampado el trozo de Pizza nada más sentarse.
Niego la cabeza mientras sonrío. No tiene remedio.
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