Borrar v.
Borrarte me dolió más que perderte.
Cuando te perdí, tenía la esperanza de que te volvería a encontrar. Tal vez en otra forma, tal vez en otro tiempo.
Cuando te borré, sabía que no había vuelta atrás.
Bruma n.
La persona que me acompañó el verano de 2014 hizo una descripción sobre mí, que a la fecha sigue siendo mi favorita: -Tienes el alma más confundida y bondadosa del mundo.
No sé si lo de la bondad sea cierto, pero sé que la confusión es verdadera.
Y es que vivo entre la espada y la pared, entre lo que mi cabeza me dice y lo que mi corazón quiere. Entre lo que creo y pienso, y lo que siento. Vivo confundida respecto a ti.
Lo irónico es que, toda esa bruma se disipa cuando estoy a tu lado. Cuando tu bella sonrisa y tus brillantes ojos están frente a mí, y todo a mi alrededor vuelve a tener sentido.
Esa es la razón por la que tengo miedo de algún día perderte. Porque, entonces, toda mi vida perderá claridad y la eterna batalla entre mi mente y mi corazón se prologará infinitamente, hasta el día de mi muerte.
Café n.
La mejor manera de solucionar un conflicto es con bebidas. Yo prefiero el té o el café, porque iluminan a mi corazón, aclaran mis ideas, y me permiten ser mejor negociadora y tomar decisiones benéficas para mis intereses, mi mente y mi corazón en el largo plazo.
Esa tarde, en que las flores de primavera llenaban de su perfume al aire, compartimos una taza de café; sabíamos que era necesario, el paso que requeríamos para normalizar la situación.
Aunque comenzábamos de cero. No queríamos retomar lo que abandonamos primaveras atrás. Teníamos la mejor disposición para actualizarnos, compartir nuestros miedos, sabernos personas con similitudes, cuyos corazones fueron devastados por el mismo mal. Porque sólo la empatía podría volver a construir una amistad otrora destruida.
Y café. El mutuo amor por el café sería la base de nuestra renovada amistad.
Celebrar v.
Creo que todas las personas necesitan a alguien como tú en sus vidas.
Un amigo con el cual hablar de forma clara sobre todas las cosas: las que duelen, las que hacen felices, las cotidianas y las extraordinarias.
Un amigo con el cual debatir sobre mi carácter, y que acepte cuánto me adora porque soy adorable como el pan dulce (Aún si eso no siempre es verdad). Con el cual hablar de cosas profundas, y aligerar el tema bromeando con referencias de libros y películas.
Un amigo con quien quejarnos de discos malos, o compartir canciones que nos describen. Con quien pueda mostrarme tal cual soy a través del lenguaje que mejor entiendo. Que entienda que cada canción que comparto tiene importancia.
Un amigo que venga a contarme de su vida, que está llena de amor y esperanza, seguro de que todo estará bien, y que sea capaz de transmitirme esa paz.
Que me dé la confianza de que, de algún día contarle las historias de lo que me hace feliz.
Un amigo que siempre me impulse a ser mejor persona. Que me apoye en mis proyectos, sin importar el resultado… Que me recuerde que, sin importar las cosas, nunca estaremos solos.
Porque siempre podré contar contigo.
Y si todos vamos a morir, primero hay que celebrar juntos.
Desaparecer v.
No hay secreto que no pueda descubrirse; las personas nos encargamos de mostrar con nuestro lenguaje corporal, nuestras acciones y nuestras palabras aquello que queremos ocultar.
Por qué tú y yo nos separamos era una pregunta que muchos se hacían, pero que pocos tuvieron el coraje de pronunciar en voz alta. Pero eso no era mérito suficiente para que lo supieran.
Porque, dime ¿Cómo no iba a levantar sospechas que una de las más fortalecidas relaciones que habían pisado aquellos suelos desapareciera de un momento a otro?
Lo siento por quienes enfocaron su atención en lo que había dejado de hacer y a quiénes había dejado de frecuentar en vez de lo que ahora hacía y las personas que formaban parte de mi vida.
La respuesta estaba ahí. En los ojos que ahora veía, en los brazos que me cobijaban cuando todo parecía deshacerse día a día, en la boca que me regalaba palabras de esperanza cuando más las necesitaba.
En la única persona que estaba involucrada en este asunto, de quien también te habías deshecho cuando ya no te fue útil.
Éramos dos almas que habían sido lo suficientemente bondadosas e inocentes como para confiar en ti. Dos almas lo suficientemente fuertes como para sobrevivir por sí solas, antes de encontrarse y aprender a caminar una al lado de la otra.
Esa era la clave para entender el centro del asunto: la verdad no estaba en lo que había desaparecido sino en lo que había surgido.
Joder v.
Había pasado un año desde el fatídico día en el que los secretos que me ocultaste a capa y espada salieron a la luz, sólo para asesinar a nuestra amistad.
365 días en los que sólo una vez intentaste contactarme, para reclamarme sobre mi amistad de años con alguien a quién tú me habías presentado, porque para ti las personas no podían convivir y quererse si no era por ti.
No podíamos querernos más de lo que te queríamos a ti. Porque siempre se trató de lo que tú querías.
Un año. 365 días en los que me había asegurado de que todos los puentes de comunicación estuvieran disponibles; no sólo nunca intentaste cruzar alguno de ellos, sino que comenzaste a quemarlos. Solo.
Porqué cambiar de celular no era suficiente. Porque eliminarme de todas las redes sociales habidas y por haber no era suficiente.
Tenías que asegurarte de que todos los amigos en común que teníamos se alejaran de mí, de repente, sin explicación. Aunque la explicación siempre estuvo en la cercanía con tú persona.
365 días en los que me demostraste que tú no tienes amigos, ni siquiera aliados. Tú tienes personas, a las que tomas, usas y desechas con más facilidad que a un pañuelo.
No importa que los llames tus amigos, no importa la cantidad de fotos que compartas con ellos en redes sociales. No lo son. Nunca lo serán. Nunca dejarás que entren en tu vida.
365 días desde que habías perdido mi confianza y mi amistad.
Desde que habías dejado de joderme, y mi vida.
Y no me arrepentía de nada, excepto de no haberlo hecho antes.
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