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Del Baile al Murmullo | Español

4-4

4-4

Nov 25, 2022

Pertenecer v.

Tus brazos se estrecharon alrededor de mi cintura. Tu respiración chocaba en mi cuello y podía sentir el latido de tu corazón en mi mano, que se aferraba a tu pecho como si mi vida dependiera de ello.

Me aferraba a ti, a pesar de que yo sabía que ese no era mi lugar.

Finalmente, te solté. Dejé que te separaras unos centímetros de mí y supe que ahí pertenecía. Lejos de ti.

Pesadilla n.

Disculparse siempre ha tenido un efecto mágico y terapéutico, capaz de restaurar hasta la relación más dañada, de suavizar el conflicto más álgido, y de mostrar humildad en los momentos de mayor prepotencia.

Sólo que, en algunas ocasiones, las disculpas pierden esa bondad intrínseca y se convierten en lentos recordatorios de los males que acechan el interior de una persona.

-¡Disculpa!,- después de chocar con alguien y tirar su pastel de cumpleaños.

-Lo siento,- cuando tienes que disculparte por querer intensamente a alguien que jamás se interesó en ti.

-Perdóname,- cuando tienes que cancelar una salida con tu mejor amiga porque tuviste una crisis nerviosa y no quieres salir y enfrentar al mundo real.

-No fue mi intención,- al bajar la cabeza con la consciencia de que decepcionaste a las personas que te rodean.

-Lo siento,- una vez más, porque alguien te dijo que no tienes que disculparte por todo. Pero no sabes que otra cosa decir.

En esos momentos, las disculpas se vuelven la materialización de las pesadillas más oscuras de una persona, cuando no se vuelven una oportunidad de aceptar y enmendar los errores, sino de flagelarse debido a ellos, y hundirse con la seguridad de que, sin importar el esfuerzo que se realizara, nunca sería suficiente.

Pizza n.

Había esperado por casi dos años a que llegara ese día.

No podrías imaginar todo lo que pasó por mi cabeza cuando aceptaste.

Desde que desperté supe que sería un día especial. Que, sin importar lo que pasara, atesoraría todo en mi memoria como un recuerdo vívido, capaz de estremecerme cuando quisiera resucitarlo.

Las lluvias de abril no impidieron que eligiera mi falda preferida, o que me arriesgara a llevar el cabello suelto. Ni siquiera me recordaron llevar un paraguas. Porque estaba demasiado emocionada, y decidí tentar a mi suerte, y que fueran los dioses de la lluvia quienes nos bendijeran o separan.

Y de repente, antes de lo que imagine, estabas ahí, frente a mí. Con esa sonrisa de toda la vida, el abrazo que jamás me has negado, y una luz dentro de ti que apenas brillaba.

Mi corazón se aplastó.

Te abrí la puerta a uno de los lugares más importantes que había descubierto en esta ciudad. Y pedimos pizza; la mitad con piña y la otra sin piña. Opuestas, y complementarias.

Conforme las rebanadas comenzaban a desaparecer, los secretos comenzaron a salir. Me contaste cómo se había apagado la luz dentro de ti. Te conté por qué estaba refugiada contigo, en vez de salir a enfrentar la realidad. Jamás entenderás lo importante que fue para mí escucharte aquel día, dejar que nombraras todo lo te perturbaba y expulsaras de tu organismo las tristezas que te aturdían.

No sé si fui capaz de transmitirte lo importante y maravilloso que eres ante mis ojos. Pero deje que mi silencio y mis manos te dijeran lo que mi boca tenía miedo de decir.

Y te sostuve; te sostuve hasta donde me lo permitiste y hasta donde podía. Porque eras tan increíble que estaba dispuesta a hacer todo por que recuperaras la confianza en ti, en el amor, y en la vida.

Urano y Hermes, con ayuda de Afrodita y Poseidón, nos dejaron encerrados en el pequeño local, mientras un diluvio caía afuera.

Seguimos hablando. De música, de películas y libros. De nuestros miedos, de nuestros sueños. De nuestros planes individuales para la vida, y de cómo esperábamos vernos brillar.

Eventualmente todo llegó a su fin. Parado frente a mí, mientras la lluvia primaveral nos bendecía, tuve que resistir mi impulso de besarte. Y de transmitir a través de mis labios todo lo que quería que supieras.

Te dejé ir, porque sabía que regresaríamos otro día por pizza. Y por más secretos por compartir.

Preguntar v.

De repente, un día del que no esperaba nada, preguntaste cómo iba todo.

No encontré palabras para relatar los millones de matices que existían entre decir todo y decir nada. No sabía cómo describir la abrumadora distancia que existía entre un extremo y el otro.

Me faltó léxico para explicarte que las promesas que hicimos duraron lo que un suspiro. No encontré las palabras para decirte que todo lo que siempre quise se derrumbó en cinco segundos.

Las letras se volvían borrosas cuando quise contarte que ya no podía pretender como que no pasaba nada. ¿Cómo contarte tanto, si estabas tan lejos?

El idioma me quedó corto para decir que ya no quería pretender que no sentía nada, cuando sentía todo.

Presente n.

Mi cumpleaños había sido hace meses, pero encontraste la forma de darme un regalo en medio de octubre.

¿Por qué lo hiciste? Aún no lo sé, pero me gusta creer que no querías verme con el corazón roto por alguien que no tenía ni la más remota idea de todo lo que sentía.

Estábamos a la mitad de la comida en el centro comercial cuando extendiste tu mano.

-Lo siento, olvide la bolsa de regalo- afirmaste, mientras un ligero rubor cubría tus mejillas. Yo sonreí abiertamente y tomé tu mano entre mis dedos.

Tu sonreíste tranquilamente y señalaste la bolsa con tu cabeza, dándome permiso de abrirla ahí mismo.

-Son dos cosas. Una es para que no te sientas tan sola en la ciudad. Los otros son mis chocolates preferidos, y creo que todo el mundo tiene que probarlos por lo menos una vez en su vida.

Yo sonreí y te di un beso en la mejilla.

No volví a pensar en los chocolates hasta que, muchos meses después, volví a encontrar los chocolates en una pequeña tienda en el extranjero.

-Combien coûtent-ils?

Tres euros. No importaba. Comer esos chocolates fue como volver sentir tu mejilla y el rubor que se extendió sobre ellas cuando sintieron mis labios.

Promesa n.

Ninguna.

Prudencia n.

Silencio.

Sonreíste. Una mueca que simulaba una sonrisa se instaló en mi rostro, tratando de ocultar el miedo y los nervios que inundaban mi cuerpo. Lentamente, me acerqué hacia ti. Te rodeé con uno de mis brazos, como si fuera la primera vez que te abrazaba.

Con la misma calma y cuidado, rodeaste mi cintura y tomaste mi mano entre la tuya, entrelazando nuestros dedos, mientras caminábamos juntos por primera vez, con la prudencia de no rebasar ningún limite y asegurar que nos perteneciéramos por el resto de la existencia.

Quedar v.

Jamás vi una sonrisa tan grande en tu rostro como la que te iluminó el rostro el día que te dije que tendrías que soportarme seis meses más, que seguiríamos compartiendo espacios, experiencias y aventuras juntos, en la misma ciudad donde nos conocimos.

Que me quedaría.

Quedarse v.

Un beso jamás ha hecho quedarse a alguien que está decidido a irse.

Deberias saberlo mejor que nadie.

Quietud n.

Mi época favorita del año para salir contigo era cuando la vida era un caos, y los días estaban llenos de drama y de cosas por hacer. Porque tu sola presencia detenia todo a mi alrededor y me llenaba de calma y claridad. Eras una bocanada de aire fresco.

Química n.

El brillo de tus ojos durante cada silencio que compartimos.

Quincalla n.

Un copo de nieve colgaba de mi cuello en cada ocasión que nos reuníamos. Diste por sentado mi amor por el clima frío y el invierno, y jamás cuestionaste porqué lo usaba.

No era una joya cara, pero era muy importante para mi: era un simbolo de mi misma. No quería conocer a nadie, y lo llevaba conmigo para que cada vez que me hicieras reir, me recordara a mí misma que mi corazón estaba congelado e indispuesto a dejar que la primavera llegara.

Poco a poco, su color plateado se fue tornando en un cobrizo y los cristales que brillaban contra la luz fueron perdiendo intensidad y energia. Con ello, dejé que olas cálidas comenzaran a inundarme, dejé de sentirme culpable por cada sonrisa que te dedicaba, por cada canción que me recordaba a ti, por los mensajes que te enviaba.

Un día, no lo encontré más. Tú tomaste mi mano, y me llevaste a comprar libros.

lavandaceleste
Sam Garcia

Creator

Por años he atesorado estas historias. Es hora de que salgan a la luz. :)

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