Absurdo adj.
¿Acaso no es absurdo que haya personas que se entristecen por algo que me hace tan feliz?
¿Qué hay personas que no alcanzan a entender el placer y la dicha que encontré en algo que me ha invitado a pensar cosas distintas, tener nuevas experiencias y escribir nuevas historias?
Acompañar v.
Hay ocasiones en que el mundo reposa en mis hombros y no puedo concentrarme en nada, por estar pensando en todo. Y por supuesto, termino en mi café favorito para trabajar y desenredar los problemas que me aquejan, uno a la vez.
Con un panqué de moras azules y un café que me acompañaron aquel inusual día frío, me senté y me dispuse a escribir aquellas palabras que se me habían atorado en la garganta y parecían no querer salir.
Pero, cada cierto tiempo, volteaba a los lados, mientras veía a las personas pasar, como si estuviera a la espera de alguien que me acompañaría en mi soledad de verano.
Pero nadie sabía dónde estaba. Nadie me había pedido reportarme, y había decidido desaparecer del mundo por un par de horas.
Y a pesar de ello, seguía volteando. No sé por qué.
Tal vez quería que alguien me acompañara, y mi voz no encontraba la forma de pedirlo. Tal vez solo no me quería sentir tan sola. Tal vez necesitaba poder expresar mis miedos y preocupaciones en voz alta, por más absurdos y patéticos que parecieran.
Pero nunca llegó nadie.
Amante n.
Escucho una tenue melodía liderada por una melancólica y esperanzada guitarra.
Y no puedo evitar invocar en mi memoria a todas las personas que amé, a las que amo y a las que amaré.
Me pregunto si me gustaría tener a alguien con quien bailar al son de esta canción, si me gustaría que sus acordes fueran la excusa para dar vueltas y reír en los brazos de alguien más, si quisiera que mi cuerpo se sintiese tibio cada vez que la escucho.
Y un suspiro encriptado responde por mí. Dice que sí, y también dice que no. Sí, porque a todas las personas nos gusta sentirnos amadas, y qué mejor que la música como excusa para poder mostrar ese amor. Y no, porque la soledad que reina en mi vida no es un sinónimo de desamor, sino de libertad. Y no puede haber amor sin libertad.
Apachurrado adj.
Mi corazón.
Arrepentimiento n.
La consecuencia de que elija a las personas equivocadas. Siempre.
Camino n.
Todo estaba dónde se suponía. Todos estaban en su respectivo lugar.
¿Y yo?
En el camino, sin un destino claro, pero con la confianza de algún día encontrar el lugar al que pertenezco.
Desmoronar v.
No pido mucho.
Sólo pido a alguien que me quiera un poco, aunque ni siquiera tiene que ser siempre. Sólo debe quererme cuando mi corazón se esté desmoronando de manera paulatina.
Dorado adj.
Mientras escribía estas líneas, me detuve durante cinco minutos para preguntarme ¿Qué sé yo del amor? ¿Cómo puedo llenar tantas páginas de algo que nunca he sentido?
Tras una profunda reflexión, me di cuenta de que estaba mintiendo.
Sí he sentido amor. No la versión de los libros y las películas, la versión roja, apasionada, en la que los involucrados sufren porque ese es el único tipo de amor que han conocido.
Pero yo he conocido el amor dorado, he sentido ese calor, igual al de los rayos de sol, que enciende el alma e ilumina las sonrisas de las personas.
Lo he conocido en los brazos de mis amigas, cada vez que me reciben con un abrazo lleno de alegría por reencontrarnos. Lo he conocido en los juegos de mesa que comparto con mis hermanas cada vez que nos reunimos, sin ninguna otra razón que disfrutar de nuestra mutua compañía. Lo he conocido en las veces que mi abuela me cocina mi comida favorita, y cuando mi abuelo compra frutas para su casa sólo porque sabe que a mí me gustan.
Lo conocí con mis tías, que siempre encontraron la forma de mantenerse jóvenes para que yo tuviera con quién hablar, y lo conocí con mi mamá, que siempre ha tenido besos y abrazos para cada ocasión que me perdía y sólo quería llorar.
Lo conocí contigo. Cuando comimos sándwiches en el autocinema y cuando caminamos por Reforma un domingo a medio día. Cuando tomaste mi mano mientras visitábamos mi museo favorito. Cuando me regalaste el libro que anhelaba por meses. Cuando me contaste de tus mascotas de la infancia. Cuando memorizaste cada palabra que dije, y me contaste las historias que yo te conté.
Extraño n.
Las hojas de los árboles crujían bajo mis zapatos, mientras el viento insistía en desacomodar la bufanda que me protegía de él.
El olor a café se filtraba por el aire, mientras decenas de personas caminaban en todas direcciones, con sonrisas, con cansancio, con esperanza... El otoño se colaba en todas partes, invitando a las personas a protegerse de él en un abrazo, en los brazos correctos.
Entré a mi cafetería favorita para descansar, la cual estaba a su tope por única vez en su existencia. Tuve suerte, y logré encontrar una mesa desocupada una vez que tuve mi orden de café lista.
Apenas estaba buscando entre mis cosas el libro que acababa de adquirir y que finalmente había tachado de mi lista de compras por hacer, después de meses y meses buscándolo, cuando unos zapatos se posaron frente a mí.
Levanté la mirada, y encontré los ojos avellana más hermosos que jamás haya visto.
Sonreíste, y ese pequeño gesto hizo que sonriera, como si finalmente hubiese encontrado eso que llevaba tantos años buscando.
¿La mejor parte? Tú eras sólo un extraño.
Florecer v.
Fui por un té a aquella cafetería que estaba a unos pasos de la puerta de mi casa. Dejé que su calor me abrazara mientras la lluvia caía afuera.
Mayo era siempre un mes de cambios.
La naturaleza dejaba que el agua cayera para ayudar a florecer aquellos cambios.
Sonreí para mí. Las flores crecerían a mí alrededor, mi cabello volvería a crecer…
Y como las flores, yo florecería con la primavera.
Guiar v.
Ni el más intenso sol de verano sería capaz de cegarme.
Era mi año. Cada célula de mi cuerpo lo sabía y sentía.
Sólo tenía que respirar y comenzar una vez más.
Y, poco a poco, todo sería más claro, más nítido.
Finalmente sabría a dónde me guiaba el camino que había elegido unos años atrás.
Huir v.
Me gusta creer que mi vida es como una novela de Jane Austen, en la que soy la protagonista brillante y lúcida cuyo intelecto no le permite entender por qué su entorno está lleno de personas con quienes nunca sería románticamente feliz. Y que, un día, de la nada, conocerá a la persona que la inspire a escribir los versos más románticos, las cartas más apasionadas, y a caminar bajo la lluvia con la certeza y la fortuna de sentirse amada.
Me gusta creer que algún día tendré un amor de novela.
Pero a veces creo que las diosas llevan muchos años diciéndome una verdad que me niego a aceptar en su totalidad: que yo no estoy hecha para tener amores.
Que lo mío es admirarlos, temerlos y escribirlos. No vivirlos.
Eso me ha llevado a conectarme con personas que sé que no me darán la historia de amor que quiero. Y por eso me gusta huir. Huyo de ellas porque me aferro a creer que merezco ese amor apasionado, cuerdo, y embriagante que algún día llegará.
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