Ignorar v.
Todos a mí alrededor dijeron que no debía hacerlo.
Por supuesto, los ignoré e hice lo que yo quise.
Insomnio n.
Cuando me den las dos de la mañana sin poder dormir, con el corazón apretujado, la mente inquieta, el cuerpo desnudo para sentirme en contacto conmigo, y la ilusión de un mensaje que sé que no llegará ¿Cómo le llamo? ¿Insomnio, o soledad?
Instante n.
El lapso que abarca desde un segundo a una eternidad, en el cual podía perderme en tus ojos.
Lejanía n.
Media noche fue la hora en la que tuve una revelación que cambió mi vida para siempre.
No soy una persona que pueda echar raíces. Me es imposible. Siempre supe que tenía que volar más allá de lo que mis ojos eran capaces de ver. Que mis alas estaban diseñadas para grandes distancias. Que el único compromiso que mi corazón y mi alma reconocían es el que tengo conmigo misma.
Que, por más cómoda y feliz que me sienta contigo el día de hoy, el mañana no es seguro.
Que mañana puedo despertar, hacer mi maleta e irme lejos. Que cada mañana podría ser la última vez que me vez en tu vida, que cada mañana podría ser la última oportunidad para abrazarte antes de irme de este lugar.
No, yo no fui hecha para mantenerme estática, para permanecer en un lugar demasiado tiempo, para atarme a cosas, para aferrarme a personas.
Así que, antes de que lo inevitable pase, quiero decirte esto. Que me vas a perder, que me voy a recuperar a mí misma, que me iré lo más lejos posible. Y que, probablemente, aún en la lejanía, te recordaré con el mismo cariño que siento en este momento.
Lluvia n.
Me gusta caminar bajo la lluvia con las personas que quiero y que tienen un lugar importante en mi vida y mi corazón.
Eso no significa que las personas que caminan bajo la lluvia conmigo me quieran tanto como yo a ellas.
Locura n.
Si no empieza apasionado y termina trágico, no es amor de verdad. Todos saben que el amor y la locura van de la mano.
Morir v.
Todos dicen que nadie puede morir de amor.
Pero a veces creo que yo seré la excepción que confirme la regla.
Nada adv.
Que actuara como si nada no significaba que no sintiera como si todo.
Número n.
Mi versión de “Una habitación propia” tiene 114 páginas; “La paz perpetua” es de 89 y “La idea de Europa” tiene 70.
Me encantaría verte explicar a otra persona quién soy, sin tener que referirte a ellos.
No sé cuándo dejaré de escribir. No sé si será en la página 24, en la 77, o en la 750.
Pero no importa. Porque cuando finalmente ponga punto final a este hilo de ideas, sabré que finalmente he agotado el número de páginas que mereces. Ni una más, ni una menos.
Olvidar v.
Me desperté a las dos de la mañana, de repente, recordando que no tomé mis pastillas la noche anterior.
Bajé las escaleras para tomar un vaso de agua, y regresé a mi habitación, donde saqué mi colección de medicamentos para tomar una tras otra: las del ginecólogo, las del psiquiatra… ¡Y casi me olvido de las vitaminas!
Me hinco frente a mi cama, y les rezo a las diosas. Les rezo a todas: a Atenea e Ixchel, a la Coatlicue y a Freya, a María, a Ruth, a Eva y a Lilith, a Diana y Atenea, a la Pachamama y a Isis, Amaterasu y Bastet, a Sarasvati y a Oya, a Ceridwen y Gea, a Catalina de Siena y Catalina de Alejandría, porque siempre me olvido de cuál es la buena y mejor tener el favor de las dos que no tener el de ninguna.
A todas ellas les rezo, con sus nombres en femenino, porque creo que los dioses y les dioses responden igual si les pides en su versión femenina. Igual le rezo a Virginia Woolf y Jane Austen que a Cleopatra e Isabel I.
A todas les rezo, y les pido que no se olviden de mí. Rezo por un amor que sé que no será posible, rezo porque me quieras una pizca de lo que yo te quiero.
Lo sé, no tiene sentido. Jamás me querrás, lo has dejado en claro.
Pero se me olvidan mis medicinas, y se me olvidan tus palabras. Me mantengo viva de olvidar, recordar, y volver a olvidar.
Si no me crees, aquí estoy escribiendo. A las dos de la mañana. Para no olvidar.
Pregunta n.
Salir del país era mi recompensa, el premio que merecía por haberte superado, por creer que ya no sentía nada por ti.
Cuando regresé, estabas ahí, en el aeropuerto, esperándome. Con tu sonrisa de siempre, tus abrazos cálidos y tus chistes sin sentido que logran hacerme reír, sin falla.
Entonces me pregunté ¿Alguna vez dejaré de quererte? ¿Alguna vez dejaran mis ojos de brillar con cada momento que compartimos? ¿Algún día terminarán las noches en vela en las que me pregunto con quién hablas, a quién amas, qué te mantiene lejos de mí, a pesar de que estás ahí, siempre ahí, conmigo?
Quemar v.
Que fortuna la de la persona que elija para descubrir mi piel, quemada por el sol de verano.
Besarla. Recorrerla. Hipnotizarla.
Que fortuna la de la persona que besará y quemará una vez más mi piel, de forma tan intensa como sólo una estrella podría hacerlo.
Querer v.
Cuando el amor termina, las personas se van. Quien se queda, lastimada, triste, desolada y solitaria, jura que quien se va nunca va a encontrar alguien que le quiera tanto.
Yo no.
Espero que encuentres un amor apasionado, loco, pleno. Que te haga sentir todo con intensidad, desenfrenado y espontáneo. Con corrientes eléctricas que recorran todo tu cuerpo, desde la punta de tu pie hasta el mechón más largo de tu cabello. Que te haga sonreír entre cada beso.
Que te haga preguntarte si tanta felicidad es posible, si el amor que sientes es real, si se puede querer con tanta energía y vehemencia a alguien.
Que sientas un amor digno de ti.
Sequía n.
He dejado de sentir.
Mi corazón late a un ritmo apenas perceptible.
Veo paredes blancas. Paredes azules. Paredes grises. Paredes de todos los colores. Ninguna me produce nada.
Veo tu retrato. Veo el retrato de todos quienes vinieron antes de ti. Veo el retrato de todas las personas vendrán después de ti. Ninguno me produce nada.
Ninguna reacción, ninguna emoción, ningún sentimiento.
La alegría, la tristeza, el enojo, el miedo… Desaparecieron dentro de mí.
Esto no es una etapa. Esto no es una llamada de atención.
Esto es una sequía. Una ausencia total de vida.
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