Abandonar v.

Quiero dejar registro de la situación.

Yo te quería. Mucho.

Tú te fuiste. Sin avisar.

Me dejaste, sin importarte nada ni nadie. Sin voltear siquiera a preguntar cómo estaba la vida sin ti.

Agua n.

Cierra los ojos.

Piensa en el sonido de las fuentes. En el agua que cae de las cascadas. En los ríos que chocan en las piedras y las olas que se rompen contra los riscos.

Abre los ojos.

¿Sientes esa tranquilidad? ¿Te ha inundado una serenidad inexplicable, como si el mundo se hubiese reconfigurado, y todo pareciera nuevo y distinto?

Así me siento cada vez que tomas mi mano. Como si una paz infinita me llenara en medio del caos total.

Amar v.

-Hubo una ocasión en que me dijiste que me amabas, antes de irte sin decir nada más. ¿A qué te referías?

No. Nadie sabe qué pensaba en ese momento. Nadie sabe qué tenía en la cabeza, como para preguntar aquello que no quería que respondieras.

No puedes culparme. Ni tú, ni nadie más. Ni siquiera yo puedo culparme.

Era nuestra primera reunión desde que todo se había normalizado, desde que nuestra amistad había revivido. Pero aún no habíamos resuelto los temas que estaban pendientes desde la primera crisis. Por eso saqué el tema cuando el camino que recorríamos juntos llegaba a su fin, literalmente.

-A que eso era lo que sentía en ese momento…

No respondí. Sabía demasiadas cosas, y no era momento de echártelas en cara. Asentí y me callé, mientras las ideas en mi cabeza giraban y giraban, buscando un poco de orden.

Llegamos al punto en el que debíamos separarnos. Sonreí y te di un abrazo, que tú respondiste de la misma manera. Nos susurramos un adiós, y te di la espalda.

-Te amo,- susurraste. Tan bajo que nadie pudiese notarlo, pero tan alto para que yo lo escuchara…

Giré y te vi una última vez, con tu sonrisa que me enloquecía y tus ojos llenos de vida.

Seguí mi camino.

Anhelar v.

Odio tener que verte.

Odio pasar tiempo contigo, odio hablar contigo de todo y de nada. Odio bailar contigo. Odio cantar contigo. Odio compartir cafés, comida, fiestas…

Odio estar contigo.

Y es que en el momento en el que dejo de estar contigo, todo a mi alrededor deja de tener sentido. Mi corazón comienza a latir más lento, pesaroso. Mi mundo comienza a perder claridad, y lo único que anhelo es volver a verte, hablar contigo, pasar tiempo a tu lado

Año n.

-Te quiero,- pronunciaste al abrazarme, mientras los fuegos artificiales anunciaban fuera el comienzo de un nuevo año, de nuevos ciclos, de nuevos proyectos.

-Vamos por más,- susurraste mientras chocabas nuestras copas, brindando por los planes que se abrían frente a nosotros.

Ese fue el año en que dejaste todo a la deriva, cortaste todos los medios de comunicación, tomaste un vuelo a Tailandia y nunca volviste.

Fue el año que no tuve propósitos, que dejé que el tiempo mismo me ayudara a encontrarme una vez más, que dejé ir todo lo que debía dejar ir, incluso si no quería.

Ese fue el año en que te dejé ir, sin oponerme ni pronunciar palabra alguna, y derramando lágrimas por doquier.

Concierto n.

Cuando comenzamos, acordamos vivir nuevas experiencias, compartirlas, abrir nuestra mente ante un mundo por descubrir.

Por eso estabas conmigo en ese momento, en que el frío del invierno se había arrastrado a aquella noche de primavera, y un concierto volvería realidad uno de mis sueños de la adolescencia.

Durante toda la velada estuviste a mi lado y ni siquiera reíste cuando, grité al comenzar el concierto, junto a cientos de personas que entendían que aquel día era histórico. Me abrazaste cuando parecía pertinente, y saltaste conmigo en las canciones llenas de energía. La noche perfecta.

Cerca del final, cuando el repertorio estaba cerca de acabarse, comenzó una canción. LA canción. La canción que lleva mi nombre y que anhelaba con ver en vivo desde que tenía 16. La canción que siempre creí que me cantaría alguien que me considerara.

El silencio sepulcral envolvió el recinto y las notas de piano comenzaron a sonar, retumbando en las paredes, para llegar hasta lo más profundo de mi corazón y mi memoria.

He visto su rostro, he oído su nombre...

-Hay algo que debo decirte.

Serené mi rostro al oír tus palabras. Sabía que algo venía. Lo sabía desde el momento en el que habías llegado, semanas atrás, con dos boletos para ese concierto, al que sabías que moría por ir. Me mordí el labio y fingí sorpresa y emoción, mientras pensaba a quién le vendería el boleto que ya había comprado. Sabía que querías decirme algo.

-Sabes que esta canción es demasiado especial para mí. Así que procede. ¿Qué te atormenta, que estuviste esperando tanto tiempo para decirme?

Cuando voy a dormir en la noche, y fantaseo con otra vida, y ella desaparece al despertar.

Te mantuviste callado, cerraste los ojos y respiraste profundo. Sabía que era serio. Sabía que te costaba decirlo, que le habías dado vueltas en tu cabeza por días, puede que incluso semanas, y que aún no habías hallado las palabras para poder decirlo.

-Hay…. Algo que no te he contado.

Me siento estancado. Siento que no estoy yendo a ninguna parte, y que todo a mí alrededor avanza muy rápido, que todos a mí alrededor corren. Y que no hago nada por mí.

Estoy bajo su hechizo

Cerraste los ojos. Suspiraste y me tomaste de las manos. Venía algo serio.

-Hace unos meses una loca idea se me metió a la cabeza. Pero pensé que tal vez no era tan loca, que en realidad podría hacerlo. Así que empecé a hacer el papeleo, y a buscar alternativas y hacer planes…

Suspiraste.

Tal vez algún día escucharás mi canción

y entenderás que todo este tiempo hay mucho más que intento decir…

-Sólo dilo.

Suspiraste. Apretaste mis manos entre las tuyas. Me viste a los ojos, con un brillo que mezclaba tristeza, anhelo, decepción y emoción. Porque sabías que me romperías el corazón, pero que pronto vivirías cosas emocionantes. La serenidad de tener el camino claro, por primera vez en mucho tiempo.

-Me voy del país la siguiente semana. Por al menos tres años.

Di un paso hacia atrás, instintivamente. Intenté soltarme de ti, pero no podía. No quería. Las notas del piano y una voz comenzaron a desvanecerse en el fondo.

¿Por qué no puedes ver lo que me estás haciendo?

Suspiré. Dejé que tus brazos me envolvieran, mientras cientos de personas comenzaron a aplaudir y gritar. A pesar de estar en medio de un concierto, todo frente a mí dejó de existir. Excepto tú. Tú y tu mirada de cordero, que me rogaba que te perdonara. Tú y tus manos, que acariciaban las mías como si así se pudieran curar las heridas.

-Espero que seas muy feliz.

Asentiste. Aprestaste el abrazo, antes de dejarme ir. Soltaste mis manos, y te alejaste lentamente. No te intenté detener. Finalmente entendí todo. Finalmente entendí porque habías comprado los boletos.

Porque ahí estaba. Parada. Sola. Pero rodeada de cientos de personas que, en ese momento, entendían lo que yo sentía. Cumpliendo un sueño que dio sentido a mis semanas.

Con las canciones que sabías que sanarían mi tristeza algún día.

Por eso, me habías dejado en un concierto. Porque siempre estarías conmigo, a través de aquellas canciones.

Siempre haré mi mejor esfuerzo para hacerte ver,

Cariño, no estás sola, porque estás aquí, conmigo…

Confiar v.

Habían pasado un par de días en los que mi ánimo estaba particularmente decaído. No se necesitaba ser demasiado observador para saber eso.

Pero no me presionaste. Seguimos como si nada, porque nuestra relación apenas estaba conformándose, y sabías que mil y un historias que me habían hecho la persona que conocías, aún si no iba por la vida contándolas.

Así que fuimos por helado, y fuimos a comprar libros. Me acompañaste en mis actividades cotidianas, sin decir absolutamente nada sobre el tema, simplemente me acompañaste a cada paso, dejándome la libertad de correrte en cualquier momento.

Esos pequeños gestos tal vez no eran nada para ti, pero eran todo para mí. Eran una muestra de que no te interesaba conocer los demonios que me atormentaban, ni las culpas con las que cargaba… No por ahora. Sólo querías acompañarme, ayudarme desde tu trinchera y decirme que estabas conmigo, aunque no lo pudieses estar.

Eso fue lo que me permitió comenzar a confiar en ti. La mejor de las decisiones de mi vida.

Correr v.

Las noches en que el llanto te encuentre atrapado en una red de emociones que no puedes nombrar, y el peso del mundo caiga sobre tus hombros ¿A cuáles brazos vas a correr?

Decidir v.

Aquel día aprendí que tú sabías más sobre mis sentimientos de lo que yo conocía sobre ellos.

Por eso decidiste por mí, sin preguntarme.

Incluso ahora, no sé por qué te atreviste a hablar de algo sobre lo que ni yo me había decidido.