–Dos minutos para que cierre el servidor, qué buen momento para recordar las dos veces que nos mató el boss del primer dungeon –dije. Mi dedo presionaba la tecla asignada a “pulsar para hablar”. –Jajaja, fue hace ya ocho años, ¿no, Sekkai? –Sí –respondo.
Yo soy Sekkai. Hoy es el último día de este juego: Navalheim.
–Fue cuando recién comenzó el juego –continúo–. Ahora ya todos saben que en ese primer dungeon no deben… –No deben ir contra un Lich de hielo con armas de hielo porque es inmune.
“Javelin… no me recuerdes esos momentos vergonzosos…” pienso.
Todos reímos. No soy el único que aquella vez no pudo evitar el ridículo.
Mientras continuamos hablando veo con nostalgia la imagen en el monitor. Los iconos de todos los del gremio brillan cuando suenan sus voces. Parecen estrellas distantes durante la noche. En un momento los brillos cesan. Todos están en silencio.
La pausa se vuelve larga e incómoda. Quizás todos sabemos por qué. La imagen de “Y-60”, el líder del gremio, se enciende de nuevo.
–Ya son las once y cincuenta y nueve, creo que mejor nos vamos despidiendo –suspira–. Fueron unos ocho años muy buenos, increíbles, geniales. –¿A qué hora lloramos? –la imagen de Javelin vuelve a brillar. Su voz se escucha como si estuviera bostezando. Nos reímos de nuevo. –¡A la hora que quieran! –habla Cima, otro del gremio–. ¡Queda poco! ¡Ahí vamos! ¡Once, diez…! –¿Quién comienza a contar en once…? –¡Cállate!
Todos reímos. Continuamos el conteo en coro. Nos acompañan los fuegos artificiales de “Necrostars”, uno de los gremios más conocidos.
“Ojalá hubiera pertenecido a un gremio así…”
La envidia me invade por un momento. Recapacito al instante siguiente, ¿qué habría ganado jugando durante ocho años solo por puntaje? Prefiero haber jugado por amistad así nuestras hazañas no hayan alcanzado nunca el top cien.
–¡Viva la “Taberna de la Rata-dragón”!
“Problema de conexión”
“Reintentando conexión en (10)”
“Reintentando conexión en (9)”
“Reintentando conexión en (8)”
“Reintentando conexión en (7)”
“Reintentando conexión en (6)”
“Reintentando conexión en (5)”
“Reintentando conexión en (4)”
“Reintentando conexión en (3)”
“Reintentando conexión en (2)”
“Reintentando conexión en (1)”
“Problema de conexión”
“Reintentando conexión en (10)…”
Elevo la vista al techo. Respiro hondo y luego vuelvo mirar la pantalla. Lo que encuentro me entristece.
Los personajes de mis amigos ya no se mueven por acción de sus dueños. Algunos están inertes, como marionetas olvidadas. Otros repiten una animación simple una y otra vez. Unos pocos se encuentran inclinados, quién sabe si iniciando o terminando una orden de sus antiguos dueños. Los fuegos artificiales virtuales continúan iluminando el paisaje, pero en un momento me doy cuenta de que no son sino una secuencia de luces que se reinicia constantemente. Lo que antes era un mundo lleno de vida, ahora es un escenario lleno de lujos, pero vacío de alma.
“Problema de conexión”
Mi grito de despedida parece no haber llegado a tiempo. Me quedo un momento en silencio. El único sonido en mi cuarto es el del ventilador de la computadora. Frente al mundo muerto delante me siento casi como en un velorio al que solo he ido yo.
Me cuesta reunir fuerzas para cerrar el juego. Me cuesta aún más apagar la computadora. El ventilador se detiene.
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