Apenas si dormí algo, me costó mucho, pero a pesar del cansancio logré levantarme a tiempo para comenzar el día. Esta vez me toca salir solo de la casa para ir a la escuela.
Estoy a buen tiempo, incluso podría caminar a paso de tortuga y llegar bien. ¡Hoy definitivamente será un buen día! No veo razones por las cuales algo podría salir mal.
Y bueno… eso pensaba, pero… ¿qué es esto? Hay chinchetas en la silla de mi escritorio… y no sólo están ahí, ¡están pegadas! No parece que vaya a poder sentarme más que en las orillas… apenas si hay espacio, pero supongo que no queda de otra. Ya eché un vistazo al salón, parece ser que algunos saben lo que pasó, como si estuvieran esperando mi reacción. Creo que esto fue a propósito… mi primer sospechoso sería Efrén, pero ni siquiera ha llegado, entonces, pudo haber sido cualquiera. Si lo pienso un poco, cabe la posibilidad de que haya sido Demian, el chico que protestó primero por mi presencia ayer, él es un poco más alto de Efrén y también tiene el cabello más largo; diciendo que me había colado o algo así. Pero no puedo simplemente señalar culpables, podría meterme en problemas por incriminar falsamente. Mejor lo dejo así, de todas formas, aún me puedo sentar, incómodo, pero puedo.
Ya es el receso. Logré sobrevivir las primeras horas, aunque me duelen un poco las piernas; sentarse en las orillas de la silla es más cansado de lo que pensaba, prácticamente solo me estoy recargando, pero mis piernas sostienen todo el peso. Bueno, un pequeño descanso será suficiente para soportar lo que falta para salir. Por ahora sólo buscaré un lugar para almorzar donde Efrén no me encuentre, ya que no le agrada tenerme cerca.
¡Ah! Detrás de las escaleras, ¡Perfecto! Parece ser el rincón dónde tiran todas cajas que se desocupan y las sillas y mesas que se rompen. No hay forma de que se topen conmigo ni de paso si me escondo ahí; sólo debo mover un par de cosas para hacer espacio. Bueno, parece que podré disfrutar mi almuerzo tranquilamente. Si ignoro lo de las chinchetas, puede que hoy sea un buen día después de todo.
Me siento más recargado ahora, si puedo mantener las cosas así podré disfrutar la escuela, aunque sea un poco. Apenas llegué al salón, pero, por lo visto, Efrén estaba esperándome y ahora me bloquea el paso.
—Creí haberte dicho que no quería verte aquí de nuevo, animal.
Aquí vamos de nuevo… no quiero problemas con él, pero ¿qué podría decirle para que deje de molestarme?
—No puedo simplemente faltar a clases después del primer día. Mi madre me mataría.
—Hm… Que interesante. —Yo tenía la cabeza baja, así que no vi venir el empujón que me daría. No estaba firme, por lo que caí al suelo de sentón—. No me importa lo que tu mami te diga, o dejas de venir o haré de tu vida un infierno. —Realmente estaba molesto, inmediatamente comenzó a patearme y a pisotearme sin piedad. Yo sólo podía cubrirme con los brazos, aunque no servía de mucho—. ¡Vas a dejar la escuela, ¿verdad?!
—Ya basta. —El profesor llegó—. Todos regresen a sus lugares inmediatamente. —La expresión de su rostro no mostraba preocupación o molestia, ni siquiera lástima por mí. Efrén realmente me dio una paliza, me cuesta trabajo levantarme. Me pregunto qué pasará con él ahora que fue atrapado con las manos en la masa.
—La indicación fue para todos, regresa a tu lugar. —Refiriéndose a mí. No parecía que tuviera la intención de ayudarme a parar. Supongo que de nuevo pasarán por alto lo que me acaban de hacer.
¡Ah!, ya sé… lo he arruinado de nuevo. No debí responderle a Efrén… tal vez me hubiera ahorrado los golpes si no hubiera dicho nada. Entiendo, di un paso en falso y fui castigado por eso… lo tendré en cuenta la próxima vez.
El sólo volver a mi asiento se siente como un infierno, Efrén me pisó los tobillos y me duele mucho caminar; pero tengo que lograrlo, no puedo atrasar más la clase.
Alguien me puso el pie y terminé cayendo de nuevo. Todo el salón se ríe mientras yo me retuerzo de dolor por azotar mi adolorido cuerpo contra el suelo.
—¡Déjate de tonterías! ¡Date prisa y siéntate de una vez, estoy perdiendo la paciencia! —El profesor me gritaba desde su escritorio mientras intentaba levantarme.
“Sólo quieres llamar la atención”, “Que seas un semi-animal no significa que puedas hacer alboroto”, “¡Ya siéntate de una vez!”, era lo único que escuchaba detrás de mi espalda.
Realmente me recuerdan a casa… por cosas como estas siempre me terminaban castigando. Debo regresar a mi lugar rápido, sin importar cuánto me duelan mis tobillos, ni cuan humillado me sienta. Debo pretender que no me duele, aunque, por supuesto, no sea así.
Dejar que hagan lo que quieran conmigo y pretender que no pasa nada y que no me importa es la única forma que conozco para sobrevivir.
Finalmente se han terminado las clases. Ya casi no siento los golpes de mi cuerpo, pero mis tobillos me siguen doliendo. No creo que pueda volver a casa rápido en este estado, espero que mi madre no se dé cuenta si me atraso 5 minutos. Aunque, si mantengo un paso lento pero constante puede que llegue a la misma hora de siempre; sólo no debo distraerme con nada.
Casi llegando al portón de la escuela, me dieron una patada por la espalda que me hizo caer. Mi cuerpo aún no se recupera de los golpes de hace rato, ¿qué hice esta vez para que me golpearan? Mirando detrás de mí, estaban Efrén y Demian, junto con otros 2 chicos, uno tenía características similares a Efrén, pero de cabello rubio y el otro era más tosco, a simple vista se podría decir que era el más fuerte del grupo. —No vas a venir mañana, ¿verdad? —Me dijo Efrén con un tono amenazador—. No tendremos piedad contigo si te atreves a volver. Es nuestra última advertencia.
Y así, ellos caminaron por encima de mí, literalmente, antes de marcharse. Me pisaron las manos con fuerza intencionalmente. Por ahora no puedo detenerme a quejarme del dolor, debo llegar a casa a rápido.
Maldición, ya está obscureciendo. no sé qué hora es, pero seguro que ya es tarde. Caminar rápido en mi estado es muy difícil. Si abro la puerta de la casa con cuidado, y logro hacer que mis padres no se den cuenta, puede que logre hacer que no sepan a qué hora llegué y zafarme del castigo.
Eso quería, pero al entrar a casa lo primero que vi fueron los zapatos de mi madre frente a la puerta, esperando furiosa por mi llegada.
—¡¿Qué son estas horas de llegar?! ¡¿No te dijo tu padre que volvieras temprano a la casa?! ¡¿Dónde estuviste?! ¡¿Y qué demonios le has hecho a tu uniforme?! ¡Está todo sucio y rasgado! Seguro te peleaste con alguien, tú, mal agradecido. ¡Ve inmediatamente a tu habitación, arregla el desastre que llevas encima y prepárate, porque en cuanto llegue tu padre le diré lo que has hecho! Y sabes que él no será tan piadoso como yo.
—Sí, madre. —No más; no menos. Sin detenerme por otro segundo, después de que mi madre terminara de sermonearme, fui directo a mi cuarto lo más rápido que mi cuerpo me permitió.
Después de todo no pude librarme del castigo. Ya me han golpeado lo suficiente hoy… y eso que no hice nada malo. Efrén es quien busca pelear conmigo sin razón alguna, ¿Por qué soy el único siendo castigado por eso?
Maldición… sólo quiero desmoronarme… quiero llorar… pero si mi padre llega y me encuentra llorando, me irá peor. Debo resistir, al menos, hasta después del castigo. Y mi uniforme… me concentré tanto en ignorar el dolor para llegar a tiempo que ni siquiera noté que estaba sucio. No sé si vaya a poder arreglarlo para mañana. Ni siquiera sé si vaya a poder despertar temprano… me siento tan cansado ahora… quisiera poder dormir todo el día de mañana.
Apenas me había cambiado de ropa y la puerta de mi habitación fue abierta de azote. Mi padre estaba furioso; ya tenía el cinturón en la mano.
—Si sabes lo que te conviene, baja inmediatamente al sótano, desgraciado. —Me dio un azote con el cinturón como primera advertencia. Siempre es así; todo el camino al sótano me golpea diciendo que me apure. El castigarme es tan frecuente, que incluso, aparte de las herramientas del taller de mi padre, hay herramientas especiales de castigo, como látigos y esposas. Solo me hinco en una esquina de espaldas a mi padre, me pongo con dificultad las esposas yo mismo y espero en silencio mi castigo. No puedo hacer más; ni siquiera suplicar por mi perdón. Solo puedo asumir lo que “hice” y prometer que no volverá a suceder hasta que mi padre sienta que es suficiente. Una tortura en todos los sentidos.
Finalmente soy libre, si es que así se podría decir. Tengo la espalda llena de moretones y marcas de látigo. Mi padre dice que son “recordatorios” para que lo piense dos veces antes de volver a involucrarme en algún problema; pero siendo como van las cosas, dudo que esta sea la última vez que me castiguen por esto.
Mi mente está en blanco, es como si ya no sintiera nada; como si las ganas que tenia de llorar se hubieran ido dejado un vacío en mí; como si perdiera de vista lo que significa vivir y simplemente estuviera aquí, gastando aire; ya ni siquiera siento las heridas de mi espalda. Lo único que retumba en mi cabeza es el sonido de el látigo siendo azotado contra mí, mis gritos de dolor y la voz de mi padre diciendo algo… ni siquiera puedo recordar qué era, sólo lo escucho, como un sonido distorsionado.
Sólo me recostaré sobre la cama, ni siquiera acomodé las cobijas ni me quité la ropa; sólo quiero dormir…
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