Las reuniones de alumnos son lo más común. Tanto hombres como mujeres, se suman a la celebración de nada en específico, lo que importa es bailar, tomar y quizá algo más. Muchas veces el que organiza estas fiestas, suele llevar sustancias prohibidas para animar a los invitados. A estas reuniones se les conoce como las fiestas de rodeo. El anfitrión es uno más de ellos, un universitario que repite cursos cuanto quiere y asiste cuando le conviene. Por supuesto tiene dinero y puede hacer lo que quiera. Aunque todo tiene un límite.
Al finalizar las clases de aquel día, un grupo de chicas se acercaron, no con buenas intenciones. Luly las miró extrañado, porque aparte de no ser popular, no tiene amigos. Ellas parecían molestas como si fueran a pedirle cuentas. Pero ¿De qué? Se preguntaba Luly.
— Explícanos como se conocieron -una de ellas reclamó.
— ¿Por qué demonios le encaraste así? -dijo otra- ¿Quién te crees?
— Sabes que llevo intentando entrar en su círculo desde hace un año y tú, siendo un equis, te atreves… ¿siquiera sabes quién es?
Luly no comprendía la molestia de sus compañeras. Ellas nunca le hablaban porque no había caso. El chico que no sociabiliza y se dedica por completo a estudiar, no es divertido. Además, ni novia tenía.
— No estoy entendiendo – exclamó Luly.
Una de ellas pidió que cerraran la puerta con seguro. La otra se apresuró a cumplir, pero no pudo porque alguien metió su pie del otro lado.
— Lo siento, pero debo irme. Tengo algo importante que hacer luego -dijo Luly.
— No te vas hasta que nosotras lo digamos. Además, nos debes explicar como conociste a la joyita del departamento de empresas.
— No sé de quien hablan -respondió Luly.
Pero el pie era de la persona que estaban hablando. El anfitrión de las fiestas rodeo, el alumno que no asiste a clases, el guapo chico malo, el claro cliché que vuelve locas a algunas chicas.
— De mí, hablan de mi –dijo él.
Se acercó a la mesa y entendiendo la atmosfera, suavizó una sonrisa para pedirles que resuelvan su problema otro día. Ellos tenían un asunto que tratar y era urgente. Así que tomó del brazo de Luly y salió campante. En el pasillo Luly entendió que este chico de orejas negras era una especie de celebridad. Alguien importante que basta mover un dedo podía hacer que sus compañeras callen y obedezcan. Entonces él dijo,
— Mi nombre es Remil
Luly lo escuchó y rió.
Comments (0)
See all