No asistí al colegio los próximos días los fanáticos que seguían a Larabi llamaron una y otra vez pero no conteste a ninguno de ellos, un día antes de ser el fin de semana por mis cosas guardadas del casillero asegurándome que nadie me viera, los maestros estaban sorprendidos, algunos incluso se burlaron de Larabi recriminado que no llegaría a ningún lugar, eso me incendiada pero caer en provocaciones solo les daría la razón, en su lugar solo conteste levemente bajando mi cabeza y en silencio acepte toda palabra hiriente. Llegué al segundo piso donde estaba mi casillero, en la mochila eche hasta la última cosa que había dentro ahí me di cuenta que Larabi no era un genio pero tampoco era estúpido y al parecer tenía el interés en la cocina, lo cual no me parecía tan raro, quizá comenzó a cocinar desde muy joven, retire mi candado y lo coloque en mi pantalón, ahí frente a mí estaba Abbot, su cara ya no estaba hinchada incluso las heridas estaban ya cerradas, solo una pequeña vendita cubría una pequeña herida en el costado de su frente, ni siquiera recuerdo si la tenía antes, no parecía asustado más bien era como si quisiera decir algo, al final ninguna palabra salió de su boca en esos segundos que parecieron una eternidad, así que le hice un pequeño ademán, pero antes de irme me sostuvo de la chaqueta, sus ojos miraban bajo pero aún no decía ninguna palabra, retire su mano con cuidado, incline un poco mi cabeza.
Te pido una disculpa por todo lo que hice, no volveré a molestarte, tampoco volveremos a vernos.
Abbot no dijo nada mientras bajaba las escaleras, pero podría jurar que escuché un sollozo antes de salir de ahí.
El viernes llego y yo estaba algo impaciente, entonces una camioneta se detuvo frente al edificio de apartamentos, un hombre de quizá unos 40 años salió de ella miró arriba, antes de gritar mi nombre, baje de inmediato. “Larabi ahora nuestra nueva vida está por comenzar”.
El viaje desde la ciudad hasta la costa era de aproximadamente 8 horas, el camino fue algo animado, el tío de Larabi era un hombre maduro, pero muy bien conservado, apenas tenía algunas marcas en la expresión donde se dibujaba su sonrisa, sus manos eran grandes con algunas cicatrices, en el camino me contó que era dueño de algunos locales en la zona playera que no eran muy grandes pero eran concurridos, no estaba casado, su mejor amiga era una boyero de Berna de nombre “Reina” y su casa quedaba a unos 15 minutos de la playa, después me contó sobre algunos recuerdos que tenía de cuando Larabi era tan solo un bebé. De un momento a otro habíamos llegado a la playa, un pequeño camino señalado con piedras nos llevó al lugar donde estaban las propiedades, un edificio pequeño en especial tenía un segundo piso, y su primer piso estaba cubierto por una cortina metálica.
Bien sígueme – me invito a seguirle con un ademán de manos
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