Durante los siguientes años me dedique a poner un pequeño negocio de comida y bebidas, en todo ese tiempo no pude volver, pero estaba tan enfocada en lo que ahora estaba haciendo con Larabi que todo lo demás poco a poco paso a segundo plano y deje de preocuparme tanto, conforme pasaron los primeros años me adapte a esta nueva realidad. Remontamos el local ahora había una pequeña cocina, donde se preparaban las comidas y los aperitivos, una zona de bebidas donde estaba la caja registradora y frente a ella una barra para tomar, mesas de madera natural con sillas cómodas que hacían juego. El lugar funcionaria para dos propósitos como un pequeño restaurante de día y un bar por la noche, esto lo sugerí porque queria usar mi habilidad y la de Larabi. Inesperadamente Ivette se unió a nosotros quería aportar un poco algo a la causa así que se decidió que ella trabajaría conmigo por las mañanas como ayudante en cocina, asi también aprendería por su cuenta a cocinar.
En ese tiempo los tres pasamos mucho tiempo juntos, yo aún me estaba acostumbrando a ser un hombre, por lo que había ocasiones en los que olvidaba, llevando a momentos extraños, vergonzosos y un poco graciosos. Ivette se hizo mi mejor amiga, hablábamos casi de todo, al tiempo que pude también enseñarle, así como conocerle mejor, recuerdo pensar que ojalá ella hubiera sido la madre de Larabi.
En cuanto todo estuvo todo listo echamos andar el negocio, mi tío puso lo que hizo falta, al final trajo un gran letrero para el toque final. Mientras lo sacaban del camión pude verle. “La Cala Roja”.
¿Cala Roja? – pregunté
Si lo sé, me dejé llevar por los recuerdos – me dijo guiñando el ojo
Creo que en ese instante mi cara mostró alguna reacción por que rápidamente mi tío dejó salir una pequeña risa.
¿Recuerdas cuando viniste aquí la primera vez?
Lo lamento, lo he olvidado – y era verdad, por lo que parecía Larabi tampoco tenía recuerdos.
Es normal, aun eras muy pequeño cuando tu padre te dejo aquí 2 meses, quería viajar con la que ahora es su esposa
No lo recuerdo – como era obvio “ese desgraciado”
Fuimos de paseo a una Cala a la que se podía acceder desde la otra punta de la costa, esa fue temporada de algas rojas y cangrejos azules por lo que estaba plagado de ambos, íbamos a regresar, pero entonces miraste por la ventana. “Que bonito, el lugar es como yo”.
No pude evitar sonrojarse, supuse lo que quería decir el pequeño Larabi. Después de todo su cabello era rojo y sus ojos azules como el cielo.
Me pareció un bonito nombre. Pero sobre todo uno que no está registrado como bar en esta zona.
No pude evitar reír, le miré – Muchas Gracias Tío.
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