Cala Roja había comenzado bien, no éramos tan populares como nos hubiera gustado pero podíamos sacar para reinvertir, y empezar a pagar sueldos, yo insistí en pagar la inversión inicial que había puesto mi tío así que ocasionalmente le daba algo de las ganancias, aunque siempre las devolvía trayendo productos nuevos o nuevas reformas para el lugar disfrazados de regalos. Reina y yo bajamos para abrir el local e Ivette ya nos esperaba en la entrada.
-Buenos Días Ivette – conteste mientras esquivaba a Reina en las escaleras, fue ahí donde note que había un chico a su lado sentado, era muy parecido a Ivette, pero su cabello estaba pintado en rosa, parecía molesto.
-Oh. Buenos Días Lari – Ivette se levantó rápidamente, y con un golpe en el hombro levantó al chico al lado de él.- Larabi, te presento a mi hermano, su nombre es Izan. Saluda.
El chico se encogió de hombros mientras me dirigió una mirada bajando un poco su cabeza, luego simplemente miró a otro lado, mientras pertenecía detrás de Ivette.
-¡Muestra algo de modales! ¡Dios! – dijo Ivette molesta, nunca la había visto de esa manera.
-¡¿Que quieres que diga?! Si tu ya dijiste mi nombre – replicó Izan
-Un Buenos días no te mata. ¡cielos! – Ivette se dio cuenta del tono de su voz, la bajo y volvió a verme – Lo siento Lari. Izan deberá quedarse con nosotros el día de hoy. ¿Puede?
-No hay problema – le conteste.
Abrí el local de inmediato, comencé a correr las cortinas al mismo tiempo que Ivette se dirigía a la cocina, indicándole a su hermano que se sentará en la barra. Reina tomó su lugar frente a la puerta de entrada, lista para recibir clientes. Recorrí el lugar bajando sillas y acomodando un poco las mesas, recogí mi cabello, quitándome la camiseta para ponerme una playera negra que colgaba de una de las esquinas de la barra de cocteles. Luego me amarre el pañuelo en la cabeza y coloque mi pasador de conejito. Pude sentir como unos ojos me miraban fijo, no quería voltear pero al final lo hice.
-¿Te gustaría ayudarme a limpiar la barra? – pregunte mientras le acercaba un paño.
-¿Debo?
-No
Izan tomó el paño, cuidadosamente comenzó a limpiar un poco el mueble.
-Siempre son de ayuda, las manos extra – comente para que pudiera escuchar.
Izan no dijo nada y siguió limpiando. Me puse a acomodar las bebidas. Entonces saque una pequeña máquina para hacer café, hice tres tazas, lleve una a la cocina para Ivette y deje dos sobre la barra. Izan termino, tomo la taza de café y seguía viéndome.
-¿Hay algo que quieras preguntar? – pregunte mientras tomaba un poco de café.
-Eso… - dijo señalando mi pin de conejito - ¿te lo dio tu novia?
-Ahmm – dude un poco antes de contestar, “¿debería mentir antes que haga más preguntas?” pensé. – No.
Izan hizo un pequeño gesto, luego tomó su taza y se metió en la cocina. “Eso ha sido algo grosero ¿no?, ahora que lo pienso mejor, el nombre de Izan me suena un poco, tal vez Ivette lo ha mencionado tantas veces que ya me es familiar, en fin, solo estará el día de hoy” me dije a mi misma, cambie el letrero dando la bienvenida a nuestros clientes de hoy.
El primer grupo en llegar eran tres clientas frecuentes, usualmente vienen antes de salir a trabajar, han venido desde hace 1 año así que era fácil reconocerlas. Tomé la orden, luego entré a la cocina.
Ivette vinieron las chicas, comenzaré a preparar su pedido, ¿puedes ir enfrente mientras tanto?
¡Claro Lari! – dijo mientras terminaba de acomodar un par de ollas. Antes de salir amenazó a su hermano – se tan amable de no molestar a Lari.
Izan no dijo nada mientras estaba sentado sobre una silla. Me puse a cocinar, los huesos benedict eran fáciles de preparar, el truco estaba en mantener la yema intacta. Pronto las tres órdenes estaban listas e Ivette entró para recoger los pedidos. Entonces preste algo de atención a lo que hacia Izan, quien miraba atentamente como la orden se iba, me di cuenta que su manos dentro de la sudadera estaban presionando su estomago. Recordé cuando llegue a este mundo, sobretodo el refrigerador casi vacío de Larabi. Hice un plato más y lo acerque a él, luego me fui de la cocina para ayudar a Ivette a tomar órdenes. Durante ese tiempo Izan pasó de la cocina a la barra del bar varias veces, casi siempre al mismo tiempo que yo lo hacía, cuando se acercaba las 6 de la tarde, empecé a preparar el bar, entonces nuestra clientela cambiaba a personas que buscaban pasar una noche agradable. Ivette salió de la cocina.
Es hora de irme Lari – me dijo con su tono cansado.
Claro que si Ivette, cuídate – mire hacia su dirección detrás de ella estaba su hermano quien apenas me miró. Luego ambos se retiraron del lugar. Aunque me di cuenta que Izan había volteado atrás antes de partir.
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