Había algunos días en que Ivette traía a Izan. Al principio se la pasaban hablando, riendo y compartiendo las comidas, intercambiaban anécdotas, pero un día llegaron ambos muy callados y a partir de ahí la mayor parte del tiempo estaban de mal humor, por lo que imagine que habían peleado. De vez en cuando discutían, así que intentaba mantenerme al margen de todo, Izan se quedaba mayor tiempo en la cocina e Ivette la pasaba en la caja registradora. Lo cual hacía que mi carga de trabajo se intensificará un poco, aun así entendía que ambos necesitaban su espacio. Pero las cosas se salieron un poco de control un Lunes.
-¡He dicho que no quiero!- alzó la voz Izan a su hermana
-¡Debes hacerlo!- reclamo Ivette.- ¡Al menos deberías intentarlo!
-¡No! ¡¿Cuántas veces debo repetirlo?!
-¡Inténtalo!
-¡¿Por qué insistes tanto?! ¡Déjame en paz! – contesto Izan casi desesperado.
-¡Izan no puedes seguir ocultándote con nosotros! ¡Debes enfrentarlo! – nunca había escuchado antes Ivette subir tanto la voz.
Los ojos de Izan se clavaron en el rostro de Ivette – ¡Así que es eso lo que te molesta!, ¡tanto te molesta que este con ustedes!, ¡lamento ser una carga para ti y tu vida perfecta! – dijo antes de darse media vuelta
-No es eso a lo que me refería Izan, tu sabes que te quiero mucho.
-¡Déjame tranquilo! – Izan se alejó dejando a Ivette con sus ojos llorosos.
Sus voces podían escucharse hasta el segundo piso, así que baje cuando los gritos habían cesado. Me encontré a Ivette recargada sobre la entrada, estaba decaída.
-Buenos Días Ivette.
-Buenos Días Lari.
-¿Por qué no te tomas el día hoy? Creo que puedo hacer esto un día sin problemas.
-No, no es necesario. Estoy bien. No podría dejarte solo con toda la gente que viene.
-¿Estas segura?
-Si. – apenas pude escucharla con una voz tan baja.
Me acerque a ella y tome su mano – Puedes hablar conmigo si lo deseas. – luego recordé que era un hombre, lo que hizo que soltará rápidamente su mano. – Claro solo si tu quieres.
-Si quiero – dijo ella esbozando una sonrisa.
Mientras trabajábamos Ivette me contó que su padre era una persona de negocios, que era muy estrictos con ellos, quería que fueran los mejores, pero la presión era mayor para su hermano menor ya que quería que se convirtiera en el próximo sucesor, Izan no quería seguir con el negocio familiar por lo que cada vez era más difícil para él aceptar las órdenes de su padre, pero aún así se esforzaba por mantenerlo orgulloso, hacer todo lo que le pedía, incluso a su corta edad ya competía con otros sucesores que eran mayores a él.
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