“Supongo que al menos debo agradecerte,
pudiste haberme hecho mucho más daño,
pero la verdad es que tu deber no lo cumpliste.
Por eso ya no te quiero volver a ver
y hoy moriré. ”
-E.
El duque terminó de contar lo que sabía de la historia: cuando encontraron el cuerpo ensangrentado de Elicia, su corazón tocó fondo. Desde entonces nunca fue el mismo. Todo en aquella casa le recordaba a su fallecida familia, por lo que abandonó la mansión, dejando que cualquiera entrara y robara lo que quisiera. Eventualmente amigos que se preocupaban por su salud le recomendaron que vendiera el lugar para que así pudiera dejar ir el pasado. Eso hizo después de 5 largos años, esperando que por fi pudiera lograr sanar sus heridas, pero no sabía que ella seguía todavía ahí. Ahora no tenía más tiempo que perder, su hija estaba perdida una vez más y necesitaba ayuda. Por lo que siguió corriendo tras ella, pero esta vez sabía dónde se ocultaba. Caterina quedó bastante impactada y ni siquiera pudo pronunciar una palabra para evitar que se fuera… Pero tenía miedo… Miedo por quienes podrían terminar en una situación similar… Pero por el momento sólo quedaba esperar y ver qué iba a pasar con ellos.
Mientras tanto, Florecita de Luna estaba escondida en el ático para evitar confrontarse con aquel hombre. No quería tratar de recordar lo que pasó, no se suponía que fuese capaz, ¿verdad?... Dolía mucho. Sus lágrimas ardían como fuego. ¿Por qué? ¿Cómo era posible? Un fantasma sin cuerpo no debería sentir semejante sensación. ¿Podría ser que era anormal incluso para un ser sobrenatural como ella? ¿Iban los demás espectros burlarse de ella por seguir siendo tan “viva”? ¿Siquiera hay otros fantasmas en el mundo? ¿O acaso estaba sola? ¿De verdad importaba todo esto? Después de todo, sus esfuerzos fueron en vano (como sospechaba), pues su padre sabía que el ático era el lugar dónde tendía a ir para estar sola. Ese fue el lugar dónde acabó con su vida, el inicio de esta tragedia. Él la encontró acurrucada sobre una vieja cama, con el cuaderno azul en sus manos.
—¿Has por fin escrito algo en ese cuaderno? Tu madre lo hizo justo para ti, ¿recuerdas?
—¿Por qué no me dejas en paz? —alcanzó a pronunciar a través de sus lágrimas y respiraciones súbitas.
—No quiero cometer el mismo error. —respondió el padre—. ¿Recuerdas lo que pasó?
—No realmente. No quiero.
—Sé que no quieres y que no sabes muchas cosas, pero podemos recordarlo juntos. Hay muchas cosas que sí sabes, después de todo siempre fuiste una persona inteligente. Elicia, nunca pude saber qué pensabas y eso te causó mucho daño, ¿no es así? Dime: ¿qué pasó después de que moriste?
—Yo… —limpió sus lágrimas y trató de controlar su respiración antes de tratar de recordar—. No se supone que debía despertar. Yo morí, tenía que estarlo. Y… yo… Se supone que iba a poder a volver a mamá. Ella… Ella murió, ¿verdad?
—Sí… La medicina no logró mantenerla con vida para siempre… ¿Es por eso que lo hiciste? ¿Tantas ganas tenías de ver a tu madre?
—No, pero si sirvió de razón. Creo… Cuando mamá enfermó, ella sufrió mucho, pero no podía ser curada y no la dejaban morir. Yo tampoco quería sufrir. Estaba sola, ¡todos me veían como un potencial enemigo sin razón alguna, y ni siquiera tú estabas para ayudarme!
—Tienes razón, es mi culpa. No sabía lo que pasaba contigo.
—¡Ja! ¿No te diste cuenta de que dejé de salir de casa? ¿De que dejé de comer? ¿De que no abandonaba mi cama? ¿Qué pensabas? ¿Qué excusa utilizaste para justificar mi dolor?
—Sinceramente, cuando tu madre murió, traté de distraerme con trabajo y... Tú… Incluso ahora luces igual que ella… Ahora veo que nunca fue una buena excusa, pero la verdad es que… El simple hecho de verte me causaba dolor, me recordaba que no era lo suficientemente bueno como para salvarla. Y luego tú…Bueno… Por favor, sólo déjame ayudarte ahora, por muy tarde que sea.
—¿Por qué debería? No quiero satisfacer tu necesidad de obtener redención para liberarte de tu culpa. Tú nunca me quisiste. Si me hubieras querido de verdad, no me hubieras dejado. Y ahora nadie me quiere, soy sólo una molestia para todo mundo. ¡Todo el mundo está listo para abandonarme! ¡Mamá sí me quería, pero ella murió, y ella si logró irse! ¡Yo ni siquiera puedo salir de este maldito lugar! ¡No soy nada más que un error, alguien que nunca debió existir, por eso el mundo mismo no me deja escapar!
—Por favor no digas algo tan terrible. —cayó de rodillas, mientras le suplicaba—. Lo único que haces es lastimarte (y a mí también). Nosotros siempre te quisimos. Tu madre nunca quiso verte sufrir, y yo tampoco. Tal vez sea muy tarde como para decirte eso, pero ver tu cuerpo destrozado por tu propia mano me rompió. Desde entonces la culpa me ha impedido dormir. Has aparecido en mis sueños muchas veces, dónde vuelves a matarte una y otra vez, cada vez de una forma más terrible y violenta… Había momentos que esperaba poder salvarte a tiempo, sólo para despertar. Eres muy cruel, ¿sabes? —bromeó—. A veces podía jurar verte caminar por los pasillos, reclamando mi falta de atención, culpándome de tus miserias. Pero la verdad es que siempre estuviste aquí. Creo que me hiciste perder la cabeza…
—No era mi intención… A pesar de todo lo que dije, sólo quería parar el dolor… Como mamá… ¡Lo juro!
—Ya veo. La última vez que te vi, cuando estabas ya muerta, estabas sonriendo... Parecía que tu cuerpo dejó contento el mundo. —dejó escapar un suspiro—. Debiste sufrir mucho… ¿Y ahora qué harás? No puedes quedarte aquí para siempre, ¿o sí?
—No lo sé… Creo que… Estoy cansada de este lugar… ¿Acaso piensas que es posible que si logro pasar al más allá podré ver a mamá otra vez?
—Seguramente es el caso. De hecho no me sorprendería que te estuviera esperando ahora mismo, desde hace varios años.
—Suena bien, pero… No sé cuáles son mis asuntos pendientes.
—¿Qué es lo que siempre has querido hacer? ¿Qué fue lo que mi ausencia te limitó, te impidió hacer?
—Déjame ver… Dormí hasta que me cansé de eso (muy irónico, ¿no crees?), logré tener un amigo, me divertí molestando a los demás, y por un buen rato sentía que no debía preocuparme por lo que los demás pensaban de mí… Sin mencionar que obtuve poderes para hacer cosas geniales como volar o mover cosas con la mente... Ha sido un verdadero sueño... Creo… Creo que lo único que me queda por hacer es hacer las paces contigo. ¿Tal vez pueda sentirme realmente en paz si dejamos de pelear? Pero la verdad es que… tengo miedo. Por fin fui libre de todo el estrés de la vida. ¿Qué pasa si pierdo eso? ¡¿Qué pasa si termino en el infierno?! Digo, hice cosas muy malas a gente inocente…
—Elicia, eres una buena niña. Sería injusto que alguien tan especial siguiera sufriendo. Todo el mundo comete errores, algunos más graves que otros. Yo no merecía tenerte, y ya vemos que pagué por ese crimen… No te sigas lastimando de nuevo. No tienes que perdonarme, pero espero que sepas que nunca te odié. Por favor, abandona esta tierra que tanto daño te hizo y busca para ti un futuro mejor.
—Sí, creo que haré eso. —ella empezó a sentirse diferente, algo empezó a surgir dentro de su alma, una sensación liviana pero algo burbujeante. Agarró un pecho por un instante, preocupando al padre, quien pensaba que estaba sintiendo dolor. Sin embargo, todo estaba bien ahora—. Entonces… supongo que es un adiós…
—Sólo hasta que la muerte nos vuelva a reunir, mi niña.
—Honestamente, no quiero que eso sea pronto. Todavía estoy un tanto enojada contigo. Aunque supongo que es mejor seguir adelante. De verdad quiero volver a ver a mamá y supongo que ya no pertenezco a este mundo… —Elicia se acercó a la venta, para observar por última vez la brillante luna—. Adiós, papá, espero que tú también te cuides. Tú tampoco mereces torturarte así. Y no quiero dejar este mundo sabiendo que seguirás culpándote hasta cometer suicidio como yo. No quiero eso en mi consciencia.
—No sé cuántas gracias puedo darte, o cuántas disculpas alcanzaré a pronunciar, pero por favor pásale a tu madre saludos. Y de paso dile que me perdone por haberte fallado. —él trató de abrazar a su hija, aunque ni siquiera podía tocarla—. Nos veremos pronto, mi florecita de luna.
Un brillo plateado medio azul llenó la habitación, como una estrella explotando y desvaneciéndose en la nada. Pequeños destellos sobraron y empezaron a seguir la luz nocturna, pasando por la rota ventana del ático. El duque hubiera podido jurar que una flor floreció en ese cuarto, pero al momento de tocarla se desvaneció. El sol empezó a salir y un nuevo día se acercaba. La Reina Caterina se había quedado afuera de la entrada del ático con anticipación, igual que muchos otros individuos que también sentían curiosidad por lo que iba a transcurrir. Tras ver salir al duque de la oscuridad del cuarto, ella preguntó si todo había resultado bien. El hombre sonrió, con algunas lágrimas que seguían en su rostro. Ya era hora de dormir eternamente para la joven, y esta vez era de verdad.
Fin.
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