Los rebeldes vivían lejos del Imperio Cavallino, algunos vivían donde la arena era sangre, óxido e Ivosy. Otros vivían donde la arena estaba recubierta de aceite y salpicada de metal. Pero algunos de ellos habían empezado a colarse por las grietas de las paredes y por debajo de las pesadas puertas del Imperio Cavallino. Una oportunidad aprovechada por algunos lideres de las fuerzas rebeldes.
Uno de
sus líderes, conocido como el Rey Radical Adam, había hecho una
fortuna vendiendo armamento a los Rebeldes al reciclar la tecnología
Cavallina capturada.
- El Imperio se derrumbará por su propio peso. - Adam miró a través de una ventana bloqueada, sus gafas rosas reflejaban la luz del sol que apenas atravesaba los tablones, sonrió mostrando dos hileras de pequeños dientes. -Sólo necesita un poco de influencia y refuerzo positivo. -
-¿Estás seguro? -
-Por supuesto, la paranoia ya se está comiendo vivo a Oko.- Respondió con un ligero movimiento de cabeza.
- ¿Nos proporcionarás más unidades de Sigilo?-.
-Por supuesto, puedo conseguir diez más para la próxima semana. Y otras quince para la semana siguiente. ¿Quieres pedirlas por adelantado? Con ellos obtendrá un 15% de descuento en cañones Ivosy.- Sonrió de oreja a oreja y brillo en sus ojos.
-Sí, sí. Los queremos todos. -
-Es un placer ponerlos al servicio de la causa mayor.-Hizo una reverencia y cerro la video-llamada.
Adam
suspiró y tachó un nombre de una lista. Aún quedaban un par de
nombres pendientes.
Pronto
otra llamada interrumpió. Respondió de la misma manera, grácil y
siempre sonriente. El color de sus ojos se disimulaba bajo sus gafas
de un vibrante magenta. Sus manos bailaban sincronizadas con cada
palabra para asestar sutiles golpes en la mente de sus clientes.
Estaba tan acostumbrado a actuar y mostrar la grandeza de sus
máquinas de guerra. Se sabía el guion de memoria. La llamada
terminó y tachó otro nombre de una lista.
Otra
llamada, una confirmación para una celebración con otros Rebeldes
importantes. Ofreció los mejores servicios que podía permitirse.
-Todo lo que deseéis, comida, bebida, compañía.- Se rieron y
aceptaron.
Tachó el nombre de la lista. Las ventas estaban terminadas por hoy. Pero aún le quedaba mucho trabajo por hacer.
Pasó
los dedos por todos los documentos apilados sobre su escritorio.
Cogió un sobre y lo abrió con un pequeño cuchillo, del sobre saco
una cinta pequeña la cual inserto en una caja muy vieja etiquetada
como radio. Deslizó los dedos bajo el escritorio y activó un botón.
-A-Eve
tiene un nuevo anuncio que hacer. - Crujió los dedos, se quitó los
guantes limpios y brillantes para revelar unos dedos lisos con restos
de polvo blanco pegado.
Se levantó y se quitó el traje rojo
oscuro. Se acercó a la pared y cogió un traje azul y un corbatín
de colores brillantes. Dejó sus gafas magenta colgando del traje
rojo revelando sus brillantes ojos verdes antinaturales. Se alborotó
el pelo en todas direcciones con los dedos.
Una pantalla
brillante parpadeó en rojo durante unos segundos y luego se volvió
negra. En una pantalla adyacente parpadearon letras rojas. "Abajo
los Everistas", "Anti-Everistas: A-Eve".
Sacó
un micrófono de sobremesa, ajustó la posición y su corbatín una
ultima vez. Sonrió para el y empezó la emisión. Un informe de los
recientes encuentros con el Imperio Cavallino, las muertes, las
crecientes pérdidas por parte del Imperio. Su recién capturado
recurso Ivosy en las selvas y la siguiente actualización en armas
nuevas y más fuertes para destruir las máquinas voladoras. Terminó
recordando a los más jóvenes que capturar la tecnología Cavallina
valía más puntos que hacerlos explotar a todos.
Pulsó
un botón y termino la emisión. Se reclinó en su silla y observó
en su otra pantalla cómo los Rebeldes alababan a A-Eve y a la
Revolución; gracias a las emisiones en directo de A-Eve los rebeldes
aceptaban la nueva tecnología con facilidad asegurando su objetivo
cada vez mas.
Le había resultado tan fácil controlar a los rebeldes. Era su don. La facilidad de manipular a las masas para satisfacer sus necesidades. Sonrió complacido, luego desvió la vista hacia el trabajo pendiente. Sus ojos verdes miraron los informes aun sin leer. Escogió uno y lo abrió. Las pantallas a su lado archivaban conversaciones secretas mantenidas en el Imperio Cavallino. Concretamente, en las Salas del Consejo Everista.
Un
pequeño botón parpadeó en el panel llamando la atención de A-Eve,
inclinó la cabeza y dejó los informes en el suelo. Pulsó el botón.
Se inclinó hacia delante y se acercó a los altavoces.
[Su
Alteza Oko, los preparativos para la misión 48 avanzan a buen ritmo.
Pronto tendréis unidades de exploración patrullando las Ruinas de
la Jungla, tal como deseasteis].
[Perfecto.
He tenido la intención de controlar la zona desde que los
científicos detectaron una importante fuente de Ivosy.]
[No os
preocupéis, enviamos a nuestros mejores hombres a la misión].
A-Eve
se levanto de su escritorio y buscó rápidamente la lista más
reciente de soldados. Esta podría ser su oportunidad de aplastar al
Imperio Cavallino capturando y destruyendo a sus soldados de élite.
Pero su felicidad se vio truncada con la siguiente transmisión.
[Cambie
de opinión y mande a enviar a los de segunda categoría. Tengo otros
planes para la élite].
La sonrisa de A-Eve se volvió del
revés.
[Es una orden... y por favor localiza a Kauz, no puedo
contactaros con el.]
[Como desee, su Alteza.]
"Maldito
Oko". Pensó mientras hojeaba la lista de soldados de segunda
categoría.
-Vjoltran,
Kajei...- Reconoció este nombre. -Quizá aún pueda acabar con la
élite...- Dio una palmada y soltó una carcajada.
-Pero me
están esperando. -
Giró
mandos y pulsó interruptores. Las pantallas se apagaron y los
pitidos se convirtieron en silencio.
Estiro
su mano y tomo un collar de cristal magenta. La luz roja brillaba en
sus manos. Incluso se sentía cálida. Activó un sistema de bloqueo
para proteger sus máquinas y volvió a cambiarse de ropa. Esta vez
se cambió por una túnica pálida más fina y sencilla bajo una
gruesa capa pardusca de tela gruesa. Se dirigió al exterior y caminó
por el lateral del edificio, cubierto de polvo y escombros una puerta
se abrió y reveló una extraña máquina. No muchos lo sabrían,
pero él era el orgulloso propietario de un antiguo artefacto; una
fina bestia de metal de antaño llamada motocicleta. Arrancó el
motor y partió de su escondite secreto para reunirse con Oko, tal y
como éste le había pedido.
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