Después del grito - 1 mil millones de universos restantes
Universo A-931842
Una sonda viajaba a través del vacío del universo, moviéndose en línea recta y buscando formas de vida inteligentes entre los cuerpos celestes que pasaban por su camino. Recorrió todas las galaxias posibles, cambiando de dirección después de inspeccionarlas en cada rincón. Así, exploró miles de galaxias a una velocidad que superaba la de la luz en el vacío, con la única misión de encontrar cualquier forma de vida antes de regresar con sus datos a la persona que la envió.
Después de haber explorado la totalidad del universo, sólo le quedaba una última galaxia por buscar en la esperanza de encontrar un resultado en su radar. Al acercarse, la sonda recibió una señal. Gracias a su avanzada tecnología, pudo determinar que sólo había una fuente de vida en toda la galaxia: un humano. En su planeta y los circundantes, no había ninguna otra fuente de vida, desde animales hasta bacterias, alrededor de este hombre.
Con su misión completada, la sonda comenzó su programado viaje de regreso. En su camino, pasó por los restos de civilizaciones donde no quedaban formas de vida. Estos restos tomaban la forma de planetas, inmensas naves intergalácticas y puntos de referencia artificiales creados para facilitar el transporte a lo largo del universo.
Sin embargo, no parecía haber señales de destrucción en estos planetas. En las ciudades, las casas no tenían daños aparentes, y los recordatorios de que las familias vivían allí eran visibles en cosas como un abrigo colgando en la entrada o ingredientes aún en el refrigerador esperando ser cocinados. En algunos planetas, no había señales del paso del tiempo: ninguna planta trepadora en las paredes de las casas ni árboles creciendo en medio de las carreteras e infraestructuras.
Parecía como si civilizaciones enteras hubieran sido barridas en un abrir y cerrar de ojos, algunas desapareciendo tan recientemente y en un lapso de tiempo tan estrecho que era como si una mano cósmica simplemente hubiera chasqueado los dedos, borrándolas de la existencia. Este desconcertante fenómeno no mostró misericordia, extendiéndose incluso hasta los microbios más pequeños y las bacterias más resistentes, dejando nada más que los huesos desnudos de mundos estériles.
Este sombrío ballet de vacío y silencio se repetía una y otra vez hasta que, por fin, la sonda completó su triste viaje, volviendo a su punto de origen. Su curso, que una vez fue un camino a través de galaxias prósperas y planetas bulliciosos, se convirtió en una travesía solitaria a través de un universo de repente silencioso y abandonado, su vibrante canción reemplazada por los escalofriantes susurros del vacío.
Este buque era una entidad de magnitud colosal, su escala rivalizaba fácilmente con la de las estrellas mismas. Con un diámetro asombroso que abarcaba millones de kilómetros, estaba compuesto de un material tan profundamente negro, que parecía fusionarse perfectamente con el abarcador vacío del cosmos. A medida que la sonda solicitaba permiso para atracar, se le concedía acceso sin un momento de vacilación. A pesar del austero exterior militarístico del buque, su interior lucía con el resplandor de un palacio real. Este era un barco en su apogeo, una verdadera ciudad flotante que albergaba lujosas piscinas, opulentos casinos, laboratorios de última generación y enormes hangares que albergaban una flota de naves exploradoras, preparadas para explorar la vasta selva cósmica.
A medida que la sonda hacía su ingreso, las notas melancólicas de un vals reverberaban en el aire, sus ecos inquietantes impregnaban los desiertos y fantasmales corredores del barco. La canción, arrancada de algún salón de baile fantasma, continuaba en un bucle interminable, su melodía no perturbada por la presencia de ningún alma viviente. El buque era una sinfonía silenciosa de tonos contrastantes, donde estilos musicales diversos ocasionalmente se entrelazaban en una danza fantasmal. Pero no había nadie allí para moverse al ritmo, nadie para apreciar la orquesta espectral. El barco era un monumento a la soledad, sus corredores resonantes exudían un aura de oscuro y escalofriante misterio.
La sonda finalmente encontró su camino hacia un vasto laboratorio de alta tecnología, cuyo propósito era depositar los datos críticos que había recopilado meticulosamente. Aquí, entre filas de maquinaria inactiva y pantallas brillantes con mensajes sin leer, se almacenarían los datos, cuya importancia parecía perderse en el silencio escalofriante. Sin embargo, las posibilidades de que estos invaluables hallazgos fueran analizados alguna vez eran escasas. En esta extensa instalación, la única apariencia de vida era el sistema informático automatizado siempre vigilante, cuyo pulso electrónico era el único latido en un barco de escalofriante vacío.
El brillo clínico del laboratorio contrastaba fuertemente con el silencio muerto que impregnaba la habitación. Las pantallas holográficas flotaban en el aire, sus colores vibrantes parpadeaban con sombras fantasmales, los únicos testigos de la silenciosa tarea de la sonda. Depositó los datos en el sistema del barco, la información fluía en cascadas de luz radiante y números en flujo, un intrincado ballet de conocimiento que probablemente permanecería sin apreciar.
Este inmenso buque parecía destinado a deambular por el vacío cósmico, destinado a ser olvidado como las innumerables civilizaciones y naves que una vez adornaron el universo con su presencia. Sus historias, sus logros, su caída, todo encapsulado en este arca solitaria y a la deriva, se convertiría en susurros en el gran tapiz del espacio-tiempo.
Este barco, que una vez fue un faro de vida y progreso, ahora.
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