LUCAS
Los pasillos del instituto se hallaban repletos de gente.
Aquí y allí se divisaban grupos de jóvenes que reían, corrían, golpeaban puertas y hacían comentarios diversos. Era el primer día de clases y el instituto de varones SIGLO XXV abría sus puertas luciendo una fachada nueva de un blanco impecable y un interior igualmente reluciente.
Apoyado contra la pared, a medio camino entre dos aulas se encontraba Lucas, un joven alto de tez blanca, cabellos lisos negros y ojos del mismo color. Parecía observar la escena con los ojos perdidos en un punto desconocido, las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón gris nuevo y con la camisa levemente desabrochada dando en general un aire de descuido. El joven miró el reloj, faltaban tan solo unos 15 minutos para que comenzase la ceremonia de apertura con la cual se inauguraba el año lectivo, miró hacia ambos lados y rápidamente se escabullo en los servicios y ahí permaneció sentado en el suelo hasta que el bullicio externo comenzó a menguar y todo se quedó sumido en un límpido silencio.
Salió de su refugio con un dolor de cabeza que le acidaba el humor y los ojos hinchados por el cansancio. Una vez en el pasillo central miró hacia ambos lados antes de dejarse caer pesadamente contra la pared, pensando en lo que quería hacer y en lo que realmente debía.
Un ruido lo sobresalto, la pesada puerta de madera de la entrada principal se abrió y un joven con una piel tostada levemente por el sol, asomó la cabeza tímidamente, recorrió el pasillo con la mirada para centrarse durante unos segundos en él, pareció vacilar un poco antes de decidirse a entrar. Con pasos largos y cuidando de no hacer ruido se acercó a él.
—¿Tienes hora? Creo que el mío no funciona— El joven le clavó la mirada con ansiedad, Lucas sintió que se le cortaba la respiración. El chico tenía unos ojos preciosos, grandes y verdes, una boca carnosa y un cabello ondulado que le enmarcaba un rostro de aspecto inocente.
—Son las ocho y medía—respondió, notando como le fallaba la voz.
El joven paseó su mirada con inquietud por todo el pasillo, deteniéndose unos segundos en donde terminaba.
–Mierda, todos los años me pierdo el acto de apertura, esta vez seguro que me sancionan.
Lucas lo miró divertido, distraído con aquel color brillante que parecían desprender sus ojos, en un acto de cordura apartó la vista avergonzado.
El joven volvió su mirada hacia él , lo observó durante unos segundos con un aire que revelaba una mezcla de curiosidad y extrañeza.
—Por casualidad, ¿eres nuevo? No recuerdo haberte visto antes.
La pregunta hubiese sonado un tanto ridícula si no fuese por la altura del joven y por sus facciones varoniles acentuadas que delataban sus casi 18 años, el joven que se encontraba frente a él debía tener aproximadamente su misma edad y por lo que había dicho antes, seguro había cursado toda la secundaria en el dicho instituto.
Ante al ausencia de respuesta, preguntó
—¿Estás en el último año?
—Si—la respuesta sonó cortante y casi ni le miró al hacerlo.
El joven pareció titubear durante unos segundos antes de volver a hablar, tenía una expresión de interrogación en su rostro. Por fin habló:
–¿También te quedaste dormido?
Lucas volvió a mirarlo, y a observarlo detenidamente con disimulo, mientras se obligaba a parecer un poco menos tosco.
—Si, se podría decir que si.
El joven de los ojos verdes era unos 5 cm más bajo, y para ser sincero, no era una gran belleza, pero eranaquellos ojos preciosos y la boca carnosa lo que ponia en marcha la máquina de fantasias de Lucas, quien se vio obligado a desviar el rostro para ocultar el leve rubor que teñía sus mejillas. “Qué no sea un compañero de clase, por favor” pensó desesperado, mientras ciertos pensamientos giraban en su mente haciendole olvidar la atracción por el joven.
Una voz lo arrancó de su memitismo.
—Oye... No eres de aquí, ¿no? ¿hace mucho que llegaste?
—Hace 2 semanas–—respondió de forma automática, volviendo su mirada hacia el joven con sorpresa. Y por un breve momento pensó en la respuesta, ¿dos semanas? Ni siquiera había notado el paso del tiempo.
—¿Donde vivías antes?
“En el infierno” pensó pero se obligó a responder:
—En Milano, mis padres trabajan allí.
—Mira que mudarse de país, y encima venir de Europa a Sudamérica. Hay que tener ganas.
“O estar desesperado” pensó Lucas, aunque solo se limitó a decir:
—Si, aunque a veces, tampoco puedes elegir.
—Es verdad.
Cuando Lucas volvió la vista hacia el joven, lo descubrió sentado en el suelo con las piernas abiertas, con una de las manos intentaba peinarse, pero por lo visto le llevaba un gran esfuerzo.
Estuvo a punto de preguntarle su nombre, pero un ruido conocido de pasos y de griterio lo interrumpio. La puerta del salón ubicado al final del pasillo se abrió y en pocos segundos el pasillo se llenó de gente.
Lucas miró hacia la puerta de entrada principal y sin pensarlo dos veces aprovechó el tumulto para escurrirse por ella.
Leon
Leon se revolvió en la cama inquieto tratando de ignorar los rayos del sol que penetraban por la rendija de la ventana y que parecían jugar sobre su rostro. Con un murmullo inentendible estiró la mano para acariciar el espacio vacio del costado izquierdo de la cama. Una medía sonrisa se dibujo en su rostro.
— Ah ya te fuiste— suspiró todavía cansado.
Unos fuertes pasos sonaron en el pasillo, alguien llamó a la puerta, era su madre. Su voz no tardo en acompañar los golpes.
—Leon ¡levantate ya!—dió un fuerte golpe nuevamente—Si no te levantas ya mismo, tiro la puerta abajo y te saco de los pelos.
—Maaaa—respondio alargando la última vocal a modo de rezongo, añadiendo en un sussurro—no jodas
Como conocía tan bien a su madre y la sabia capaz de tirar la puerta abajo, se levantó con pasos tambaleantes, el cabello revuelto y los ojos apenas entreabiertos. Su madre lo esperaba afuera. En cuanto lo vio salir se acercó para acariciarle el rostro. Leon pegó un grito y se zafó instantaneamente.
—¡MAMA! Tienes las manos congeladas.
—Ya lo sé, pero ahora abriste los ojos, algo es algo.—agregó con tono triunfante.
Leon se dirigió al baño de evidente mal humor, farfullando lo que se suponia, eran insultos. Tras lavarse la cara y vestirse, bajó a desayunar.
En el comedor sentado a la cabecera de la mesa se hallaba su padre, leyendo el periódico y con un café humeante al lado.
—Buenos días—murmuró este sin apartar los ojos de la lectura.
—¿Buenos días? ¿para quién? La vieja está loca, no sabes…
Su padre lo interrumpió con su voz seca.
—¿Qué madre no lo estaría con un hijo como tú, que lo unico que sabe dar son problemas?
—Ok, es muy temprano para sermones. ¿Qué hice esta vez?
Su padre apartó la vista del periódico evidentemente molesto. Pero como ya lo conocia, sabia por donde comenzaria…y sabia muy bien lo que diría.
—Por empezar, llegar borracho a casa, luego de estar ausente por dos días sin ni siquiera llamar por teléfono y encima de todo eso venir con…—hizo una pausa—Como sigas asi, es mejor que te busques otro lugar para vivir. Esto no es un hotel, hay reglas que cumplir y por sobre todas las cosas, mínimo de respeto.
Leon habia tenido suficiente, apoyó las manos con tal fuerza sobre la mesa que la misma tembló levemente, provocando el suave tintineo de la porcelana.
—¿Respeto? ¿Por qué no llamas las cosas por su nombre? Aquí no se trata del bendito respeto, se trata de que traje a mi pareja, y cada vez que lo traigo es la misma historia. Siempre te importó una mierda que llegue borracho los fines de semanas...asi que no me vengas a hablar del puto respeto cuando tú…
—LEO ¡BASTA!—su madre se hallaba en la entrada del comedor con una expresión de enfado o de tristeza, no podía decirlo.—Vamos, que se te hace tarde. –agregó, en un tono conciliador.
Leo miró a su padre que leía el periodico de nuevo, el joven sentía la furia dentro de si, concentrada en suspuños cerrados, le hubiese gustado golpearle para ver si así lograba alguna reacción en esa expresión impasible. Aunque ya habían vivido una situación parecida, apartó la mirada con rabia y se dirigió hacía la salida, maldiciendo el día en que habia nacido.
Fue a buscar su chaqueta, y las llaves cuando al salir vio a su madre en el jardín, sonriendole. Tenía en la mano una tableta de chocolate que se apresuró a meterle en el bolsillo de la chaqueta.
—Mamá—aunque lo intentaba, con ella no se podía enojar–—ya no soy un niño.
—Lo sé Leo—lo miró con una ternura infinita—no vuelvas a discutir con tu padre, por favor.
—Pero si es él quién empieza.
—Y tú…siempre estás a la defensiva, dale una oportunidad, él hace lo que puede
—La verdad, no lo parece— seguia enojado—siempre da vueltas sobre lo mismo.
—Leo para él no es fácil, está haciendo un gran esfuerzo.
—Ma, hace años que está haciendo un gran esfuerzo. ¿No te parece que va siendo hora ya de que..?
—Yo no creo que él lo llegue a aceptar alguna vez del todo, supongo que se debe a su educación y a su caracter…trata de entenderlo también un poco...
—¿Y a mi quién me entiende?
—Yo— respondió su madre, acariciandole la mejilla.
Leon la miraba, y por un instante se preguntó si ella sabría lo mucho que él la amaba y que si no hubiese sido por ella y por su apoyo él no podría haber salido adelante tan fácilmente como lo habia hecho, y le agradecia todo eso. Sin embargo…
—Lo sé mamá—la miró durante unos instantes sorprendiendose de lo mucho que él mismo habia crecido, le llevaba una cabeza a aquella mujer de ojos grises y tez pálida. —Gracias pero simplemente no alcanza.
Mientras se dirigía hacia donde se encontraba aparcado su coche, sintió aquel conocido dolor en el pecho y las ganas frenéticas de arrancar el motor y desaparecer, no solo de aquel lugar sino del mundo. Estaba tan cansado de todo aquello. “Odio esta sociedad de mierda” murmuró para si mismo mientras apretaba el acelerador y desaparecia por la calle desierta.
Leon y Lucas
Era ya mediodía y la temperatura subía con intensidad como suele pasar algunos días del mes de marzo en Buenos Aires. La gente caminaba de prisa por las calles. Manon, una joven de cabellos negros y graciosas facciones caminaba por el parque rumbo a la parada del autobus.
Alguien la asió por el brazo obligandola a pararse en seco, se volvió asustada. Una joven de medíana estatura, robusta y con marcada ascendencia arabe, se hallaba frente a ella con las mejillas encendidas y la respiración agitada.
—Seleika— la joven parecia sorprendida
—Chica que manera de caminar, te llevo persiguiendo desde que saliste de la facu, te llamé varias veces peroni bola…
—Lo siento, la verdad no te oí.
—Me voy en el mismo autobus, para irnos juntas.
—Pensé que esperabas a tu padre que venia con el coche
—No, eso era antes. Al final decidió confiar en mi. Antes tenia miedo de que me escapase con uno de esos pecadores—rió con ganas.
“Seleikaaaa”
Una voz la llamaba.
La joven se giró, desde el otro lado de la calle un joven de cabellos violetas agitaba la mano por la ventanilla de un golf rojo.
—Uy que guapo!
—Ah si, es Leon. Ven conmigo, a ver si nos alcanza en el coche, es amigo mío.
El joven se ofreció a acercarlas a la casa de Manon que le pillaba de camino, y la joven vivía a tan solo unas calles de la casa de Seleika.
—¿Qué tal el primer día en la uni, Leo?
—Uhm la verdad, muy interesante. La mercancia nueva es mucho mejor que la del año asado–le guiñó un ojo por el espejo.
—Jajaja tú siempre el mismo. —comentó la joven.
—¿Hay algo más en esta vida, aparte del sexo y el alcohol?
—No lo digas delante de mi padre que me saca del país.— le dijo Seleika entre risas.
Cuando por fin llegaron al edificio, Manon les invitó a subir y tomar algo, el sol pegaba fuerte y estaban muertos de calor. Para desilución de Manon, Leon anunció que tenía un compromiso y se tendría que irpronto.
Sentado en las escaleras de la entrada del edificio estaba un joven de cabellos negros y ojos del mismo color, el parecido con la joven era sorprendente y como era de esperar, se trataba del hermano de la joven.
Manon lo presentó al resto, a lo que el chico solo respondió con una vaga sonrisa y un gesto de la cabeza. Leon lo miro durante unos instantes, era por demás interesante, tenía unos ojos tan oscuros que parecian atravesarlo todo y estaba casi seguro que era de los “suyos”.
Por parte de Lucas, el repaso que le proporcionó el chico del cabello violeta no pasó desapercibido, parecia querer memorizar hasta el último detalle.
Las chicas subieron mientras Leon se despedía de ellas. Cuando ambas desaparecieron, Leon volvio de nuevo.
Lucas no le hizo el más minimo caso.
—Un cementario parece más divertido que tú.. venga, te invito a tomar algo.
Le dirigió una sonrisa provocativa.
—No estoy interesado en interactuar con los vivos.
Era evidente el doble sentido. Pero Leon no se daba por vencido tan fácilmente.
—¿Qué pasa, te da miedo que te vean con gays?
El joven le dirigio una mirada de odio.
—Pierdete—se levantó amenazadoramente.
—¿Qué? ¿Me vas a pegar? — le sonrio— No probé el rollo del dolor, pero si es lo que te gusta, podríamos probar. —No soy tu tipo y tú ni siquiera eres el mio…¿por qué pierdes el tiempo?
—Porque quiero y me va tu estilo, ahora solo has conseguido que me gustes más.
Leon se acercó lentamente hacia él, hasta quedar a centimetros de su boca, dejo que su aliento rozase su boca. Lucas permanecio inexpresivo.
–No tengo tiempo para tonterias. —Se dió medía vuelta y desapareció por el pasillo del edificio. Leon se quedó allí un rato observando como el joven desaparecia de su vista.
“Un reto” sonrió para si mismo. “A ti te llevo a la cama como que me llamo Leon”.
De pronto se sentia de muy buen humor.
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