Numa estaba sentado en uno de los banquillos, el corte en el brazo había dejado de sangrar. Era una herida superficial, por suerte, pero le ardía. Sentia un dolor de cabeza que le hacia palpitar las sienes, y no sabia aún a que se debia; el golpe más fuerte que habia recibido habia dado de lleno en la mandibula, y sí que le dolia la condenada.
Todavía se encontraba con el torso desnudo, Lucas se había marchado al igual que Leon. Se apoyó contra la fria pared del lugar. Solo quedaba un vagabundo en un rincón y el joven que habia intentado darle con la navaja. Cerró los ojos por un instante que le pareció eterno.
¿Qué debia hacer? ¿Cómo seguir? Las cosas se habían precipitado y ya no sabia como reaccionar frente a Lucas.
Por un lado, lo odíaba, no podía olvidar como le había dado vuelta la cara al verlo asi vestido. Y por otro lado, se preguntaba si habría visto el show, si le habría gustado o si le habría generado asco. Sabia de sobra que todo lazo de amistad que los unía se habia disuelto por arte de magia, solo quedaban los acontecimientos recientemente vividos. El resto habia desaparecido. ¿Leon? ¿Qué significaba Leon para él? “Nada” le contestó una voz dentro de su mente, aunque no era algo nuevo, Leon era un buen elemento a la hora de echarse un polvo, quizás fuese un buen amigo, no obstante, no podía plantearse una relación con él. Sabíaque él buscaba algo más, y había demostrado estar dispuesto a todo esa noche pero no, no le gustaba, no como pareja. La imagen de Lucas volvió a su cabeza, todo se habia ido a la mierda de la noche a la mañana. ¿Qué podía hacer, cuando ni siquiera en la zona sur de una provincia tan grande como Buenos Aires podía escapar de lo que parecia ser un designio del destino?
Alguien lo llamó, era un oficial.
—Numa Lund, puedes irte ya.
Se sorprendió al escuchar aquello, lo más normal es que le hiciesen pasar la noche. No iba a hacer preguntas, automaticamente se levantó. Siguió al oficial a través de los pasillos hasta finalmente llegar al hall. Leon lo esperaba con una sonrisa, Leon pero no Lucas.
“Idiota” pensó, reprochándose a si mismo ser tan ingenuo.
Lo siguió en silencio, serio, sin mostrar deseo de establecer una conversación. Subieron al coche, Leon le preguntó la dirección y él respondio automaticamente, ya todo le daba igual.
Tras un larguísimo trayecto llegó a la casa. Se despidió con un gesto vago de la mano y entró en el edificio, en el primer piso lo aguardaba su casa. Eran las 6 de la mañana, seguramente su abuela estaba durmiendo. Entró sigilosamente, se quitó los zapatos y despacio se dirigió al baño. Sentia algo en el pecho que parecia a punto de estallar. Cerró la puerta, se miró en el espejo y se sentó en el piso apoyandose contra la puerta. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, no podía gritar como le hubiese gustado, asi que optaba por hacerlo en silencio.
Aquel era uno de esos momentos donde sentia que las cosas simplemente no funcionaban cuando se trataba de él y de las relaciones, las buenas oportunidades se las cargaba casi sin quererlo, parecia que estaba destinado a tener malas experiencias.Ocultó su rostro entre sus manos mientras dejaba escapar algunos sollozos ahogados, se quedo asi unos instantes en silencio, se levantó sintiéndose un poco aliviado. Se duchó para sacarse la pesadez del cuerpo y el recuerdo de la pelea. Envuelto en la toalla se dirigió a la cocina para hacerse un té, se habia acordado de lo que una vez le habia dicho su abuela, que el té de jazmin dulce era bueno para el mal de amores, sin embargo sus manos fueron al paquete de mate cocido. Dulce, con leche y aguado. Se sintió ridículo cuando por fin se sentó en el salon con la taza humeante en la mano, ¡vaya imagen! Un chico de 17 años que praticaba boxeo, se peleaba con todo el mundo, sentado como un niño envuelto en una toalla y tomando mate cocido que no le traía los mejores recuerdos. Comenzó a reirse, de su propia imagen. A medida que iba vaciando la taza un calor lo inundaba por dentro, el sueño acudió sin ser llamado y se escapó hacia su habitación para dejarse caer sobre su cama y hundirse en una agradable oscuridad.
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