—¿Eh? Estoy en la pieza...– Parpadea unas veces para dejar de ver borroso, eso no funcionaba así que acerco una mano a su rostro para masajear la piel que tapa sus ojos y así intentar abrirlos, repitió la misma acción unas veces hasta por fin ver bien.
Observa algunos de los posters, cuadros y garabatos en las paredes. Dándose la vuelta ve los nombres de algunos de sus animes favoritos, personajes, shipps y protagonistas escritos en lápiz en la pared cercana a su cama cerca de la puerta de la habitación que fue abierta por su madre que entro a la habitación sin previo aviso.
—Emi, ¿Ya despertaste?– Observa que su hija está con los ojos algo entre cerrados y parpadeando mucho– Ahí hay para hacerte un té y pan con manteca, también hay galletas de chocolate por si acaso. Yo ahora me voy a llevarle algo a tu hermana vuelvo en un rato.
—Si, ma– Asiente algo desorientada mientras su madre vuelve a cerrar la puerta luego de darle la información a su hija, pero la vuelve a abrir, seguramente le diría algo más pensó ella.
—Ah, por cierto. Agradécele a tu amigo por lavar los platos, limpiar el piso y ordenar tu habitación que la tenías muy desordenada– Le dice señalando el lugar.
—¿Qué amigo?– Miraba a su madre de forma rara, parpadeo un par de veces y luego abrió los ojos en grande– ¡Ah! Si, después le digo. Perdón, sigo algo dormida, ahora me levanto para hacerme el té– Dijo algo nerviosa, pero segura de sus palabras y levantándose de la cama para ir hacia la cocina mientras su madre iba detrás.
—Bueno. Te dejo las llaves en la mesa, nos vemos más tarde– Sale cerrando la puerta de la casa.
Emi agarra el jarro y lo llena de agua, luego agarra el encendedor y prendió la hornalla. Estaba tan entretenida con el fuego que casi parecía hipnotizada, intenta acercar una mano a la llama de la parte de arriba del horno, pero una mano sostiene su muñeca de forma suave, pero firme provocando que volteara asustada. A esa hora no debería estar ningún miembro de la familia más que ella y su madre, la cual se acaba de ir hace un momento.
Frente a ella se encontraba un chico de 1.65, piel blanquecina, cabello negro hasta el cuello y lacio peinado hacia atrás, y unos ojos rojos como la sangre. Vestido con ropa negra, desde pantalón hasta zapatillas y una chaqueta negra.
—Otra vez tengo que salvarte– Lo dijo más como una afirmación que una pregunta mientras la miraba con sus ojos inexpresivos, pero preocupados como si no fuera la primera vez que pasa.
Ella no se movió ni se inmutó al verlo. Estaba sorprendida, pero ahora entendió a quien se refería su madre.
—Que lindo– Dijo en voz alta captando la atención del más alto obteniendo una sonrisa de parte de él. Su belleza la había distraído
—Ven. Tenemos que hablar– Sin soltar su mano trata de llevarla a la habitación.
—Pero...mí té– Se queda quieta viéndolo con una mirada vacía sin intenciones de moverse.
—Quiero hablar contigo– Volvió a insistir el de cabellos negros.
—Mí té...– Empezó a tener un tic en su ojo izquierdo mientras lo miraba con una mueca, este la miro por un momento para luego suspirar de forma derrotada.
—Bien. Te voy a hacer tu té– Soltó su muñeca y puso el jarro con agua en el fuego en mínimo para luego agarrar un tarro de adentro de un mueble gris que llevaba dentro muchas cosas como azúcar, vasos, platos, etc. El tarro lo llevo a la mesa y saco ahí un saquito de té para ponerlo en una taza azul– Mientras esto se calienta– Apunta el jarro con agua sobre el fuego– Hablaremos– Su mirada hacia ella era sorprendentemente muy suave para su gusto.
Ella asintió de acuerdo y empezó a caminar hacia la pieza detrás de él.
Ni bien entraron la puerta se cerró y ella se sentó en la cama afligida por los recuerdos que llegaban a su mente tan rápido como agua fría de lluvia en invierno.
—Ya lo recuerdas. Casi te matas, ¿Lo sabes?– Hablaba de forma calmada, pero apretaba sus puños que no estaban a la vista sino en sus bolsillos.
Ella se quedó callada procesando mejor lo ocurrido, mientras los recuerdos llegaban a su mente.
Flashback.
Acercando su pie hacia el suelo a 12 metros solo se cayó. Una muerte o huesos rotos era lo único que esperaba, más no escuchar el aleteo de unas alas y el gentil toque de unos brazos que la sostenían con cuidado. Abriendo los ojos lo primero que vio fueron alas negras, tan oscuras que la hicieron pensar en la noche luego sin mirar a quien la sostiene miro hacia abajo, la altura era tan alta que entro en pánico volviendo a la realidad y mirando por última vez hacia arriba el cielo azul con varias nubes, solo cerro los ojos desmayada en los brazos de aquella persona o ¿Ángel?
Fin del Flashback.
Habiendo recordado lo que pasó se quedó mirando el techo por un momento para luego suspirar de forma entrecortada y con tos. Mira al chico junto a ella, duda un poco, pero lo mira de nuevo, algo en él la hacía sentir como si ya lo conociera desde hace mucho tiempo y pudiera contarle lo que sea. Estaba desesperada y no tenía a nadie más con quien hablar de esto.
—No aguantaba más, no soportaba este dolor de pecho, en el estómago, en la cabeza y esas ganas de vomitar que tenía de vez en cuando...– Lágrimas fluían por sus ojos deslizándose lentamente por sus mejillas provocando cierto cosquilleo– las ganas de estrellar mí cabeza contra la pared tantas veces me agobiada tanto, el sentir como me quedaba sin aire por esas punzadas a mí corazón. Ya no quería sentir nada– cubre sus ojos.
—¿Sabes de quién es la culpa de que todo eso te ocurriera? No, más bien, "el que provoco que eso se hiciera aún más grande de lo que ya era"– El chico de cabellos azabache la miro de forma siniestra mientras apoyaba su cabeza en una de sus manos sobre su pierna– Ese fui yo.
Aquellas palabras ciertamente la desconcertaron, destapo sus ojos mientras secaba sus lagrimas en el proceso y luego procedió a parpadear varias veces para luego fruncir el ceño y mirarlo con una mueca en el rostro.
—¿Eh? ¿Que se supone que estás diciendo? – Emi se acerca al otro joven y lo toma de los hombros– Sabes que, no me importa. Por favor hazme el favor de salir de mí casa, no te conozco ni somos amigos– Lo arrastra hasta la puerta de la casa y lo saca– Considero que tienes un rostro muy hermoso, pero no tengo idea de quién eres, me asusta tu presencia, así que te doy paso a irte– Le ofrece una sonrisa falsa y nerviosa mientras apunta con ambas manos el portón hecho de madera de la casa, el cual estaba algo destruido y con las tablas algo flojas.
—Hoy hace bastante frío, es mejor que te tapes antes de salir afuera ya sabes que te cuesta recuperarte de los resfriados– El chico se quita su chaqueta y se la pone en los hombros de ella con mucho cuidado mientras toca sus mejillas eso provoca que se estremezca al contacto– ¿Lo ves? Vamos, seguramente ya estará el agua para tu té– La toma de la mano para volver a entrar.
—Espera. Te dije que no te conozco, no tengo porque seguirte ni tú porque quedarte– Ella se resistía a ser arrastrada tan fácilmente por él, aunque intentaba no hacer tanto alboroto para no llamar la atención de sus vecinos chismosos quien por alguna razón siempre sabían todo y le avisaban a su madre cuando ella no estaba como informantes.
El viento de la tarde era tan fresco y fuerte que golpeaba con fuerza el pasto largo del patio de adelante, el aroma a moras aplastadas y plantas resaltaba en el aire.
El chico de tez pálida suspiro pesadamente mientras se volvía hacia la más pequeña y la levanto de la cintura con ambas manos para luego ponerla en su hombro derecho como si fuera un costal de papas.
—‘Esto es un fastidio. ¿Por qué este chico de repente viene y hace esto? No lo conozco, pero parece como si el me conociera de toda la vida con tanta confianza. Ah, mí panza, tengo hambre y frío’ Expresaba desde sus pensamientos más profundos la niña quien no sabía que la otra persona podía leer sus pensamientos y tenía una sonrisa en su rostro.
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