El resentimiento acumulado, el odio y los sentimientos que son guardados consumen el alma; ahogan el corazón. Puede ser por la ausencia del amor, por ser rechazado o por la incomprensión y la opresión. Son incontables las razones por las que una persona podría perderse a sí misma y esconderse del mundo.
Las consecuencias de esto son vastas e incontenibles.
***
Los que sufren silenciosamente, quienes se sofocan por la frustración, encontraron donde dejarse llevar. El veneno en sus corazones dio vida a una tierra llamada Batoru.
Una nación pequeña compuesta por personas que huían de su realidad, una tierra de marginados. Fue fundada por un hombre que lideró a un grupo de cien, había decenas de magos entre ellos. En ese espacio que no pertenecía a ningún reino hicieron el intento de fundar un país donde fueran libres.
El desastre comenzó cuando los integrantes del grupo decidieron insubordinarse contra quien inició todo. Finalmente, tras una batalla campal entre los magos, un nuevo líder fue decidido. De ese modo, se estableció que anualmente se repetiría esa pelea en donde el vencedor sería el siguiente en liderar
Prontamente se esparció el rumor de un pequeño país en donde solo había que derrotar al actual líder para tomar el mando. Eso llamó la atención y Batoru se llenó de todo tipo de personas. En uno de los tantos cambios que hubo, uno de los ganadores estableció:
Lo más importante para el más fuerte debe ser su corazón y su espíritu.
Sin embargo, aquel ideal no permaneció mucho tiempo debido a los constantes cambios de gobernante.
Tomó más de un siglo, pero finalmente tuvieron un líder estable que trabajó por mejorar Batoru. Aun así, la fortuna no estuvo de su lado. Cayó muerto a causa de una enfermedad, pero él tenía una alumna: una chica que a sus quince años de edad logró hacerse con el cargo de líder.
En la actualidad, la chica contaba con dieciséis años.
Batoru seguía siendo un lugar rústico rodeado por la naturaleza. Los progresos eran pocos. Aunque la chica fue discípula de quien fue considerado el mejor líder de Batoru, ella no parecía tener interés en ese país repleto de problemas. De hecho, era tan pequeño que sería acertado llamarle ciudad en lugar de país.
Lo que es peor: una amenaza se escondía en las cercanías de Batoru. Tal vez, tal amenaza, era el único interés de la joven líder.
***
Batoru estaba rodeado por varios montes. En uno de ellos había un chico de diecisiete años, él lucía tan joven y pequeño que no parecía tener esa edad.
En lo alto de uno de los montes habitaba este joven de cabello castaño que tenía pecas en su rostro. Él dormía a la intemperie. Tenía una fogata encendida, aunque era de día, porque estaba cocinando, cuando terminó de comer apagó el fuego.
Él suspiró satisfecho.
—Los escarabajos saben bien… ¿o fui yo el que los hizo saber bien? Tal vez yo sea un prodigio de la cocina… pero no sé qué significa la palabra prodigio en realidad… ¿me habré insultado a mí mismo al decirla?
Pensó en eso por un rato.
—No tener con quien hablar de estas cosas es aburrido… ¡pero cuando termine con eso podré salir de aquí y conocer personas!
Se puso de pie para estirarse. Lo que sea que ‘eso’ fuera era importante para él. Más importante que cuidar de sí mismo.
El nombre de este joven es Peck. Usa ropas desteñidas y sucias que son muy grandes para su tamaño. Había hojas enredadas a su largo cabello. Tenía zapatos cubiertos de tierra. Su higiene era bastante pobre.
Sin previo aviso, decidió descender por uno de los costados del monte. Tomó su ruta preferida y corrió para bajar. En el trayecto esquivó todo árbol, arbusto y animal que se le cruzó. Había lugares por los cuales caía agua que provenía de un río, Peck evitó el agua a como diera lugar: le gusta beberla, pero no meterse en ella y empaparse.
Parecía muy feliz mientras bajaba, pero el camino que tomó gradualmente se volvió tétrico y lúgubre.
Los árboles cada vez tenían menos hojas, no había césped, ni flores, ni animales, ni agua. El cielo ya no era celeste, el sol fue obstruido por nubes negras y el aire tenía un olor desagradable.
Finalmente, al pie del monte, halló su destino.
Una tierra seca y sin rastro vida. Lo más llamativo de aquel sitio era un enorme hueco del cual salía el oscuro humo extendiéndose hasta el cielo para dar forma a las nubes.
Peck llegó a un territorio prohibido en donde vive una criatura llamada Leben. Mantuvo su distancia del enorme hueco, diez pasos exactamente.
—Esta vez lo voy a lograr. ¡Voy a ganar!
Peck ha peleado docenas de veces con Leben, perdiendo cada vez. Sin embargo, es el único que ha podido sobrevivir tanto. Por ese motivo, él ha regresado vez tras vez a intentarlo nuevamente.
A pesar de eso, los nervios se notaban en su cuerpo. Sus piernas temblaban y una gota de sudor caía por su frente. Su corazón latía con fuerza sabiendo lo que le esperaba.
—¡Estoy aquí!
Actuó rápidamente para olvidarse de los nervios.
Con su mano derecha apuntó al interior del hueco en la tierra. A través de sus dedos aparecieron chispas y después una bola de fuego anaranjada que disparó hacia donde señalaba. Peck usó la tan famosa Magia de Fuego.
Por un instante iluminó ese abismo, pero nunca se escuchó el impacto de su ataque, ni ninguna criatura pudo ser vista allí.
Nada pareció cambiar debido al fuego, pero repentinamente una mano con dedos afilados salió del hueco y se aferró al borde. Después, otra mano se asomó… y otra más, y otra, y otra… manos tan negras como la obsidiana.
Eventualmente se asomaron extremidades de diferentes animales. Eso ocurrió también en las nubes del cielo y en todo lugar donde aquel humo se extendía.
Peck solamente se preguntaba qué aspecto tomaría esta vez su enemigo.
Con el tiempo también aparecieron cabezas, piernas, alas, tentáculos y ojos.
Un instante después, todas las nubes del cielo comenzaron a retroceder y reunirse en un solo punto para volver al hueco de la tierra.
Leben es capaz de adoptar todo tipo de forma. Ha sido criaturas aladas, a veces un ojo gigante, en ocasiones una serpiente con brazos o una araña gigante.
Para esta ocasión escogió verse como la sombra de un hombre adulto. No había rasgos faciales que pudieran distinguirse en él, pero quien estuviera en su presencia podría sentir que estaba enfadado.
—Tú me das mucho miedo—dijo el asustado Peck—, pero he sobrevivido varias veces. Supongo que eso significa que tengo oportunidad de ganar, ¡¿verdad?!
Sin importar las palabras que Peck usara, no podría esconder lo inseguro que estaba. En sus pensamientos ya había aceptado la derrota como la posibilidad más grande.
Peck rogaba internamente porque esta vez lo consiguiera, porque el tener que regresar otra vez con el mismo semblante de derrota no era algo que pudiera soportar. Constantemente todo su esfuerzo terminaba en un rotundo fracaso y eso lentamente comenzó a devorarlo.
Leben no hacía más que generar ruidos incomprensibles. Peck se impacientó y decidió atacar.
Con su mano izquierda, Peck usó Magia de Viento; con la mano derecha, utilizó Magia de Fuego. Usó el poder del fuego para lanzar una llamarada y el poder del viento para crear un torbellino que atrape a su enemigo. En conjunto, fue un torbellino de fuego.
Peck apretó los dientes debido a la angustia. Intentó juntar sus manos, lo que causaría una explosión que remataría el ataque.
Súbitamente el fuego desapareció y el torbellino cesó. La figura de Leben estaba intacta.
Peck mordió su labio en respuesta.
Incluso con miedo decidió seguir atacando con todo lo que se le ocurriera porque era mejor que quedarse de brazos cruzados. Probó distintas combinaciones con Magia de Viento y Fuego para bombardear con explosiones a Leben.
En algún punto, Peck fue incapaz de continuar haciendo magia. No fue por agotamiento, la causa del problema era que comprendió que esos intentos eran inútiles. Por más que trató disparar solamente logró expulsar chispas.
Con pocas alternativas, Peck vio su propia mano: la que no podía realizar magia. Comenzó a caminar hacia atrás por instinto. Cuando regresó su mirada hacia Leben, este último estaba frente a él con el rostro casi pegado al suyo.
—¡Ah!
Saltó hacia atrás. Intentó usar magia nuevamente, y falló.
Leben extendió su brazo izquierdo hacia Peck. El brazo de Leben se alargó para alcanzar el cuello de Peck y envolverlo. De este modo levantó al muchacho y comenzó a azotarlo varias veces contra el suelo. Aprovechó la oportunidad para estrellarlo contra los árboles cercanos, los escombros y algunos montículos de tierra.
La sangre de Peck cayó esparciéndose por el suelo. A pesar de que estaba en tal condición, seguía apuntando con su mano a Leben con la esperanza de realizar un hechizo que lo salvara de ese aprieto. Nada ocurría y su visión se nublaba, el último atisbo de consciencia desaparecía lentamente.
Está bien… este es el punto en que me duermo y después despierto… ¿verdad?
Peck intentó ser optimista en sus pensamientos.
Pero… es primera vez que me hiere tanto.
…
No puedo mover los brazos.
…
Mis dedos están fríos…
Lo siguiente que pasó fue que volvieron a impactar su cuerpo contra el suelo. Los impactos en el mismo lugar pronto crearon un charco con la sangre de Peck.
Creo… que esta vez sí me matará.
…
Si muero aquí, no habré hecho nada bueno en toda mi vida.
…
No tengo un solo recuerdo que sea bueno.
…
Quería al menos lograr algo por lo que otros me elogiaran.
…
Quería que me dijeran que lo hice bien.
…
¿Era… tan difícil decirme algo bueno por una vez?
Mientras Peck pensaba sobre eso, Leben se acercó hacia él para levantar su cuerpo maltrecho. El brazo restante de Leben adoptó la forma de una espada. Antes de que Peck perdiera el conocimiento esa espada trató de perforar su pecho.
La consciencia de Peck se desvaneció…
Junto a todo su cuerpo.
La espada de Leben no lo alcanzó.
Peck, de algún modo, desapareció por completo.
Un segundo después, lo que parecía ser un grito iracundo de Leben hizo eco hasta los cielos.
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