Eventualmente, el sol sale y agradezco que tengo algo con que distraerme. Me levanto, me visto y camino hacia la tienda en silencio. Solo aquí puedo ser normal de nuevo. Los días pasan como segundos, se asemejan a gotas de agua que nacen y mueren en instantes. Al cabo de unas horas, este escape comienza a terminarse. Ha sido otro día tranquilo, y como de costumbre, estoy agradecido por ello. Aunque no esté particularmente entusiasmado de ir a casa a que me ignoren.
Estoy terminando de acomodar las esponjas de cocina en su caja cuando siento un dedo tocar mi hombro. Son las siete y cuarenta, pronto cerraremos, rara vez hay clientes a esta hora. —Un segundo— respondo, pongo la caja en su lugar y volteo. Es Mel. Pero me mira raro, de manera impaciente. Sus ojos tiemblan un poco. —…Hola ¿Qué sucede?
Cuando me enderezo, veo que ya no tiene su delantal del lugar puesto. Sube un dedo y me indica que me vera afuera, luego se va caminando. Típico de ella. No ha dicho ninguna palabra más, pero es la primera vez que ella inicia una conversación. O lo que sea que eso haya sido. No he respondido de lo sorprendido que estaba.
Inmediatamente, reviso que el lugar este bien. No sé en qué momento Mel ha terminado de empacar todas las cosas que le tocaban, siempre es muy eficiente en ese aspecto, pero me he dado cuenta de que no le gusta que la vean. Termino de empacar lo que me faltaba rápidamente, barro mi sección y le doy mi delantal al señor Long. —Mañana a las ocho— siempre dice lo mismo. —Si, señor, descanse— y siempre le respondo igual. Me pongo mi abrigo y salgo al frio de la calle. Melpómene está sentada a un lado de la puerta principal, en el alfeizar del ventanal que da hacia el mostrador de la tienda. Me mira con más impaciencia.
—¿Puedo hablar contigo?
—Si— seguro, sería la primera vez que lo hacemos de esa manera.
Ella camina sin voltear atrás. Imagino que escucha mis pasos, aunque sus botas negras hacen más ruido que mis tenis. Cruzamos la calle, avanzamos dos cuadras, y Mel da vuelta hacia un callejón al lado de un restaurante. Al final, nos espera un área escondida, detrás del restaurante, con unos contenedores de basura. Huele horrible.
—¿Por qué estamos aquí?— pregunto casi inmediatamente, no es el lugar al que esperaba ir. No esperaba nada realmente, pero me ha confundido el lugar a donde llegamos.
Intento recordar todo lo que pueda de la chica a la que he seguido ciegamente a un callejón sin salida. Mientras tanto, ella habla —Yo… necesito ayuda— son las primeras palabras que me dice sin ser respuesta.
Desde el momento en el que entre a la tienda, he sentido que me observa. Aunque en un principio asumí que se debía a curiosidad. Soy un tipo normal, pero mi situación ha dejado de serlo en los últimos meses – las heridas me provocan dolor, dolor que me impide hacer algunas acciones o moverme rápido, dolor que me ha llegado a incapacitar durante horas de trabajo.
El señor Long y Mel nunca han inquirido al respecto, aunque probablemente el señor lo haya asumido por los papeles que tuve que presentar para que me diera el trabajo sin meterme en problemas. Y aun así, no han sido más que amables y reservados a la vez.
Entonces, un tiempo después, note que sus miradas continuaban, pero no se sentían como si me considerara una amenaza. ¿Qué me consideraba entonces? Había hecho todo el esfuerzo posible por ser amigable, y realmente, no lo hacía por dar una impresión y ya. Estaba siendo genuinamente amigable. O bueno, eso pienso. Aunque entre más pienso en mis virtudes más egoísta parece todo el tren del pensamiento. Observando a este chica, se lo que voy a responder, pero en su lugar pienso en ella.
No de esa manera. Sino en su actitud sumamente reservada, casi secreta, día a día, que me produce más intriga a mí de la que yo podría provocarle a ella.
—¿Qué pasa?
Mel se toma un momento para aclarar la garganta. Se ve preocupada
—¿Puedo contarte un secreto?
—…Si… seguro
—Antes que nada… ¿puedo confiar en ti? ¿en que no lo dirás?
—…Si, yo… no haría eso
—¿Cómo puedo estar segura?
—…Para empezar, no tendría a quien decírselo
—¿De qué hablas?
Me siento en confianza, si ella me quiere contar su secreto, supongo que yo
también puedo contarle los míos
—…Yo… No tengo a quien decírselo…
Mel me mira confundida. Sus ojos son más grandes de lo que pensaba.
—Estoy… ¿solo? Creo… A lo que me refiero es que no hablo con mi familia… No
tengo amigos… Dongxi y el señor Long son lo único con lo que interactuó… ah, y
tu
—Señor… ¿Qué? Dirás señor Lau, ¿no?
—¿Es Lau? No lo sabía, siempre le he dicho Long
Mel se ríe, también es la primera vez que la escucho reírse en voz alta. Generalmente solo sonríe cuando le digo cosas de algún cliente. Ahora se ve más tranquila. Aclara su garganta una vez más. —Necesito ayuda— dice —Me han puesto una maldición
—¿Una maldición? ¿Cómo
paso? ¿Qué te sucede?
—Es extraño…
Mel extiende su brazo hacia el contenedor de basura y comienza a ondular sus dedos. Ahora me siento confundido. Ella continúa haciéndolo por unos segundos, y yo sigo mirándola. Luego baja su brazo y observa su mano, desconcertada. —¿Qué pasa?— le pregunto, y ella permanece callada viendo su mano. De la nada, ha comenzado a fruncir el ceño. Se ve molesta. ¿Qué debería decirle? No me imagino que intenta hacer, quizá algo sucede con su mano. No se dé maldiciones. Mel levanta su mano y la observa. Sigo sin entender lo que sucede. ¿Sera parte de su maldición? En un movimiento repentino, Mel extiende su brazo y dedos, y cierra los ojos. Puedo ver que su mano tiembla. Hace más frio. El contenedor de basura sigue igual.
—Oye— digo y toco el hombro de Mel. No me hace caso. Comienza a hacer un zumbido. Sus cabellos comienzan a levantarse. Pero, no hay estática en el lugar. La mano de Mel se extiende completamente, y puedo sentir una briza de aire que emana de ella. La tapa del contenedor de basura se dispara hacia arriba y pega con la pared detrás. El impacto me provoca un susto. Mel continúa extendiendo su brazo y el contenedor comienza a levantarse. Esta flotando a unos centímetros del aire. Luego, ella cierra su mano y el contenedor cae al suelo. A pesar de haber sido poca altura, el contenedor produce un estruendo al golpear el suelo. Mel baja su brazo y me observa. Sus ojos habían estado brillando, cuando los abre, la luz que los cubría se desvanece y regresan sus pupilas.
—Eso… no es una
maldición…
—¿Cómo?— me responde confundida
—Mel… Tienes un superpoder…
—¿Qué? …No… no le diría así
—¿Qué ha sido eso entonces? ¡Fue increíble!
Camino hacia el contenedor e intento levantarlo por la parte inferior. Imposible, pesa una tonelada. Observo la tapa detenidamente. No tiene hilos, no tiene resortes o algo. Ha sido todo genuino. Volteando a ver a Mel, estoy emocionado por decirle muchas cosas, pero se ve apenada. La llamo una maldición. Algo de haber sucedido, pero…
—¿Te parece si vamos al parque? Ahí podremos hablar mejor— le digo. Mel solo asiente. Estamos de vuelta a lo normal. Comenzamos a caminar fuera del callejón. Espero que nadie nos haya escuchado.
…
—Empezó después de que mi abuelo falleció hace como medio año, digo, justo al instante… Estaba sentada en mi cuarto, de la nada las cosas comenzaron a flotar… Apenas lo controle, mi mama llego con la noticia… No me di cuenta hasta que alguien dijo la hora de defunción… Aunque no estoy completamente segura de que él tenga algo que ver…— Mientras me cuenta, Mel usa su poder para levantar los pedazos de basura del pasto y ponerlos en un cesto de basura. El parque está vacío, así que le he pedido mostrarme más de su habilidad. —¿y qué has hecho con este poder?
—Nada, realmente… es
inestable…
—¿Inestable? Veo que tienes buen manejo de… lo que haces…
—Si, la cuestión es que… no es solo uno…
—¿¡Tienes más poderes!?
—¡Baja la voz!
—Claro… perdón, ¿tienes más poderes?
—Algo así… y no son poderes…
—…Le llamaste… maldición… ¿paso algo?
—…Es solo que… es difícil, mira
Mel se levanta de la banca y extiende su mano hacia el bebedero de los pájaros. Un chorro de agua comienza a flotar hacia afuera. Mel lo convierte en una esfera, y luego lo parte en una docena de porciones más pequeñas. —Son varios— toma siete de esas porciones y las pone frente a mí —Son inestables porque cada día cambian… a veces puedo hacer que las cosas floten, a veces leo mentes, a veces puedo curar… creo que he podido matar…— Mel toma las porciones y comienza a unirlas con las otras que quedaban —Entonces cambian por mis sentimientos, por las cosas que digo, o si me esfuerzo mucho usando uno en específico… — Mel combina todos un solo chorro de nuevo, pero deja que pequeñas gotas caigan al suelo —y entonces, las cosas flotan por sí solas, escucho los pensamientos de todos, la gente comienza a robarse mi energía, y temo que algún día comiencen a morir al acercarse a mi— finalmente, Mel deja caer el agua al suelo.
—¿En qué quieres que te ayude?— le pregunto, me ha convencido de que no es tan genial. —Esperaba comenzar a buscar una respuesta a como deshacerme de esto, pero algo me dijo… que no lo lograría sola
—Si, yo te ayudare… y si no podemos liberarte de ellos, te ayudare a que aprendas a controlarlos— Mel me voltea a ver. No sé porque he dicho eso. —Gracias… Sam— dice y vuelve a sentarse en la banca.
Es tarde para permanecer aquí. Debería acompañarla a su casa y luego irme a la mía. El señor Lau me espera por la mañana. —Vamos— le digo y comenzamos a caminar. Es de noche y la luna se ve gigantesca. Esa sensación curiosa regresa, mi piel se enchina. No creo que sea porque no sé qué decirle. Volteo a verla, Mel tiene fruncido el ceño. —¿No tienes una sensación extraña?— me pregunta. De los arbustos frente a nosotros se asoma una persona. Trae puesta una enorme gabardina negra, botas pesadas y una máscara de gas. En su mano sostiene un enorme machete. —Con que ahí estas— suena una voz ahogada bajo la máscara.
—Todo el día he tenido una corazonada… y, tenía razón, por fin nos conocemos… ¿Qué tal si saltamos directo al grano?
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