—¿Quien eres tú?— escucho que Mel dice algo. El hombre nos observa a través del visor de su máscara. Tomamos un paso atrás. Siento que mi costado vuelve a doler, el corazón me tiembla con brusquedad. Mis manos también. —¿¡Qué quieres!?— No lo puedo esconder, estoy aterrado. El hombre continúa parado sin decir nada. Levanta su machete hasta su cara y voltea a verlo. De la punta se deslizan unas pequeñas gotas de sangre. —Quiero ver si mi corazonada es cierta— se escucha desde la máscara —La última persona fue muy fácil de cazar.
El hombre avanza rápidamente con una zancada y abalanza su machete en nuestra dirección. Lo veo todo pasar tan lento. Quiero salir de aquí. Empujo a Melpómene hacia un lado del camino. No mido mi fuerza. Ella se cae y rueda por un sendero hacia abajo. El machete crea otra herida en mi cuerpo. Una larga tajada horizontal por mi bíceps. De nuevo, el frio, caliente y el cruel dolor. Me aprieto el brazo con una mano, siento líquido. Comienzo a correr en la dirección opuesta. Mi mente se pone en blanco. Tengo mucho miedo. No otra vez. No otra vez. No puedo perder la calma. Mi pierna comienza a doler, pero no es el momento. Se que tiene un hoyo que aún no ha cerrado, pero tengo que salir de aquí corriendo. Los pasos del hombre continúan apurados detrás de mí, pero luego se detienen. No. Melpómene. —¡MEL!— Cuando volteo, el hombre no está siguiendo a Melpómene, sigue donde mismo, varios metros detrás de mí. Parado, con el brazo extendido, apuntando una pistola en mi dirección. Melpómene se asoma en la lejanía. Estaba corriendo en dirección a donde la empuje. Creo que sigo parado, con la mano apretando la herida que hizo el machete en mi brazo. No sé si han pasado segundos o minutos, y el sujeto aun apunta su cañón hacia mí. Cierro mis ojos.
En lugar de una explosión, se escucha un golpe seco, como un aplauso. Pasa un segundo, luego otro. Abro un ojo. El arma que sujetaba el hombre ha caído a sus pies, pero su mano aun sujeta algo imaginario. A su derecha puedo ver una mano asomándose entre la maleza. Los dedos de Melpómene permanecen extendidos. Pienso en correr hacia atrás, crear más distancia entre el atacante y yo, hasta que noto que el permanece parado, temblando de una manera extraña. Su posición es incomoda, y sus manos contorsionarse como si estuvieran rotas. Esta… siendo retenido. Melpómene lo está deteniendo.
Mis dientes tiemblan de nervios, y mi pierna quema, a pesar de no haber dado más que unos pasos. No importa, no la puedo abandonar. Veo su mano en la maleza. Está más cerca de él que yo. Dije que la ayudaría. Me impulso con mi pierna buena y corro en dirección hacia el atacante. La sangre de mi brazo cae y gotea por mis dedos. No sé qué estoy haciendo. Se que es mala idea. Se que saldrá mal porque me cargo una horrible suerte. Llego a unos centímetros del hombre y pongo mis hombros hacia enfrente. Casi al momento, escucho que da un paso hacia atrás. Melpómene lo ha soltado, y yo lo tacleo con todas mis fuerzas. Su cuerpo es duro, pero ha perdido su balance tras ser retenido, por lo cual un solo golpe lo lanza hacia atrás.
Casi logro evitarlo, pasar de él y seguir corriendo, pero mientras cae toma de mi pierna y me estrello en el suelo a poca distancia de él. Creo que gruñe, no lo sé, la sensación de su mano enguantada sujetando mi tobillo hace que entre en pánico e intente sacudirlo desesperadamente. El hombre toma de mi playera y se arrastra hasta que me encara. Con la oscuridad ni siquiera puedo discernir las facciones de su máscara. Su puño impacta contra mi mejilla, y veo luces por un segundo. De pronto, no me siento tan fuerte como hace un instante. No sé qué pensaba, me ha noqueado. Espero que Melpómene se haya alejado lo suficiente. No sé cuánto lo pueda retener, o si lo vuelva a lograr. Por el momento debo escapar. Pienso tantas cosas, pero no hago mucho. Es como si me hubiera levantado de una mala resaca. El hombre se detiene y se levanta rápidamente. No sé qué sucede. Apoyo mis dedos contra el suelo e intento enderezarme para seguirle. Apenas recobro algo de mi balance y sacudo mi cabeza. Ha sido un golpe fuerte. Sentado en el suelo, volteo hacia arriba. El hombre sostiene su arma, me apunta. Es como aquel día en la lluvia.
Quizá siempre fue mi destino, simplemente lo evadí la primera vez. No sé porque estoy tan tranquilo mientras que el corazón me está a punto de estallar. Incluso cuando esta vez estoy completamente solo. Tal vez por eso siento una lagrima bajar por mi mejilla.
Algo me golpea en el pecho. Me destroza. Pierdo toda la fuerza y caigo al suelo. —¡NO!— suena un grito desgarrador en el cielo. Una chica, me pregunto quién ha sido. Ya no puedo abrir mis ojos. Escucho que Mel llora. ¿Por qué lloras? Tienes que correr, tienes que salir de aquí. Antes de que te encuentre. ¿Por qué suena tan cerca?
Una gota me pega en el parpado. Abro un ojo lentamente. Pensé que había muerto. La lluvia me comienza a empapar. Me enderezo y troto hasta que quedo debajo de un árbol, pero aun aquí la lluvia me cae, como si ignorara el follaje sobre mí. ¿Qué está sucediendo? Me levanto y el hombre ya no está. Sigo en el parque, y está lloviendo ferozmente. —¿Mel? ¡Mel!— comienzo a gritar. Tengo que encontrarla. Camino hacia el sendero a donde la empuje, pero una niebla me impide ver claramente. ¿Dónde está? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Volteo hacia todas direcciones, pero no puedo ver nada más allá de unos simples pasos. La lluvia sigue cayendo en torrentes. El sonido es muy fuerte. Regreso hacia donde desperté, en busca de pistas. Pensé que había muerto ¿Cómo es posible? ¿fallo su tiro? De ser así… ¿Qué fue lo que me pego?
—¡Oye, amigo!— una voz grita en la lejanía, no reconozco quien es. Comienzo a correr en su dirección. El dolor se ha desvanecido de mi pierna ¿será la adrenalina? ¡Claro! ¡Mi brazo! Volteo a ver mi bíceps, pero la herida ha… desaparecido. Vi claramente que me ataco… Incluso tenía las manos llenas de sangre… ¿Qué diablos está pasando? —¡Hey! ¡Por aquí!— grita de nuevo la voz. Puedo distinguir a alguien a unos metros. Comienzo a correr hacia él. A poco más de cinco metros, esa persona se ve como una silueta. —¡Hasta ahí! ¡No te acerques más!— me detengo. ¿Que?
—¡Quédate ahí!
—Si… ¿Quién eres?
—… ¡Eso no importa! ¡Mira hacia arriba!
Volteo hacia el cielo. En lugar de nubes y estrellas, la luz de un orbe apantalla todo. En medio de la nada, flotando, esa esfera brillante genera la lluvia que cae sobre el parque. A la distancia ahora puedo ver que no existe nada más. El parque está atrapado en medio del espacio. Y dentro del orbe, está levitando Melpómene.
—… ¿Mel? ¡MEL!
—¡No te escucha amigo!
—¿Qué está sucediendo?
—… ¡No estoy seguro!... ¡Pero! ¡Creo que se cómo salir de aquí!
—¿Cómo?
—¡Mira a tu derecha!
En medio de la persona y yo, está un camino que no estaba ahí antes. Un sendero que brilla. Se extiende por metros y metros a la distancia, y el final esta iluminado por otro orbe, más pequeño. Enfocándome en los contenidos del otro orbe, solo puedo ver una forma flotando en el. —¿Qué es eso?
La silueta comienza a caminar hacia mí, y yo me acerco. Apenas a centímetros de distancia puedo ver bien su forma. Antes de que pueda ver su rostro bien, la persona saca algo de su bolsillo y lo pone sobre su cara. Una máscara de gas.
El sujeto de antes se detiene a unos metros de mí. Inmediatamente intento correr hacia atrás, pero una fuerza me empuja de vuelta. ¿Qué sucede? Esto debe ser el infierno. —No puedes regresar— dice el sujeto tranquilamente. —¿¡Qué diablos quieres!?
—Bueno, primero que nada, salir de aquí.
—¡Hijo de…! ¿¡Porque nos atacaste!?
—¿Por qué? Para matarlos obviamente
Doy un paso hacia atrás, el hombre permanece donde mismo. —Pero no te puedo matar en estas condiciones— dice y muestra sus manos vacías. —Se perfectamente donde estamos
—… ¿A si? ¿Dónde?
—¡En el maldito infierno!— dice y se abalanza sobre mí. Caigo al suelo y pongo mis brazos enfrente para protegerme. Nada sucede. Abro mis ojos lentamente. El hombre sigue sobre mí, pero no puede tocarme. Algo se lo impide, lo hace hacia atrás como los hilos a un títere. Sus dedos estirados tiemblan. Está siendo retenido. Me levanto lentamente y su cuerpo se arquea automáticamente hacia atrás. Es como si tuviese un campo de fuerza alrededor de mí. —créeme, lo intento… pero no puedo hacer nada— dice el hombre y da un paso atrás.
Pongo una mano sobre mis ojos para detener el agua y observo a Melpómene. ¿Tú estás haciendo esto? Quizá… lo ha hecho inconscientemente. Dijo que sus poderes se volvían inestables con sus sentimientos… Este mundo es terrorífico. Es solo un recuerdo perdido en el espacio… con una lluvia eterna. Este es el resultado de su temor. Y este idiota. El hombre sigue parado donde mismo, observando la esfera. —¿Qué se supone que haremos? ¿pelear por ella?
—Yo creo que si… esa cosa
de allá… tiene mi pistola… no había podido avanzar mucho, hasta que tu
llegaste…
—… No te dejare tener esa pistola
El hombre ríe de manera tétrica bajo su máscara, luego voltea a verme.
—Te matare de nuevo, imbécil
No, no lo harás. El hombre comienza a avanzar y se detiene abruptamente. Camino y me pongo a un lado de él, puedo ver que una pared de vidrio lo detiene de avanzar más allá. Observo a Melpómene allá arriba una vez más, y toco la pared. El vidrio comienza a agrietarse. Puedo sentir la mirada de aquel asesino sobre mí. ¿Una simple carrera? Puedo ganarle, tengo que ganarle. Lo único bueno de este mundo es que no siento ninguno de mis dolores habituales. Con la lluvia, es como si hubiera vuelto a unos minutos antes del encuentro con ese psicópata. Pero ahora, tengo la oportunidad de salvar a mi amiga.
El vidrio se cuartea completamente. En el momento donde se quiebra en mil pedazos, estos desaparecen. Doy un paso hacia adelante, y el sujeto se abalanza sobre mí. Sus manos se van directamente a mi cuello. —¡Hijo de puta!— grito y le golpeo la cara. El visor de la máscara se rompe, pero el golpe termina doliéndome más a mí. Sus manos se aprietan, siento como si me fuesen a romper el cuello. Le golpeo una vez en el costado, luego con la otra mano, y repetidas veces. —…Maldito… Hijo… ¡de!— aprieto mis dientes y suelto otro golpe sobre su costilla. Esta vez, sus manos aligeran su presión. Doblo una rodilla y uso el impulso para darle un cabezazo. De nuevo, el golpe me termina doliendo más a mí, pero lo aturde lo suficiente para liberarme de su agarre. Me levanto rápidamente y comienzo a correr por el sendero.
Detrás de mí, escucho que toce, y se levanta. Sus botas producen una inconfundible pisada. Pero sin las heridas de balas, mis piernas se sienten como nuevas. Continúo corriendo, cada respiración se siente como tragara metal. Sus manos han apretado demasiado mi garganta. El impulso de la lluvia amenaza con empujarme hacia atrás, cuando el sendero comienza a inclinarse, pero hago el doble de esfuerzo. Esto es como yo corro. —¡Carajo!— escucho un grito detrás de mí. El sujeto lanza algo hacia mí para golpearme. Es algo ligero, y el impacto no me duele, pero la sorpresa es suficiente para detenerme por un instante. Siento el peso del hombre sobre mi espalda. Los dos caemos al suelo mojado. El tipo aprieta de nuevo mi cuello con su brazo y comienza a golpearme con su mano libre en las costillas. Cada segundo es una punzada más sobre las heridas que ya me había hecho. Trago aire, pero no entra nada. Observando hacia delante, veo lo que me aventó: su máscara. La intento alcanzar, pero el tipo usa su otro brazo para detener mi mano. No he respirado. Mi consciencia se empieza a desvanecer. Con mi mano libre, intento alcanzar su cabeza. Su cabello es largo. Mi pulgar queda directamente sobre su ojo derecho. Comienzo a apretar. Hundiendo el resto de mis dedos sobre la parte superior de su cabeza. El sujeto grita de agonía y me suelta.
—¡Ahhhhh! ¡Cabron!— Se que está sosteniendo su ojo de dolor, no necesito voltear para observarlo. Me levanto para correr de nuevo. Todo me duele. Cojeo en los primeros pasos, pero intento ignorarlo. Un paso, luego otro, luego otro. Cada uno duele más que el anterior, pero estoy tan cerca de la esfera que no me importa. Sigo corriendo, la esfera ilumina el camino frente a mí, ahora puedo ver claramente lo que él dijo: la pistola. Apenas la alcanzo, arrebato la esfera de su lugar con las dos manos y continúo corriendo. Tengo que abrirla ¿Cómo? ¡como! Escucho de nuevo las botas detrás de mí. Estoy maldito no se detiene por nada. La luz que emana la esfera me ciega cuando la observo, pero no es caliente. El orbe está más frio que la lluvia que cae sobre nosotros. El sujeto se acerca más y más. Tengo una idea.
Volteo bruscamente y arrimo la esfera en la cara del hombre. Este se cubre la cara con las manos y tomo la oportunidad para taclearlo usando la esfera. El impacto lo empuja hacia atrás y quiebra la esfera en cientos de estelas de luz. Los dos abrimos los ojos.
El sujeto está en el suelo, tirado, de su ojo izquierdo escurre un chorro de sangre. Su rostro. No es un señor, no debe sacarme más de unos cuantos años. Su cabello es largo, su rostro es normal. Es un tipo normal. En mis manos, me percato de que estoy sosteniendo la pistola con la que me disparo anteriormente, y la apunto hacia él.
—¡Hazlo, hijo de puta!
No puedo, no puedo dispararle. Mi mano se sacude como si intentara accionar mi decisión. El sujeto me observa, esta enfurecido. —¡Que esperas!
—¡No lo hare!— el sujeto comienza a levantarse, mantengo la pistola donde mismo. —¿Te crees mejor? ¿Un héroe?— grita y da un paso hacia mí. Yo doy uno hacia atrás. —¿Qué chingados esperas?— el tipo comienza a caminar hacia mí y toma la pistola por el cañón. Un disparo se suelta cuando empuja el arma hacia mí. La bala ha salido volando hacia la distancia, pero el pitido de la explosión retumba en mis oídos. Y en los de él también. No puedo escuchar que grita, pero intenta tomar el arma de mis manos. Mis brazos duelen, mis piernas también. Mis músculos están cansados. Tengo que resistir. El tipo me suelta una patada. Es increíble como el aún puede pelear. Los dos caemos al suelo y la pistola se desliza hacia el sendero. Continuamos forcejando por varios minutos. Sus puños golpean mis costillas y brazos, Yo intento mantenerlo quieto, cansarlo, pero es imposible. De un golpe a la cabeza, el tipo logra quitarme de encima, y se escabulle hacia el arma.
Intento incorporarme. Cuando me acomodo, los papeles han cambiado. Ahora el sostiene la pistola sobre mí.
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