El aire llena mis pulmones agresivamente. Despierto y todo ha vuelto a la normalidad.
He cambiado de lugar con el asesino. Donde debería estar yo, muerto. Esta el hombre. En su lugar estoy yo, sosteniendo su pistola. La herida que me causo con el machete ha desaparecido, el disparo en mi otra pierna también. Ninguno de los golpes que me dio, ni las heridas en mi cuello permanecen. Pero, corriendo hacia Melpómene, me doy cuenta de que mis heridas originales – mi otra pierna y mi costado, no han desaparecido. He vuelto a como estaba cuando me encontré con ese hombre. —¡Mel! ¡Despierta! … Despierta…
Me arrodillo a un lado. Ignoro el repentino dolor en mi pantorrilla. Quito el cabello de su rostro y le doy unas palmadas en la mejilla. Ella abre lentamente sus ojos y me observa. Inmediatamente se endereza y voltea en todas direcciones. Su respiración es agitada, está temblando. —¡Oye ¡Oye!— intento llamar su atención, Melpómene sigue asustada. No me escucha. —¡Tranquila!— tomo su mano y la sacudo un poco. —Ya ha pasado todo, estamos a salvo.
Su mano se va a la pistola que aun sostengo de mi mano. Me mira directo a los ojos. —Lo lograste— dice. No me he dado cuenta de que aun la sostenía. Inmediatamente la lanzo hacia la maleza lejana. —Lo detuve…— Mel observa por sobre mi hombro, a donde está el sujeto tirado. —Alcanzaste la pistola…
—Tu… ese mundo… ¿Eras tú?
Mel solo asiente, ahora es ella quien aprieta mi mano. Comienza a llorar lentamente, luego a sollozar completamente.
—¡No sé qué sucedió! ¡Te dije que no lo controlaba!
—¡Mel! ¡MEL!
El grito la sacude un poco.
—…Nos salvaste… ¡Nos salvaste!
Mel continúa llorando. Cuando volteo, el sujeto sigue ahí. Nunca se puede estar muy seguro… pero, no quería sostenerla por más tiempo. Cuando solté la pistola, es como si me quitase un peso de encima. Pero creo que he adquirido un nuevo, me es imposible ver mis ojos, pero doy por seguro que se ven diferentes a como se han visto toda mi vida…
…
Las luces rojas y azules iluminan el lugar en un instante. Pasos. Cuando suelto a Melpómene, hay hombres uniformados por doquier. Dos de ellos nos apuntan con armas. Policías. —¡Las manos arriba!— he tenido suficiente de ser apuntado con una pistola por esta vida. Levanto mis brazos y sigo las instrucciones de los oficiales. Pero aun siendo revisado y esposado, una extraña tranquilidad me sobrecoge. Creo que Melpómene siente lo mismo, porque al instante que hace lo que los policías nos ordenaron, deja de llorar y temblar. La cara larga es lo único que mantiene. Alrededor del sujeto, una decena de paramédicos trabajan para traerlo de vuelta a la vida. Me pregunto si lo lograran, cuando una mano toma mi cabeza y la agacha para meterme a la patrulla policial. Hay cuatro oficiales dentro, dos enfrente, dos atrás a cada lado mío. Tranquilos, no es como si pudiera escapar. Aunque quisiera.
El automóvil arranca, el parque comienza a quedar atrás. Me pregunto si llevaran a Mel a donde mismo. Luego recuerdo lo que dijo ese hombre. Sobre el sueño, y su corazonada… Si el muere, entonces estuvo en lo correcto. Pero no vale la pena pensar mucho sobre ello, casi al instante me quedo dormido en el asiento. Uno de los policías sacude mis hombro, no sé si lo hace suavemente o me ha dado un golpe, pero tampoco tiene caso preocuparse de eso.
…
Últimamente muchas cosas han sucedido en mi vida. Después del día que… perdí a Rodrigo, todo se sintió como ir en caída libre. Cuando conseguí el trabajo en Dongxi imaginé que había terminado de caer, pero eso había sido tan solo una nube. Pasando de ella, continúe cayendo. ¿Cuánto caeré hasta encontrarme finalmente con el suelo?
Otra horrible historia concluyo para mí, pero parece que también lo hizo para otros afectados, pues el …Hernández Valley, se había vuelto un monstruo. Ese era el nombre del asesino. Tenía 29 años. Se veía mucho más joven que eso. Huérfano desde nacimiento. Un profesor de matemáticas en una secundaria desde tres años atrás. Sus conocidos lo describían como una persona agradable, y muy inteligente. Pero muy tímido. La policía tenía una descripción diferente de él. Le llamaban el “Asesino de Medianoche”, y le buscaban por matar a once personas entre el año antepasado y este. De acuerdo con ellos, mato a alguien más antes de encontrarse con nosotros, y no se sabe cuál es el número total de personas que mato. Le gustaba acechar a personas en lugares solitarios, como parques, o los bosques cercanos. No se sabe si a todos fue de noche, pero el firmaba a sus víctimas con ese nombre, “Media Noche”. Eran las 9:42 cuando la policía llego al lugar. Los testigos dicen que se escuchó un solo disparo. Nunca había estado en el lugar donde murió… Me pregunto si habrá sido su corazonada.
¿Fue su intención que yo lo matara? De ser así… ¿Por qué? ¿solo por un sueño? Supongo que nunca lo sabre. Las cosas suceden por una razón, y aunque hace que me pese el corazón, no me arrepiento de haberlo matado. Quisiera que todos hubieran salido ilesos, pero él me hizo elegir. Elegí tomar una decisión esta vez.
La policía nos interrogo por un tiempo, en cuartos separados. Me pregunto que habrán pensado en un principio. Si yo era el asesino y el, el inocente. Sobre como tenía que ver Melpómene en todo esto. Me cuestionaron sobre quien era, que hacía ahí, si conocía a Hernández, que había sucedido. Dije que me había intentado atacar, forcejeamos, tome su arma, y le dispare. Investigaron mis antecedentes, me preguntaron sobre el otro incidente, sobre Rodrigo… Sobre Ashley. Pareciera que tenía una tendencia a meterme en este tipo de situaciones. Preguntaron más cosas. De mama, de papa, de Blue. Se que no les incumbía, pero no quería más problemas. Al cabo de unos minutos salieron hacia otro lugar. Escuche que platicaban, y luego me dejaron ir.
Me contaron sobre Hernández, sobre como lo buscaban. Mas policías se unieron a la plática, me preguntaron las mismas cosas de nuevo. Eventualmente, llego otro tipo. Él fue el único que me pregunto si estaba bien, y me dijo lo que tenía que saber: Hernández era un asesino. Yo no estaba en problemas porque había sido todo en defensa propia. Y aún más, el Asesino de Media Noche había sido un dolor de cabeza para la policía. Por lo que les había hecho un favor, ahora estaba muerto. El corazón aun me pesa. No debería pensarlo, pero lo siento. Lo siento, Hernández.
Saliendo de la sala de interrogación, me encaminaron por un pasillo. Escuche la voz de mama, escuche la voz de Blue, escuche a otras personas desconocidas. Una multitud de personas. Casi llegaba al final del pasillo, pero me sentí muy cansado. No quería, pero termine tirándome al suelo. Bueno, no es como si yo me hubiera tirado. Simplemente me desmaye. En mi defensa, había sido mucho por un solo día.
Despierto y veo las baldosas blancas. Estoy en una cama de hospital, separado del resto del cuarto por una cortina celeste. El cuarto está hundido en un completo silencio, es casi incómodo. Es como volver a… ese día. Sin embargo, me siento bien. Descansado, es un estado del que me he perdido desde un tiempo atrás. Me levanto. Aún tengo el pantalón del día anterior, pero mis zapatos y calcetines han desaparecido. El piso esta frio. Haciendo la cortina a un lado, me percato de que el resto del cuarto está lleno de camas vacías. ¿Dónde me encuentro? Melpómene debe estar cerca… La puerta se abre. Una enfermera entra y me observa sorprendida. Detrás de ella, una serie de figuras aparecen. Varias, y parecen estar forcejeando entre ellas. Todos cargan aparatos que expiden poderosos destellos de luz. Cámaras. Al final, solo dos logran hacerse paso, y la enfermera regresa a la batalla detrás de ella, calmando los gritos que llenaban el cuarto al cerrar su puerta.
Su cabello ha crecido poco, no lo había notado. Creo que me he acostumbrado a ignorar sus miradas. Pero algo me inspira a ver a mi familia de vuelta. —¡Sam!— grita Blue y comienza a correr hacia mí. Antes de que pueda abrazarme, mama la empuja y me alcanza primero. —¡Mi amor! ¡Mijo!— mama casi solloza las cosas que dice mientras me sigue dando besos en la mejilla y aprieta con su abrazo. Por un segundo apenas, me quedo quieto mientras hace eso. Había olvidado como se sentía. El rostro de mama, su voz, el hecho de que me esté hablando. Lucho por retener las lágrimas y comienzo a reír —Mama, ¡tranquila! ¡mi herida aun duele! ¡mama!— intento aflojar su apretar, pero nada funciona. Cuando me doy cuenta, Blue también me está abrazando. Suspiro. ¿Hace cuánto tiempo que no parecíamos una familia? Casi lo había olvidado. Cerrando los ojos, creo que podría permanecer un buen rato así.
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