Soy un niño de nuevo, corriendo por los pasillos de mi casa, cuando papa aún estaba ahí. Puedo esquivar cualquier cosa, puedo deslizarme y saltar sin acabar mi energía. Me gritan que me detenga, pero lo ignoro. Lo ignoro en la escuela, lo ignoro en la calle, lo ignoro de mi familia. Nada puede hacer que me detenga. Quizá este enfermo, pero sé que estoy vivo, más que cualquier adulto y tonto adolescente. Continúo corriendo, mi cuerpo se calienta más. Entonces, me veo en la primaria. En el patio de la escuela, donde había un foro que los profesores utilizaban para asambleas y obras de teatro. Frente a él, hay un parche de pasto que lo separa de la cancha hecha de una plasta de concreto.
Estoy corriendo de un lado del foro al otro. Esos diez metros son una pista de atletismo para mi pequeño cuerpo. Es la hora del receso, otros niños me ven. Saben que estoy loco, saben que siempre ignoro a los profesores. Eso es antes de que comience a hacerle caso a la gente, es antes de que comience a retenerme a mí mismo. En ese momento, soy totalmente libre, y soy invencible – porque lo sé, porque estoy consciente de que algún día terminara toda esa energía y las ideas locas. Por lo tanto, continúo corriendo. Se que no podre rebasar al paso del tiempo, así que volare. Para que quede marcado, para que por siempre quede marcado en la historia.
De un momento a otro, he llegado al borde del foro, pero no me detengo. En la esquina, apoyo las plantas de mis pies para impulsarme y extiendo mis brazos. El calor del sol me abraza. Me está invitando, a volar hacia él, a no detenerme por nada. Y por un segundo pienso que, si lo lograre, porque me veo, a mitad del aire. A dos metros o tres sobre los otros niños, sin ninguna idea de cómo aterrizare… porque no planeo hacerlo.
…
He sobrevivido a un asesino serial, he salvado a Melpómene al hacerlo. Poco a poco las cosas volverán a la normalidad ¿no? Mi familia incluso ha venido a visitarme, a hablarme de nuevo. Mis manos, que no dejaban de temblar desde semanas atrás, parecen tranquilizarse.
La puerta se abre una vez más y vuelvo a escuchar el tumulto en los pasillos, ¿Qué sucede? De entre la gente que se empuja, dos chicas más se hacen pase. Melpómene logra pasar junto con una señora de mediana edad, la cual sostiene de la mano, y una vez más la puerta se cierra de golpe. Es extraño como este cuarto aísla el sonido de los pasillos. A diferencia de nosotros, Mel y la señora visten muy elegante y sus cabellos están, con pantalones y sacos negros. Melpómene ha atado su cabello en una coleta, y la señora sostiene un ramo de flores muy colorido. Melpómene se acerca y me observa. Los dos nos abrazamos. La sensación es curiosa, apenas y ayer habíamos tenido una conversación que no era sobre el trabajo por primera vez.
—¿Estas bien?— le pregunto, ella solo asiente. Puedo oler que se ha puesto perfume, yo debo apestar. A pesar de su apariencia, puedo notar que tiene ojeras. La señora se acerca y me da el ramo. Sus ojos son como los de Melpómene, pero su cabello es negro.
—Un placer conocerte Sam, soy la mama de Melpómene— intento pensar en que responderle, pero solo le respondo moviendo mi cabeza, y sigue un silencio incomodo que la mama de Melpómene se encarga de deshacer. —Solo quería agradecerte… por proteger a mi hija— Tan pronto la mujer dice eso, saluda a mi madre y a Blue, y sale del cuarto tras ver a Melpómene. Algo acerca de ella me ha parecido extraña, estaba muy nerviosa.
—¿Qué sucede afuera?— pregunto finalmente. La multitud de personas que intentan entrar no debe ser algo normal para cada paciente. Además, no paso la primera vez que termine en un hospital.
—Es la prensa— responde Blue y hace un sonido de emoción.
—¿Prensa?
—¡Quieren entrevistarte Sam!— exclama mi mama.
—¿Qué? ¿Por qué?
—…Estas… en todos lados…— dice Mel, y me muestra la pantalla de su celular. En ella, aparecen listados varios artículos de noticias sobre el mismo tema: alguien arriesgo su vida y detuvo a un asesino serial. —Eres un héroe, Sam.
Mi madre y Blue me dan mis zapatos, luego otro abrazo —Te veremos afuera— dicen, y salen del lugar, dejándome a solas con Mel. Apenas se vuelve a callar el caos del pasillo, volteo con Mel. —… ¿Un héroe? Pero… Si tú has sido quien nos salvó.
—…Eso, no lo creo… Si, te pude curar… pero tu fuiste quien detuvo al asesino.
—…Y eso que sucedió…
—¿Qué cosa?
—Ese… mundo…
Melpómene pone su mano en su mentón y medita su respuesta.
—Perdí el control… te dije que sucedía… aunque… ni yo había visto ese poder…
Mel se ve consternada. Quizá no es el momento para hablar de eso. Pongo una mano en su hombro, y eso parece tensarla. Pero al ver mis ojos, algo se tranquiliza dentro de ella. No sé si tengamos tanta confianza, pero aun lo he hecho.
—Pero estuvo bien… a decir verdad, lo pudimos vencer— digo, Mel me observa confundida —Lo vencimos juntos— reitero.
…
Lo que pasa después es muy extraño. La última vez que estuve en un hospital, mi madre me regaño, ahora agradecía que estuviera vivo. Las enfermeras me habían tratado mal, como una carga, o más bien, como el criminal que era en este entonces. Y una horrible depresión me atacaba, así como un dolor del que no podía escapar.
La última vez, la policía me había llamado ladrón. Ahora era un héroe para todos. Por lo que resta del día, debo permanecer en el hospital, y los reporteros me entrevistan, pero sus preguntas son muchas y no respondo a todas bien. Me veo un poco tonto intentando calmar a los reporteros, respondiendo varias preguntas a la vez.
Es raro ver mi rostro en cada canal que paso. Me llaman héroe, me llaman “el superviviente”. También hablan de Hernández, de sus asesinatos, de su vida entera. Hablan de que quizá se haga una película retratando el monstruo que era. Los programas de noche se burlan de él, y la alcaldía lanza una serie de comerciales disuadiendo a los habitantes de permanecer en lugares solitarios hasta altas horas de la noche. Creo que el parque donde sucedió todo estará clausurado por dos semanas, incluso dicen que pondrán una estatua para honrar a las víctimas.
Después, pasan a cada rato en las noticias el video de la policía entrando a su casa. Yo la veo normal, pero la gente insiste que la manera en que las cosas están acomodadas debe significar algo. Familiares que no me recordaban de pronto me llaman, me preguntan si estoy bien, como ha sucedido todo. Un tío medio morboso me habla de que el también abatió a un asesino en sus tiempos. Incluso el Señor Lau había conseguido el número de mi casa para poder preguntarme si estaba bien. Sin embargo, este tipo de cosas me dan un poco de vergüenza. Nunca me he destacado por ser muy carismático o social. Así que intento quedarme en casa lo más posible, abogando que he sido herido por el asesino. A mi mama no le importa, me recibe de vuelta e incluso cocina para mí. Extrañaba su comida. Fuera de este embrollo, la cosa que realmente fue lo mejor de todo, es lo que sucedió antes de que saliera del hospital.
Hernández había sido un dolor de cabeza para la policía, lo dije antes. Tanto que tiempo atrás designaron una recompensa por información que llevase a su captura. Si… lamentablemente no se le había capturado, y con eso, se perdió un importante proceso judicial. Pero había una ley de defensa propia en Azul que me salvo de ir directo a la cárcel. Segunda vez que la evitaba, y no estaba para nada orgulloso.
Lo increíble fue la presión social de los medios, que satanizaron al asesino y alabaron al héroe. Esta vez la policía decidió indemnizarme. No comprendí mucho el proceso detrás del dinero que se me ofreció, pero probablemente jamás lo hubiera comprendido, especialmente como es que la iniciativa para darme aquella indemnización inicio desde dentro del departamento de policía. Me sorprendió un poco, se me hizo raro a decir verdad, creí que no lo merecía, pero con algo de persuasión de mi familia, decidí no decir nada al respecto. Con ello, la cuenta del hospital había sido saldada, y mis deudas se reducían astronómicamente… Pude cantar victoria ahí, pero no se sentía correcto. Estaba orgulloso de salvar a mi amiga, pero no era un héroe. Y sin embargo, no termino ahí.
A decir verdad, me sentía agradecido de no deberle al hospital, lo tome como un acto de increíble suerte y me disponía a pagar mi deuda reducida con mucha felicidad. Entonces, unos días después del incidente, alguien llego a la casa. El abogado de los Carvajal, la familia de Rodrigo, simplemente me dijo que la demanda había sido retirada. —¿Qué? ¿Enserio? — fue lo único que le pude decir, y volví a sentirme algo tonto. Mi madre casi beso al señor de la alegría.
Lo pensé por un tiempo. Eso no significaba que me hubieran perdonado. Lo dudo mucho. Y no traería a Rodrigo de vuelta, claramente. Pero quizá… no lo sé. El caso le probo a todos que no había sido tan malo como se me pinto en un principio. Ahora ¿si yo lo creía? Estaba en un camino al cambio, eso es lo que llegue a concluir. El incidente de Rodrigo había sido el final de mi vida anterior, y con esta nueva vida ya había salvado a alguien. no soy un héroe, no quiero creer eso. Soy un simple humano que quiere cambiar. No debo dinero, pero si promesas. Y el color de mis ojos, parece que esto me ha costado un poco de él. Seguiré haciendo cosas buenas, seguiré intentando cambiar. Tomare las riendas de esta nueva vida.
Casi había muerto de nuevo. Quizá lo hice, pero Melpómene me ayudo. Las cuentas estaban saldadas, y tenia de vuelta mi dinero. Cuando el abogado se despidió, regresé a mi cuarto y me acosté. La cama se sentía suave, lo más suave que se había sentido los últimos dos meses y medio. Deje que mi cuerpo se hundiera en la tele y suspire. Mi mente estaba en blanco. Miré al techo y pensé. Si Rodrigo estuviera aquí, estaría muy feliz. Me pregunto si me está viendo desde algún lugar…
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