Una tarde, mientras el último estudiante salía de la sala de conferencias, Tadeo tomo del brazo a Raúl para evitar que se fuera del aula. "Raúl", dijo con una cálida sonrisa, "he notado tu dedicación y entusiasmo por el tema. Si alguna vez tienes preguntas o necesitas ayuda, no dudes en comunicarte conmigo. Estoy aquí para apoyarte." Los ojos de Raúl se abrieron con sorpresa. Tartamudeó un agradecimiento, con una voz apenas mayor que un susurro. La bondad de Tadeo le lleno de felicidad y al mismo tiempo de desdicha.
A partir de ese día, sus interacciones se convirtieron en algo habitual. Las horas de oficina de Tadeo, que alguna vez fueron un momento tranquilo para calificar trabajos, se convirtieron en un espacio vibrante donde él y Raúl profundizaron en discusiones sobre literatura, filosofía y la vida misma. Tadeo pensaba que las cosas iban de maravilla y que el lazo que había creado con Raúl solo se haría más fuerte. Poco imaginaba el que cada segundo que Raúl estaba fuera de su vista, era victima de abuso y maltrato a manos de sus compañeros.
Cada vez que Raúl se encontraba lejos de la vista de Tadeo, sus compañeros aprovechaban el momento para actuar como una parda de críos, le tiraban sus cosas, lo empujaban y le criticaban, todo de tal manera que cuando lo viera el profesor, no sospechara de nada y ellos pudieran seguir alrededor del guapo pelirrojo. Debido a que Raúl estaba acostumbrado a los malos tratos, guardo silencio y cada que Tadeo le preguntaba por su vida escolar él decía que todo iba de maravilla. Inicialmente Tadeo le creyó a Raúl que todo estaba bien, pero a medida que profundizaban en sus intercambios intelectuales, Tadeo no solo descubrió el rico tapiz de la mente de Raúl. Detrás del tranquilo exterior había un pensador profundo, un alma hambrienta de conocimiento, conexión, cariño y pertenencia. Se percato de que algo andaba mal y quería apoyar a Raúl de alguna manera, pero no se atrevía a sacar el tema por temor a alejar al joven.
Aunque con el pasar del tiempo, los malos tratos que Raúl recibía por ser cercano a Tadeo, continuaban. Él prefirió quedarse callado, pensaba que, de esta forma, terminarían cansándose y podría pasar desapercibido. Sin embargo, estos no hicieron más que empeorar, hasta llegar al punto en que un día el termino en el hospital, perdiendo un día completo de clases. Cual quiera después de esto, habría estado tan asustada que se dedicaría a hacer lo que le pedían, pero Raúl tenía una sed insaciable de conocimiento que solo Tadeo podía alimentar de manera adecuada, por lo que no quería alejarse de él.
Al día siguiente por los pasillos del edificio una delgada figura gris lentamente y con ayuda de muletas se abría paso entre el resto. Con la mirada baja seguía de frente, y en el momento en que su mirada vio al pelirrojo al final del pasillo se congelo en su lugar. Tadeo dio la vuelta y vio entre los alumnos a Raúl. La sonrisa en sus labios se desvaneció en el instante que sus ojos vieron las muletas en las que se sostenía Raúl. Tadeo empezó a avanza hacia Raúl para saber que le pasaba fue detenido poco a poco por grupos de estudiantes que querían hacerle preguntas. Raúl por su parte, tomo esta oportunidad para irse lejos, por lo que cuando Tadeo logro quedarse solo, ya no lo encontró.
Después de ese momento Tadeo intento acercarse a Raúl durante todo el día, pero parecía que el universo estaba totalmente en contra de que estuvieran juntos. No obstante, Tadeo no se rendiría tan fácilmente; planeo su clase para poder tener un momento a solas con Raúl. Cual va siendo su sorpresa al ver el lugar de Raúl vacío. Y es que debido a que el salón quedaba en la planta más alta, le permitieron a Raúl tomar la clase en línea desde la biblioteca hasta que su salud mejorara. La decepción en el rostro del alto pelirrojo hizo que los corazones de todos sus alumnos dolieran durante toda la clase.
Con una lagrima en el ojo Raúl admiraba a Tadeo a través de la pantalla, su mente tratando de absorber sus palabras como una esponja al tiempo que trataba de encontrar una forma de regresar al momento en que ellos dos no se hablaban, antes de que su estancia en la universidad fuera una parte del infierno. Pero, en el fondo sabia, que iba a ser imposible, la relación que empezó a crecer entre ellos era muy significativa para él; y aun así debía terminarla, le aterraba pensar que las agresiones empezaran a dirigirse a Tadeo y no solo a él.
A medida que pasaban las semanas y las lesiones de Raúl se curaban, su corazón se llenaba de pena y preocupación. La soledad le estaba abrumando fuertemente, veía a Tadeo durante clases divididos por una pantalla y le daban ganas de llorar; pero cada vez que le veía en los pasillos no podía evitar correr lejos de él. Por su parte Tadeo estaba totalmente decaído, con una sonrisa falsa pintada en sus labios pasaba por sus clases tratando de ver esa figura familiar que tanto le alegraba y cada vez que fallaba simplemente esperaba que mañana fuera el día en que le viera nuevamente.
La mañana después de que el medico le dijera a Raúl que estaba totalmente curado, entro al edificio principal, esperando no toparse con nadie y ser capaz de tomar sus clases en calma. Sin embargo, de camino a su primera lectura fue acorralado por un grupo de alumnos de ultimo curso, arrinconado por ellos sujeto fuertemente su mochila esperando. ‘Sigue así raro’ dijeron al uní sonó ‘Recuerda que pasara si vuelves a acercarte al profesor Tadeo sin permiso’ gritaron mientras se alejaban. Raúl agacho la cabeza y siguió su camino. Nadie esperaba que esa escena fuera vista por Tadeo, quien solo pudo morderse los labios y apretar los puños con impotencia.
Llego la hora de la clase de Tadeo y cuando Raúl lo vio frente a la clase, se dio cuenta que su fascinación por él no hizo más que profundizarse pese a estar lejos. Sentado en la última fila, con los ojos fijos en su profesor y sus cuadernos llenos de notas meticulosas, agacho los ojos y comenzó a llorar, sabiendo que alejarse le dolería aun más que el acoso de sus compañeros.

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